Hasta el sábado 3 de agosto (sábados sólo de mañana, días hábiles de 16 a 20) puede visitarse en la galería de arte Diego Obligado, Güemes 2255, una exposición de obra gráfica del reconocido artista plástico Eduardo Serón. Que la primera exhibición de la galería, al inaugurarse en su antigua sede de Boulevard Oroño en mayo de 2012, haya sido una muestra de pinturas nuevas de Serón, fue una declaración de principios. Que su actual exposición de dibujos y xilografías se titule, justamente, "Dibujos y xilografías", también es una declaración de principios. La segunda corresponde al artista; la primera, a la galería. Más precisamente a su curador, Leandro Comba, que posicionó en la escena local a Serón (hoy de 89 años) como un artista contemporáneo más.
¿Cómo es esto? Empecemos por el principio. En 1930, Theo van Doesburg acuña el término "arte concreto" para designar al arte no figurativo. Ese año, nace Serón. En 1944, el pintor Tomás Maldonado y su hermano, el poeta Edgar Bayley, entre otros, publican en Buenos Aires la revista-manifiesto Arturo, órgano del concretismo en Argentina. Circa 1946, se desarrolla el Movimiento Arte Concreto-Invención. Justo ese año, asume la presidencia Juan Domingo Perón. Estudiante de arquitectura y lector de la revista Nueva Visión que también dirigía Maldonado (como también de la revista Perceptismo, de Raúl Lozza), Serón sintonizaba con fineza el modernismo formalista que postulaban estos colegas, cuya visión internacionalista era muy mal vista por el nacionalismo nacional, valga la redundancia.
Serón presentó unos óleos concretistas en el Salón Amigos del Arte en 1954. Cuatro años más tarde hizo una individual en el Museo Castagnino. De fines de los '50 datan sus primeros dibujos. A comienzos de los '70 comenzó su célebre serie de "Las señoras formas". Su búsqueda se fue desarrollando hacia la forma libre y el tono lírico. Y siguió fiel a su visión, que no por consistente deja de prodigar novedades. Una vez dijo que no le iba a alcanzar una vida para explorar las formas en las que estaba trabajando.
Su compromiso es con la forma, y así lo reafirmó en una conversación casual en la galería el viernes a la tarde. También habló de sus materiales, recordando con gusto los inmaculados cartones finlandeses y los algodonosos papeles ingleses que traía a Rosario el viejo Miranda. Al dibujar y rellenar cada plano con birome sobre el papel montado en cartón (con birome, lo cual explica por qué el amarillo de la paleta modernista de primarios y negro fue reemplazado por un heterodoxo verde esmeralda), la presión del bolígrafo hunde el soporte, formando la masa de trazos una textura como de gofrado que, como se apresuró a aclarar el artista, no fue intencional sino accidental. Hunde o hundía, porque la mayoría de los dibujos son de segunda mitad de la década del '80, excepto dos que se beneficiaron de las nuevas tintas que venían en los años noventa. Sin embargo, podría haberlos dibujado ayer nomás un joven de hoy, decidido a mostrar precisamente eso: la materialidad de sus materiales, valga la redundancia.
Algo parecido sucede con las xilografías. A diferencia de los dibujos, donde los planos de color cubren toda la superficie del papel montado, estas obras son coherentes con la técnica del grabado en madera, estampándose en tinta negra una única y contundente forma central; en ocasiones, los bordes del papel quedan en blanco. En otras, Serón juega hábilmente con la reversibilidad figura-fondo y deja en blanco la figura, entintando lo demás. Un trazo rojo como un tajo simula volumen en el plano. En estos grabados, que son de los años '60 y '70, el detalle imprevisto consiste en que las vetas de la madera quedaron marcadas. Nuevamente aparece una textura, no táctil esta vez sino visual; ¿la hizo a propósito? Serón desecha la idea con un "no" rotundo, uno de esos noes de Serón que son masivos como esas formas, que parecen cabezas; un "¡nah!" con cabezazo de lado a lado.
Simplemente (explica Eduardo sacando a relucir el docente que fue por tantos años en la Escuela Provincial de Artes Visuales) lo que pasó fue que al tener menos tinta el taco en esas copias en particular, no se rellenaron sus irregularidades naturales. Y sin embargo (creemos), cualquier artista contemporáneo, o contemporánea, hubiera empezado a pensar su concepto de obra por ahí: el error, el accidente, la textura, la naturaleza del material, lo imprevisto, el detalle.
Esta exposición gráfica, hábilmente curada por Comba, nos muestra la obra de Serón dándola a ver como al trasluz, con una mirada sesgada. Este sesgo curatorial reinstala al maestro rosarino del modernismo en su lugar autorizado de siempre y a la vez en un nuevo lugar: un lugar muy actual donde lo que escapó al control autoral en el quehacer artístico se deja leer como un no-hacer, un wu-wei casi oriental.
A lo largo de su extensa trayectoria, Serón recibió premios y homenajes, el más notorio de los cuales es la reproducción ampliada de alguna de sus obras en los galpones del Centro de Expresiones Contemporáneas desde 2014. Ha venido trabajando en este siglo en sus series "Prestigio de lo absoluto" y "La libertad es redonda", tituladas a partir de dos versos de dos poetas modernos argentinos, Rodolfo Alonso y Raúl Gustavo Aguirre. En 2009, el Museo Castagnino publicó un libro sobre su obra con textos de Jorge Taverna Irigoyen y Nancy Rojas, que puede descargarse gratis de http://castagninomacro.org/archivos/editorial/20._libro_eduardo_seron.pdf