A la edad en la que muchos pugilistas forman parte de su propio pasado, Manny Pacquiao sigue conjugando su extraordinaria carrera en tiempo presente. A sus 40 años, todavía da pelea. Y aunque los almanaques pasan para todos (y mucho más en un deporte tan áspero como el boxeo), el "Pacman" filipino se las ingenia para empujar su ocaso siempre un poco más allá. Hasta la próxima vez.

Pacquiao no era favorito para superar al invicto Keith Thurman. Y hasta se especulaba con que una posible derrota podría convencerlo de apurar su retiro. Pero nada de eso sucedió el domingo por la madrugada en el ring del MGM Grand Garden Arena de Las Vegas. Al cabo de 12 rounds vibrantes y cambiantes, logró ganar en fallo dividido. Le infligió a Thurman su primer contraste en 30 combates profesionales. Y se alzó con el supercampeonato de los welters de la Asociación adosando una nueva corona a una campaña asombrosa que, desde su primera consagración como campeón de los moscas del Consejo en 1998, lo ha llevado a enfrentar a 25 campeones mundiales y a lograr títulos en ocho divisiones diferentes, de mosca (50,802 kg) a superwelter (69,854).

Sentado en la primera fila del ringside, Floyd Mayweather, uno de los organizadores del lujoso show, no se privó de aplaudir la fortaleza moral y la inquebrantable convicción de victoria de Pacquiao. "Money", como en cada ocasión en la que aparece en público, enfocó sobre si todas las miradas y todas las luces. Acaso porque más de uno supone que en 2020, dejará de lado la placidez de su retiro, volverá a calzarse los guantes y le concederá a Pacquiao, el desquite luego de aquel fiasco tardío de 2015 que le hizo más mal que bien al boxeo. Los dueños del negocio (Al Haymon, el poderoso asesor de la Premier Boxing Champions que maneja el contrato de Pacquiao y los jefazos de la televisión estadounidense), hoy por hoy, no parecen tan convencidos de replicar el duelo entre dos cuarentones multimillonarios. Pero fue tanto el dinero que reprodujeron aquella vez, que la tentación está al alcance de la mano. Aunque en las sumas y restas finales, se cuenten algunos millones de dólares menos.


"Todavía puedo, todavía estoy en el boxeo", gritó Pacquiao (66,446 kg) tras la pelea que puso de pie a gran parte de los 14.356 espectadores que asistieron al espectáculo. Y se justificaba su excitación. Para ganarle al hasta entonces supercampeón Thurman (66,446), debió exudar hasta la última gota de sudor y recibir algunos golpes poderosos. En el primer asalto, incluso, derribó a su rival con una portentosa derecha cruzada. Y luego hizo valer el poderío de sus combinaciones y su energía todavía vigente, aunque lógicamente menor que la que desparramaba hace 10 o 15 años. Aun cuando bajó su nivel en la segunda mitad del combate, sostuvo todos los cruces y hasta estuvo a punto de noquear en el 10° round, cuando clavó un terrible gancho de izquierda al hígado que Thurman sobrellevó con angustia. Las tarjetas reflejaron los vaivenes electrizantes del pleito: Tim Chetham y Dave Moretti fallaron 115/112 a favor del Pacman. Glenn Feldman, en cambio, arribó a un 114/113 para Thurman. Líbero reconoció apenas un punto para Pacquiao: 114/113. Según las incomprobables estadísticas de Compubox, Pacquiao tiró más golpes (686 contra 571). Pero fue Thurman el que pegó mejor (210 contra 195).

En lo que resta de 2019, Pacquiao no volverá a subir a los rings. Se concentrará en su carrera de senador, seguirá haciendo obras de caridad para el pueblo filipino y observará el devenir del peso welter, hoy por hoy, el más competitivo del boxeo mundial. Además de él, allí reinan Shawn Porter (Consejo), Errol Spence (Federación) y Terrence Crawford (Organización). Porter y Spence unificarán sus títulos el 28 de septiembre. Tal vez, el ganador vaya con el Pacman en 2020. O Pacquiao elija volver a verse con Mayweather. La gran revancha sigue siendo posible. Aunque mas no sea, para seguir contando dólares a lo bestia.