"Los buenos capitalistas quieren que la gente gane bien y tenga trabajo, porque si no, ¿quién corno compra las cosas de ellos? Estos se dicen capitalistas y no te podés comprar nada, no podés viajar, no te podés comprar ropa ni ir al supermercado. Yo soy mucho más capitalista que ellos. ¡Conmigo había capitalismo, por favor!", señaló Cristina Fernandez de Kirchner en una reciente presentación de su libro . La frase de la ex Presidenta dio lugar a críticas desde sectores liberales afines al gobierno de Mauricio Macri, al que identifican como pro-capitalista. La expropiación de Repsol-YPF, el cepo cambiario, el elevado tamaño del Estado, una expansión del consumo en desmedro de la inversión, fueron algunos supuestos ejes de la economía K que sus opositores tildan de anticapitalista o de “un capitalismo sin mercado o un socialismo sin plan”, recuperando una vieja frase crítica con que un economista liberal describió al alfonsinismo.
El debate en torno al significado del capitalismo y su apropiación simbólica por una determinada facción política es de larga tradición en nuestro país. Ya el intelectual nacionalista Arturo Jauretche en su libro Política y Economía identificaba al peronismo como el movimiento que había interpretado la etapa de desarrollo de un capitalismo industrial que “se sustentaba sobre la aparición de una nueva clase empresaria y una nueva clase obrera”, hecho que derivó que algunos lo vean como “socialista” por apoyarse en lo sindical y otros como “capitalista en cuanto apoyó a los nuevos empresarios que generalmente no estuvieron en la recíproca”. Con una terrible actualidad indicaba que “el prestigio político del peronismo se nutre de la estupidez económica y social del antiperonismo. Y todos los planes conducen a empujar cada vez más al país real hacia el peronismo”. Como si estuviera hablando del gobierno de Mauricio Macri y su apoyo en el programa económico del FMI, Jauretche sentenciaba que “quienes piden al extranjero el desarrollo capitalista, son anticapitalistas en el país”.
Si, como señalaba el intelectual austriaco Karl Polanyi, el capitalismo se desarrolla a partir de la contradicción entre la expansión del mercado y la necesidad de regularlo por razones de supervivencia social, el liberalismo económico en su utopía de autoregulación de los mercados es, fácticamente, tan anticapitalista como el más estatista de los socialismos. En el caso argentino, las últimas tres experiencias de gestiones liberales derivaron en crisis que llevaron a parte de sus impulsores a denominar nuestra economía como “inviable”, “fallida”, “fracasada” o “insustentable”.
Pero se debe admitir que también las restricciones, tanto internas como externas, que enfrentó y enfrentará el proyecto popular de capitalismo para su desarrollo, debería llevar a reflexionar más en nuestro “capitalismo realmente existente” que en una utópica sociedad de consumo de masas satisfechas propia de algunos países centrales en el siglo pasado. Para proyectar desde allí, una utopía acorde a nuestra identidad cultural, tal como lograron algunos países nórdicos alcanzando la comunidad organizada por la vía del socialismo escandinavo.
@AndresAsiain