Me acabo de enterar de que los griegos tienen por lo menos tres palabras diferentes para acercarse al concepto de tiempo:

Kairos (se pronuncia "kero"), que es el tiempo, la era, la época

Etos, que es el año calendario (2019, si lee esto antes del 31/12)

Jronia (de ahí, "Cronos”), que son “los años que uno tiene”, y también “el tiempo”. Los “cronopios”, por ejemplo, son “hacedores del tiempo”.

En cambio, los ingleses, siempre pragmáticos, usan “time” incluso para saber la hora, y para referirse a la época (the times of...), pero también piensan que es “lo más valioso” --ya que “time is money”-- o, al menos, que “su” tiempo vale... Del nuestro, mejor no digo nada.

Los hispanoparlantes, en cambio, tenemos tiempo, mucho tiempo, y no lo valoramos. Parafraseando un chiste de Miguel Gila, hoy en día la relación “castellano/inglés”, es parecida a la “peso/dólar”: “Por cada cuarenta y tres palabras en castellano, a la cotización de hoy, nos dan una en inglés”, diría Gila, y seguiría: “Entrás en la Casa de Cambio con una novela y salís con un refrán”.

Como con un solo sentido no se llega a fin de mes, “tiempo” suele trabajar también de “clima”, y así decimos “Tiempo húmedo, tiempo cálido", etc. Y hasta hay "pronóstico del tiempo”, expresión mentirosa si las hay, porque el único pronóstico válido “del tiempo” para mañana, es que va a durar 24 horas, como cualquier otro día, comenzando a la “0.00” y finalizando a las "23.59”.

¿Por qué tanto discurrir del tiempo? Le daré una respuesta algo deudora: porque hay un tiempo que me tiene, como mínimo, levemente confundidísimo, extraviadérrimo, kiloperdido.

Porque estos no son tiempos griegos ni ingleses ni castellanos, sino tiempos neoliberales. Que comenzaron prometiendo, a nivel gobernadora, que iban a llevar el pasado al futuro, allá en 2015 a.C. (antes de la Catástrofe). Y durante cuatro años fuimos cada vez más esclavos (deuda, recesión, más deuda, inflación, muuucha más deuda), mientras nos decíamos que éramos cada vez más libres (de comprar dólares, manejar drones o crear cerveza artesanal: para libertades, suena a poco).

Y ahora nos amenazan con que ese pasado puede volver, aunque sea imposible --podrán volver algunos de sus protagonistas a cargos de gobierno, pero el tiempo, el clima, la coyuntura nacional e internacional, sin duda será otra. No puede no ser otra, porque el tiempo pasa, y nos vamos poniendo viejos (Milanés dixit).

Pero ellos, ellas y elles insisten. ¿Por qué insisten tanto con el pasado y el futuro, y no hablan del presente? Porque saben que los miedos de las personas tienen que ver con el pasado (algo traumático, por ejemplo, que no queremos que se repita) o con el futuro (algo que tenemos y no queremos perder) y se encargan de extirparlos. ¿Cómo? Haciéndonos perder hoy lo que tenemos, de manera de no tener miedo de perderlo mañana, y asustándonos: “Si vuelve el populismo, vas a tener casa, trabajo y comida otra vez, y vas a correr el riesgo de perderlos”.

Como saben que el futuro nos inquieta, nos inventan (ya no desde el gobierno, pero sí desde el poder) uno, verosímil, aunque no real, llamado “face-app”, una aplicación que permite, a partir de tu foto, ver “cómo vas a ser dentro de un tiempo”, suponiendo que “ser” sea “tu cara”. Y no importa si es cierto, o no, que te vas a ver como muestra la face-app.

Es como si a uno le dijeran que se va a morir dentro de cien años. Uno paga con gusto por la predicción, y, si se muere antes, no regresa para protestar ni para reclamar su dinero, pues para eso necesitaría estar vivo.

Los economistas neoliberales no tienen esa suerte. La gente (aunque no toda) suele sobrevivir a sus fallidas predicciones de bienestar aperturista, pobreza cero y dólares para todes, y... se queja.

"El problema --explica Mme Lagarde-- es que la gente vive demasiado”, y Mme Mariú le suma: “El problema con la pobreza es que nace mucha gente”. Tercia, entonces, Mme Lapatricia Es el Otro: “¿Nacen demasiadas personas y se mueren demasiado pocas? ¡Déjenmelo a mí!".

Vivimos tiempos en los que la gente vota contra sus intereses y a favor de los capitales. Es que, parafraseando a Marx, "un fantasma sobrevuela el mundo: el del sinsentido común". 

@humoristarudy