El turco Sultan Kosen mide 2,57 metros y es el hombre más alto del mundo. Y en Egipto vive Yyioti Amge la mujer más baja del mundo, que mide 62 centímetros. En Argentina, el presidente Mauricio Macri dijo que el Océano es grande y el submarino chiquito y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich dijo que la sociedad valora más a Gendarmería que a la educación. Todo eso y mucho más en el Guinness World con las pavadas más sorprendentes y otros récords.
El jueves, la Bicameral que investigó el hundimiento del ARA San Juan difundió el resultado de su investigación y responsabilizó al gobierno por la tragedia del submarino. Es la catástrofe naval más importante de la Argentina en tiempo de paz, lo que contrasta con la poca atención que le dio la prensa oficialista y el destrato oficial.
La comisión investigadora remarcó lo que ya se sabía pero que el macrismo trató de ocultar con ayuda de la corporación de medios oficialista. Un día antes de la difusión de esta investigación, la ministra Bullrich trató de distraer la atención pública con el rimbombante lanzamiento del retorno del servicio militar.
El oficialismo es muy profesional en el manejo de la comunicación pública y no comete los errores de otras fuerzas políticas que confían más en realizar hechos que en comunicarlos. El macrismo es una maquinaria para comunicar hechos, obras o denuncias que no suceden o nunca sucedieron.
El anuncio fue destinado a provocar una polémica con los organismos de derechos humanos. El público más interesado en el informe sobre el ARA San Juan, son los miembros de las Fuerzas Armadas y la intención del gobierno fue hacer que el informe coincidiera con un gran protagonismo de los organismos de derechos humanos criticando el militarismo.
En plena campaña electoral, la maniobra buscó poner a los miembros de las Fuerzas Armadas entre dos factores que los irritan: el hundimiento del ARA San Juan por negligencia del gobierno y las críticas de los organismos de derechos humanos al militarismo. De esa manera trataron de empatar el malestar con el gobierno que provoca la tragedia marítima.
De hecho, en este momento las Fuerzas Armadas alistan voluntarios en sus filas. No es una novedad. La única diferencia sería que ahora habría un sistema parecido en Gendarmería. Pero lo real es que se trata de un anuncio en el aire porque no hay presupuesto asignado ni previsto. Es una idea presentada como un hecho. Algo que acostumbra hacer Cambiemos.
El oficialismo ha perdido terreno en otros ámbitos en los que no ha desplegado un esfuerzo similar. Pero las Fuerzas Armadas con sus entornos familiares y amigables, junto con las fuerzas de seguridad alcanzan la cifra de más de un millón de personas en todo el país. Gran parte del voto al macrismo proviene de este sector.
En una edición anterior de esta columna se indicaba que los analistas toman las votaciones en las bases antárticas como muestra del voto general de las Fuerzas Armadas. Como se dijo en esa columna, en las elecciones de 2015 y 2017, más del 80 por ciento de los votos en la Antártida fueron al macrismo.
Pero en esa nota no se incorporaban los datos de la elección en Tierra del Fuego realizada en junio de este año. Más del 55 por ciento de los votos fueron a las dos versiones kirchneristas, el PJ y el radicalismo K. Fueron divididos y por esa razón, allí ganó el candidato de Cambiemos con poco más del 40 por ciento. Si se proyecta ese resultado hacia el ámbito nacional del voto castrense, quiere decir que el oficialismo perdió la mitad de los votos que obtenía allí. Es un motivo de preocupación para la Casa Rosada.
La causa de este malestar tiene muchos factores, pero el hundimiento del ARA San Juan y el maltrato oficial a la memoria de las víctimas y a sus familiares está entre los principales. En el informe de la comisión investigadora se señala que el desfinanciamiento no comenzó con este gobierno sino con varios anteriores.
Pero en el caso específico del ARA San Juan, los gobiernos kirchneristas realizaron el servicio de medio término durante el cual se desarma y rearma prácticamente toda la embarcación, pieza por pieza y bajo control de la firma alemana que lo fabricó.
En cambio, durante el macrismo, el submarino que tendría que haber entrado a dique seco cada 12 o 24 meses, hacía más de 40 meses que no lo hacía y tenía más de 30 denuncias de fallas de funcionamiento.
Fue muy evidente para la sociedad que la única preocupación del gobierno cuando sucedió la tragedia fue sofocar su difusión y evitar que afectara la imagen de Mauricio Macri. El presidente tardó varias semanas en acercarse a los familiares de las víctimas. El ministro de Defensa, Oscar Aguad insinuó que el accidente obedecía a la impericia de la tripulación. Y a los familiares de las víctimas se los dejó sin alojamiento en Mar del Plata. Muchos de ellos habían viajado desde diferentes zonas del país porque allí se centralizaba la información sobre sus seres queridos.
La frase del "océano es grande y el submarino es chiquito" no fue coucheada como sí lo es la mayoría de las que suelta el Presidente en esas situaciones. Es uno de los pocos terrenos donde se siente seguro y supone que conoce. Se soltó y la dijo, canchereando. La frase es una estupidez, pero resonó como una falta de empatía absoluta con los tripulantes fallecidos y sus familiares. Son 44 personas que encontraron una muerte horrible cuando cumplían una misión de patrullaje en las inmediaciones de una zona en disputa.
El presidente es el Comandante en Jefe de esas 44 personas, tendría que haber sido el principal afectado y haber contenido en forma solidaria el dolor de los familiares. Es elemental, lo mínimo que se espera de un jefe, hasta en el ámbito civil. En el mundo militar, donde un jefe tiene que ganarse el respeto de sus subordinados, Macri se mostró como un mal jefe. Y ante la sociedad civil el gobierno en general mostró una falta total de sensibilidad.
La ministra Bullrich es especialista en largar estas frases al voleo. Pero en este caso, decir que Gendarmería es más valorada que la educación, cuando seguramente ni los propios gendarmes piensan así, produjo un efecto similar al bardeo de Macri con los tamaños del océano y el submarino.
Las dos frases transmiten una sensación de falta de contacto real con lo que dicen y sienten. El oficialismo ha sido entrenado para no explicar, no decir lo que harán ni cómo lo harán. Su lenguaje pasa por figuras emotivas, que son artificiales, pero que buscan movilizar la parte emotiva del público donde impacta. Y esas dos frases pronunciadas por Macri y Bullrich exponen síntomas de sociopatías que se representan en la falta de consideración hacia el otro, o en la falta de culpa o remordimiento, que son normales incluso cuando no hay responsabilidad sobre la causa de esas emociones. Y toda la situación, en general, pone en evidencia la absoluta confianza en la manipulación. Como si pensaran: "no me conmueve ni me afecta, pero manipulo a las personas para que las consecuencias no me perjudiquen".
Por lo menos desde el comienzo de la Guerra Fría, la educación de las Fuerzas Armadas implantó en su seno un sentido común que las predisponía al golpismo y a basar sus funciones en la represión interna, como peones de los Estados Unidos en esa confrontación sorda con la URSS.
Para los gobiernos neoliberales, la función de las Fuerzas Armadas no está en la Defensa Nacional, sino en la Seguridad Interna. Por esta razón, después de la dictadura los gobiernos neoliberales desfinanciaron a las Fuerzas Armadas, destruyeron su infraestructura y priorizaron a las Fuerzas de Seguridad.
Para los gobiernos populares que tienen un proyecto de Nación, la función de las Fuerzas Armadas no está en la seguridad interna, sino en la Defensa Nacional, que en esta época está estrechamente ligada con la integración regional. En ese contexto, los gobiernos populares juzgaron las violaciones a los derechos humanos. Primero por reinstalar un sentido de Justicia en la sociedad, y además para reencauzar a las Fuerzas Armadas en la defensa nacional.
Es la disyuntiva que ha desgarrado a las Fuerzas Armadas desde la salida de la dictadura. Y que las ha llevado en su mayoría a respaldar los gobiernos que las destruyeron y oponerse a los que trataron de darles un lugar moderno en ese proyecto de ciudadanía y Nación.