La innovadora técnica de bioestimulación de hongos para remover la contaminación en los suelos nació en la Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO) de la mano de María Cecilia Medaura. La bioquímica y docente la Facultad de Ingeniería de 50 años recibió una mención especial por ese proyecto, que luego convirtió en su emprendimiento: MicoBio.
Desde 1997 hasta 2008, la investigadora formó parte de un grupo de esa casa de estudios dedicado a aplicar técnicas de biorremediación clásica a suelos contaminados con hidrocarburos, una problemática a combatir por las empresas petroleras.
Consistía en separar la tierra contaminada y colocarla en contenedores para luego someterla al tratamiento de remediación. Para ello, el grupo de UNCUYO simulaba la microflora bacteriana del suelo, agregaban nutrientes y fertilizantes, hidratación y aereación a través de la remoción mecánica de la tierra, que pasaban a formar “biopilas”.
En un experimento, Medaura utilizó estiércol de cabras en lugar de fertilizantes y observó por primera vez el hongo que daría lugar a su tesis doctoral en Ingeniería especializada en Biotecnología Ambiental y a la mención especial “Innova Emprende”, que le entregó en 2014 el Ministerio de Agroindustria y Tecnología de la provincia de Mendoza.
¿Cuál es la importancia de esos organismos? “El hongo tiene una capacidad enzimática más poderosa que las bacterias en cuanto a la ruptura de los hidrocarburos de mayor peso molecular, lo que permite degradar contaminantes más pesados, como son la mayoría de los petróleos en Argentina y, sobre todo, en Mendoza”, explicó la también magister en Gestión Ambiental por UNCUYO.
Esta tecnología también reduce los tiempos de remediación a la mitad en comparación a la técnica clásica, un avance más que positivo cuando se trata de recuperar la vida útil de los suelos e impedir la filtración de los contaminantes a las napas subterráneas.
MicoBio, nacida en 2013, ya lleva cerca de 30 mil metros cúbicos tratados y experimenta con otros hongos de mayor capacidad enzimática para tratar residuos más difíciles de degradar.
Para ello, utilizan residuos de la industria agroalimentaria, como pulpas de jugos de frutas o vegetales y los mezclan con excremento de animales para generar un caldo de cultivo que introducen en el suelo para hacer crecer los hongos.
“Espero poder llevar está tecnología a distintos lugares. Estoy convencida de que esto es lo mejor que podemos hacer para el ambiente, porque utilizamos residuos de otras industrias para tratar otros residuos. Finalmente, el suelo queda recuperado y adquiere su capacidad fértil”, destacó Medaura.