A la manera de una contrahistoria, 4 artistas paraguayos contemporáneos establecen un contrapunto con las marcas que dejó la interminable dictadura de Alfredo Stroessner, que se extendió desde 1954 hasta 1989. De Ricardo Migliorisi (1948-2019), emblema del arte paraguayo que falleció el 14 de junio pasado, a Claudia Casarino (1974), pasando por Osvaldo Salerno (1952), otro “héroe” del arte en Paraguay, y Fredi Casco (1967), cuatro generaciones de artistas están representadas en “Asunción”, exposición en la galería Herlitzka + Faria (Libertad 1630) al cuidado de Roberto Amigo.

RICARDO MIGLIORISI

En su trayectoria artística, Ricardo Migliorisi combinó irreverencia, psicodelia y sensualidad. De su recorrido se recuerda en especial la serie “Birgitta Von Scharkoppen en el Jardín de las Delicias”, obra cumbre del arte camp y gay latinoamericano. Sin embargo, para la muestra porteña se eligió un conjunto de obras de pequeño formato: delicadas tintas coloreadas hechas entre 1969 y 1971. Con el espíritu de la cultura hippie, Migliorisi “tradujo” el arte pop del hemisferio norte a un lenguaje híbrido y folclórico, como el de sus figuras. Mujeres jaguares, hermafroditas, burguesas con piel de cordero y seres alados con la aureola del arcoíris conforman una galería de criaturas que, en plena dictadura militar, parecían respirar un aire diferente.

Además de artista, Migliorisi fue escenógrafo, vestuarista, arquitecto y gestor cultural. En 2005, creó la Fundación Migliorisi, situada junto al prestigioso Museo del Barro. En esa institución se exhiben las colecciones de arte sacro paraguayo y latinoamericano, joyería, grabado popular, gráfica y arte moderno y contemporáneo que el artista atesoró y compartió ya durante su vida. Las tintas seleccionadas para la muestra revelan un pop sexual y desprejuiciado que, a la distancia, adquiere un relieve singular, que lo acerca tanto a las tradiciones de arte popular del Paraguay como a los flujos políticos que circularon en los años 60 en América Latina.

OSVALDO SALERNO

Osvaldo Salerno, que llevó adelante una obra de ostensible disidencia en los años oscuros de su país, es otro de los elegidos por el curador argentino para dar forma a una crónica del arte paraguayo del siglo XX. Según Ticio Escobar, crítico y promotor del arte en Paraguay (además de un referente teórico global), la obra de Salerno se puede analizar en clave de secuencia, estilo y ruptura. Los grabados que se exponen en la galería de Retiro, de diferentes épocas, fueron hechos directamente sobre cosas y cuerpos. No sólo rejillas, ventanas y mangas de uniformes, sino también cuerpos humanos, el del propio artista y de otros, funcionan como matrices del método Salerno. Luego de entintar el objeto o la parte del cuerpo, el artista crea series que se van desarticulando y volviendo a organizar en relatos ambiguos. A la ruptura que establece con la técnica tradicional del grabado, Salerno redefine un espacio de representación donde la compulsión de las imágenes convive con escenas de inminencia y presagio.

En dos de las series de “Asunción”, Salerno estampa el propio cuerpo: imágenes de penes erectos sobre papeles plegados y guardados en folios componen un archivo del deseo que se emparienta con otros archivos, como los del terror, la tortura y la sumisión. La “Suite Vollard”, que incluye penes, pelos y manos en instancias de masturbación, se complementa con los sudarios de los años 90, en los que el artista imprimió el propio cuerpo desnudo.

“En ambos artistas, Migliorisi y Salerno, me interesa pensar cómo al asumir lenguajes artísticos contemporáneos y transformarlos desde su propio horizonte cultural generaron formas de resistencia cultural a la dictadura de Stroessner”, dice Amigo. Para este investigador y docente, en las imágenes psicodélicas de Migliorisi se puede hallar un desafío a las normas morales de familia y sexualidad que proponen (e imponen) las dictaduras. “En las obras de Salerno, las impresiones de elementos de encierro como candados, llaves y postigos, y luego las impresiones de cuerpos fragmentados, atados, expresan dos registros diversos de denuncia al terror”, agrega.

Archivos de la ausencia

Incluso los dos artistas más jóvenes que integran “Asunción” vivieron varios años bajo el régimen de Stroessner. De Fredi Casco se exponen las series “El retorno de los brujos”, cuyo título alude a un libro muy popular en el siglo pasado, sobre alquimia, esoterismo y nazismo. Con fotografías halladas en mercados de Asunción y en archivos oficiales, Casco construye un discurso sobre el modo en que el poder y el terror se infiltraron en manifestaciones populares de apoyo al régimen, fiestas de clase alta, conciertos y otros episodios de la vida cotidiana. Entre imágenes, se percibe el grado de consenso con el que contó la dictadura en la sociedad paraguaya. Otra serie rehace el periplo del escritor Graham Greene por Paraguay en los años 70: en un conjunto de fotos con epígrafes tomados del libro “Viajes con mi tía”, de Greene, el artista del archivo intenta recuperar las imágenes que el escritor había tomado en Asunción y que, debido al secuestro de su cámara por parte de la policía paraguaya, nunca se pudieron ver.

La obra más poética de la muestra quedó a cargo de Claudia Casarino. En “Apye Ao” (corona de tela), una instalación de ocho vestidos de lienzo introduce una ronda de cuerpos invisibles en la sala de la galería. Circularidad, ausencia y rito se inscriben en el trabajo de Casarino, que rinde tributo a la tradición textil (y femenina) del arte popular de su país. Otro grupo de obras (impresiones de tierra roja sobre tela de algodón) “repone” los elementos que las mujeres del pueblo llevan en su cabeza a la hora de ganarse el pan: baldes, cestos y canastas. Otra manera de hacer justicia y de volver visible lo invisibilizado, mediante imágenes tan discretas como poderosas.

 

Asunción
Herlitzka + Faria, Libertad 1630
Hasta el 31 de julio
Entrada gratuita