Es difícil de imaginar, pero en poco más de tres años, el 21 de noviembre de 2022 para ser exactos, arrancará el Mundial de Qatar. Y todo indica que atraerá durante toda la competencia a cerca de 1,5 millón de espectadores, más de la mitad de su población actual, compuesta por unos 2,7 millones de habitantes, de los cuales sólo unos 300.000 son qataríes. El evento supondrá un verdadero experimento tanto para jugadores como para funcionarios y aficionados, ya que es único en varios aspectos: será la primera Copa del Mundo que se disputará en suelo árabe y musulmán, la primera durante el otoño/invierno boreal y la primera que se jugará prácticamente en una sola ciudad: la capital Doha, que creció rápidamente en los últimos años y está poblada por unas 600.000 personas. Blanco de un boicot promovido por países vecinos, el pequeño emirato también afronta acusaciones de grupos de derechos humanos y sindicatos, por contratar bajo el polémico sistema Kafala a trabajadores extranjeros no calificados, a los que mantiene casi como rehenes, dado que les retienen la visa.
El organizador del Mundial 2022 cuenta con el ingreso per cápita más alto del mundo, gracias a la tercera reserva de gas natural más grande del planeta. Gobernado por el emir Tamim bin Hamad Al Thani, Qatar es un reino islámico que declaró su independencia en 1971 y posee ley Sharia, aunque el código de vestimenta es mucho más relajado en comparación con países musulmanes más ortodoxos, como Arabia Saudita.
En los últimos años, Qatar organizó los Juegos Asiáticos de 2006, el Mundial de balonmano (2015), el de ciclismo (2016) y el de gimnasia (2018). Este año, del 28 de septiembre al 6 de octubre será anfitrión en el Mundial de atletismo, y además le fue asignado en 2023 el de natación. El atleta qatarí más importante es Mutaz Essa Barshim, actual campeón mundial de salto de altura, y medallista de plata en los Juegos Olímpicos 2016.
Y pese a que su selección nacional de fútbol ocupa el puesto 96 en el ranking FIFA, la federación qatarí presentó un plan ambicioso para ser sede del principal acontecimiento deportivo del planeta: la Copa del Mundo. Y lo consiguió. De esta manera, Qatar --que no jugará Eliminatorias, ya que está clasificado automáticamente para el Mundial que organiza-- invertirá más de 23.000 millones de dólares en un torneo que forma parte del ambicioso programa de modernización del país.


"El Mundial será algo grande. Los aficionados de todo el mundo vendrán y disfrutarán de los nuevos estadios", señala Omar, uno de los tantos obreros que trabaja a contrarreloj en la puesta a punto del estadio Lusail, la sede del partido inaugural y de la final, que tendrá capacidad para 80.000 espectadores.
Cuatro de los ocho estadios estarán en Doha, mientras que otros tres estarán en las cercanías, y la distancia más grande serán los 35 kilómetros que separan la capital del estadio Al-Bayt Stadium, en Al Khor, al norte del emirato que aprovecha cada kilómetro cuadrado de su exiguo territorio. Por caso, el viejo puerto de Doha se utilizará para construir el Ras Abu Aboud, con capacidad para 40.000 espectadores.
De momento, Qatar sigue con su Superliga. Aunque en Doha, pocas personas asisten a ver fútbol. De hecho, en los estadios se suelen emitir sonidos de júbilo por los altavoces cuando un equipo anota un gol. Pero el gobierno qatarí confía en que todo será diferente en 2022.
En junio de 2017, los preparativos de cara al Mundial se complicaron cuando Arabia Saudita, Emiratos Arabes Unidos, Bahréin y Egipto impusieron sanciones políticas y económicas a Qatar, tras acusarlo de apoyar y financiar terroristas. Doha negó vehementemente los cargos. Pero el bloqueo se tradujo en ciertos retrasos en la construcción de edificios para el Mundial. El cemento, por caso, escasea en el país tras el boicot.
No obstante, los organizadores aseguran que todo estará listo a tiempo. E insisten en que quieren un evento sostenible, y se muestran orgullosos de montar estadios, principalmente, con contenedores de transporte y acero que podrán ser desplazados a algún otro lugar después del Mundial, por lo que su capacidad luego podrá ser reducida a 20.000 asientos.
Sin embargo, aún es una incógnita qué pasará después de 2022 con los siete nuevos y modernos estadios del reino. Se presume que, con el clima hostil que suele castigar a la zona, la liga qatarí continúe siendo poco atractiva.