Dos mujeres de mundo, una nacida en Kazajistán y otra en la Argentina, pero con mucha estadía en París, unieron sus caminos. Lola Pinchuk, que tiene más de argentina que de ex soviética, es la pianista del tandem y tiene entre sus antecedentes múltiples orquestas: la filarmónica del Colón y la sinfónica de Avellaneda, entre otras. Marina Votti, la violinista -formada entre Buenos Aires y París, donde se entregó a las pedagogías de Juan José Mosalini y Gustavo Beytelmann- fue parte de la filarmónica del Colón, pero sus arrebatos tangueros la llevaron a integrarse al Quinteto La Siniestra, donde milita hasta hoy.
Tango y música de cámara, en síntesis, es lo que verá y escuchará este sábado a las 18 cuando el dúo –conocido como Lolamora Tango- se exprese en Pista Urbana (Chacabuco 874). “El nombre se nos ocurrió en un ensayo. En medio de notas, partituras, piano, violín, mate, comenzamos la búsqueda del que llevaría nuestro dúo y jugando un poco con nuestros propios nombres surgió el Lolamora Tango, que ha recorrido un camino de nueve años ya, y que pronto festeja el día del amigo a pura música”, enmarca Pinchuk.
Nueve años impregnados por lo que ellas llaman “tango nuevo” y un disco epónimo, al tono, que repondrán entero en esta presentación. “Llamamos tango nuevo a esa música que viene de la mano de quienes estamos atravesados por otras músicas, como el rock, el jazz o la música contemporánea”, delimita Votti. “Recuerdo que viviendo en París en 2004 escuché por primera vez formaciones como la Fernández Fierro, o composiciones de Sonia Possetti, de Julián Peralta y la genial idea de formar jóvenes tangueros de la Orquesta Escuela de Emilio Balcarce, y me dio eso: nuevo tango”. En efecto, el trabajo de diez finísimas piezas instrumentales porta tres composiciones de Possetti (“Bailarina”, “Ida y vuelta” y la singularísima “Dulce casero”), pero también otras del 'viejo tango nuevo', con el foco puesto en Astor Piazzolla.
De él son, en efecto, “Revirado”, “Fracanapa”, “Adiós Nonino” y “Milonga del ángel”, las cuatro versiones arregladas para la ocasión por Osvaldo Caló. “Soy una gran admiradora de la música de Piazzolla. Me gusta su propuesta de amalgamar elementos de lo contemporáneo, los ostinatos que te taladran la cabeza con melodías de una melancolía extrema. Por ese motivo considero que interpretarlo es un aporte de modernidad junto a la música de este siglo”, justifica la pianista, que también hace pie sobre otro de los viejos genios versionados: don Juan Carlos Cobián. A él le arrebataron “Los mareados”, las atrevidas. “Según Mosalini esta versión surge de una improvisación en el camarín entre el violinista Antonio Agri y él. El resultado fue que luego grabaron juntos. El despliegue que hace el violín en ese arreglo es único, como sólo Agri lo podía hacer. Nuestra interpretación es un homenaje a él, y su violín mágico”, cierra Votti.