Cuentan las buenas lenguas que todo comenzó en 2015, con el deseo de publicar una serie de ilustraciones relacionadas con el fetichismo y el BDSM bajo una perspectiva que partiera de las propias experiencias, para hacerle frente a la realidad patologizante y coartante de ciertas prácticas sexuales. Así, contra esa imagen tan difundida de “el perverso fetichista” –ese hombre cis peligroso obsesionado con los pies o con alguna parte del cuerpo-, Melina Feld y Paula Sequeira comenzaron a trabajar su propia idea de “fetichismo” donde tiene guarida toda práctica por fuera de la posición del misionero, por resumirlo de algún modo. Un proyecto artístico que fusiona muchas nociones del pensamiento queer y donde, sí, tienen lugar ciertas delicias desviadas como lamer tacos, divertirse con juegos de rol o utilizar objetos.

TALLERES DE SHIBARI

Así fue como, más allá de la idea de un sex shop disidente con la que comenzaron, se armaron los primerostalleres de Shibari para enseñar y aprender la práctica de usar cuerdas para decorar o restringir un cuerpo, dictaron charlas en espacios propios y ajenos y dedicaron sus saberes y encuentros a todo tipo de inquietudes: “Para tener una inquietud tenemos que tener cierto grado de conocimiento sobre un tema, y necesitamos atravesar la barrera del miedo a preguntarlo. O sea que necesitamos sentirnos cómodes, o sentir que es pertinente. Nadie la tiene clara ni resuelta, y compartir es una de las formas que tenemos de sentirnos bien y aprender”. Bajo esta y muchas otras filosofías, Kinky Vibe crece y suma, construyendo un abanico de temáticas y modos de difusión creativos que tocan desde cuestiones ancestrales hasta corporalidades posmodernas tomando, reinterpretando y compartiendo herramientas teórica y prácticas de estudios queer, trans, disidentes, estudios de la discapacidad/teoría crip, corrientes gordas, kinksters y otras fuentes que habiliten la profundización colectiva de las nociones de cuerpo, de normatividad y de acceso a la sexualidad.

SEXUALIDADES EN MARCHA

Las dos personas que comenzaron con la propuesta de Kinky Vibe se conocieron en “La Marcha de las Putas”, una organización contra la cultura de la violación que venía importada de Canadá a raíz de una serie de hechos ocurridos en la Universidad de York en 2011 que generaron una movilización internacional contra la cultura de la violación y las agresiones sexuales. Aún no había estallado la ola verde que se surfea en estos tiempos y en ese entonces convivían muchas consignas feministas dispersas. Por eso, La Marcha se constituyó como un espacio político no partidario, como una organización que contaba con objetivos específicos. En ese contexto, comenzando a politizar la propia sexualidad, la propia identidad y también la corriente teórica feminista a la que adherían sus integrantes, nació vibrante el espacio.

En este camino se inscribe su proyecto contra la Violencia Ginecológica. Porque, “nos dimos cuenta de que no se trata sólo de informar, sino de intentar abrir el juego a quien puede disfrutar de esa sexualidad y a cómo hacemos para descolonizar nuestros imaginarios”.

En estos últimos años hubo un intenso debate sobre teoría queer, géneros y sexualidades. ¿Cómo se perciben hoy desde que comenzaron con Kinky Vibe?

Creo que hemos mutado muchísimo. Algo que empezó como un proyecto de verano con una propuesta artística se transformó en mucho más: hoy en día nos presentamos como “una organización, editora, proyecto educativo y tienda erótica”. El campo de la sexualidad debe ser uno de los campos más abarcativos e interseccionales que los estudios pueden ofrecer. Hay tanto para hablar, producir, debatir, mostrar, que nos permite seguir mutando.

Y dentro de ese campo tan diverso, ¿cuál es la filosofía Kinky Vibe?

La “filosofía” de Kinky Vibe (¡si existe tal cosa!) ha cambiado con los años, como sus integrantes. Hace tres años que veníamos vendiendo juguetes sexuales, y nos solíamos anunciar como un “Sex Shop Feminista”. Al principio nos pareció que funcionaba porque todavía no habíamos puesto del todo en tensión nuestra adherencia a la comunidad feminista de la que éramos parte en ese entonces, y aunque desde sus comienzos criticamos la construcción social del “sex shop” y su lugar en la sociedad, tanto discursiva como arquitectónicamente (ese lugar en el fondo de una galería, o en un sótano, etc.), no habíamos encontrado ni habíamos tenido tiempo de pensar en otras posibilidades.

¿Y cuáles fueron esas otras posibilidades?

Tenemos una Consejería Virtual en salud sexual, placer, aborto, cuidados, e identidades. Intentamos acompañar, informar y escuchar. También derivamos a centro de salud, hospitales y consultorios. Buscamos ofrecer opciones a la comunidad a través de la generación de redes con varias áreas de la salud sexual.  

 

¿En qué momento sintieron que el proyecto cobraba la autonomía y el profesionalismo que tiene ahora?

Con el traslado a una Tienda Nube con la decisión de intentar profesionalizar un poco nuestras ventas y apariencia, surgió la posibilidad de abrir la conversación nuevamente. En el entretiempo y mientras pensábamos preguntas y discusiones, decidimos llamarnos un “Sex shop y proyecto Transfeminista”, a fin de tomar partido por nuestras identidades trans y disidentes, y para aliarnos con nuestras comunidades en medio de una ola conservadurista y transodiante. Hoy en día seguimos siendo un proyecto transfeminista y disidente, pero decidimos poner en tensión, finalmente, la idea de sex shop para abarcar en nuestra denominación lo que estábamos intentando construir: no queremos ser un sex shop. No somos una tienda de sexo, ni queremos serlo.

¿Por qué?

Queremos hablar de higiene menstrual, de sensualidad, de cuidados eróticos (como topes cervicales para tener menos dolor durante la masturbación, o dilatadores para aminorar el dolor producto de la dispareunia), queremos hablar de juguetes de género y de prendas de género (como binders o packers para masculinidades, y/o disidencias), y por sobre todo porque manejamos una atención personalizada que busca informar, empoderar y alentar que se generen preguntas. Además de tener una consejería digital en funcionamiento.

¿Las guías rápidas y los fanzines realizados junto a diverses historietistas van en esa dirección?

El primer fanzine impreso lo hicimos junto a Feminutancia, y lo empezamos a distribuir a la gorra junto con los juguetes. Así empezó la editora. Todo eso no hubiese sido posible si personas maravillosas como Cons Oroza, Sukermercado, Judith Asilos, Carla De Tal, Femimutancia, Tallarines con Tuco, Mariana Amatista, Chocoburo, Chocoholicperv, entre muches otres, no hubieran creído e invertido su tiempo en nosotres, además de compartir nuestra necesidad de comunicar sobre estos temas. Les debemos todo.

En sus redes afloran frases como "¿Ya te cansaste de garchar como te enseñaron?", por ejemplo. ¿Kinky Vibe se propone una contra educación sexual?

Sí y no. Para contra educar tiene que haber un discurso con contenido educativo al cual contraponernos. Hay un discurso educativo con contenido al cual nos oponemos. Por ejemplo, la narrativa coital que plantea que el sexo es heterosexual, cisgénero y válido sólo cuando se practica en ciertas posiciones y lugares determinados. Pero la realidad es que, en muchos aspectos, hablamos de cosas que no se enseñan. No solo disentimos de la norma educativa imperante y nos contraponernos, sino que buscamos abrir la puerta a una exploración sin tabúes, estigmas o prejuicios.