“¿Y si me saltan las lágrimas y no puedo hablar?
¿Por qué no estoy llorando ahora?
¿Por qué no iba a llorar ahora?
¿Por qué estoy llorando ahora?
Cuando yo me mura, ¿quién llorará?
¿Seguiré con este nudo en la cabeza?
¿Me lo arrancarán?
¿Me lo quemarán?
¿Se convertirá en ceniza?
¿Me sobrevivirá?”

El pelo negro de Helena la desvela. La muerte. La comida. El vino. Su historia. El abuso. El pelo como una metáfora de enredo en la literatura que Luna Miguel viene a peinar en El funeral de Lolita, donde su propio pelo aparece despeinado por tajadas de mechones como una luz sobre sus ojos cerrados. Lolita es un nombre que se resignifica en este entierro. La vulneración no es igual a la vulnerabilidad. Y el abuso no es igual, sino simétricamente opuesto, al abuso. Pero incluso más allá de la literalidad de Lolita, de Vladimir Nabokov, escrito en 1955, que el propio autor discute en relación a la interpretación masiva de su propia obra: “Lolita no es una niña perversa. Es una pobre niña que corrompen (...) Y es muy interesante plantearse, como hacen ustedes los periodistas, el problema de la tonta degradación que el personaje de la nínfula que yo inventé en 1955 ha sufrido entre el gran público”, dijo Nabokov en 1975, en una cita rescatada en la nota “Manual de instrucciones para leer a Lolita”, de Tereixa Constenla, publicada por El País, el 11 de marzo del 2018, en los debates culturales post #MeToo. Ni siquiera Lolita es lo que se hizo de Lolita: una apología de la niña sexy que sí quiere tener sexo con quien la daña. No es la obra, sino la apología que se hace a partir de la obra. Y, por supuesto, la obra de mitad del siglo XX puede leerse en un contexto histórico, puede leerse críticamente y puede leerse en un marco social. Pero lo fundamental no es cómo se lean a los escritores que ya escribieron, sino como se está reescribiendo la historia, el deseo, el abuso, incluso el hambre y el pelo por las escritoras que toman impulso y quitan el enredo entre violencia y seducción para que el goce quede claro y no mezclado con la opresión.

Luna Miguel vino a Buenos Aires, un sitio que no conocía por postales, sino por posteos. “Es desvirtualizar una ciudad”, dice en una definición que hace de los pies sobre la Avenida de Mayo una forma de salir de los ojos en el teléfono y recorrer una ciudad a la que buscó sacarle la ficha entre puestos de flores, la sorpresa de encontrar poesía y feminismo entre las secciones más importantes de las librerías de la Avenida Corrientes, paseos en motos y sus lecturas de siesta. “Venir aquí es ponerle caras a escritoras y escritores que venía leyendo por Internet y conocer lugares y librerías míticas de mi cultura lectora. Además Buenos Aires es un lugar de gran creación literaria y periodística”, valoriza. “Hay poco lugares donde lo viejo y lo nuevo conviven tan bien”, destaca. En Europa es verano y su valija tiene tantos libros, comprados, regalados, conseguidos como piezas que postea en el hashtag #loslibrosdeluna que deja sus botas negras ya gastadas de transitar por Berlin, Barcelona o Cartagena para poder pasar la literatura argentina sin exceso de equipaje en el que se lleva obras de Alejandra Pizarnik y Magalí Etchebarne.

Vino a participar del 14° Festival Internacional de Poesía. Y presentó El funeral de Lolita, una novela recientemente publicada en Argentina, por el sello Lumen. Luna Miguel nació en Alcalá de Henares, en 1990. Empezó a escribir de chica, muy chica y a los dieciocho años, en un diario de izquierda, le dieron una columna con la venta de “Tan fresca” para que su juventud fuera exotismo nocturno y gancho para hablar de sexo, así, sin candados pero como una extrañeza. Ahora tiene 28 años y vive en Barcelona. Es editora en PlayGround y columnista en El Cultural. Publicó los libros de poesía Estar enfermo, Poetry is not dead, La tumba del marinero, Los estómagos y El arrecife de las sirenas. También es autora del cuento “Exhumación” (escrito junto con Antonio J. Rodríguez) y del ensayo El dedo. Breves apuntes sobre la masturbación, que a pesar de creer que ya se dijo todavía tiene tanto que decirse y que fue censurada por Facebook porque da más miedo la autoexploración que las publicaciones comerciales hot. También trae y recomienda, por ejemplo, a la veterinaria y escritora feminista española, María Sánchez, autora de Tierra de mujeres, en donde la vida rural, la reivindicación de madres y abuelas y la valoración se cruzan con las letras como en los aviones que ya no hacen falta para leerse en redes. 

-Antes se llegaba a la política desde la literatura. Ahora rescatás que muchas chicas llegan a la literatura desde la política y el feminismo. ¿Cómo valoras este fenómeno?

-Se está consumiendo literatura de una manera mucho más voraz. Ahora en España se está debatiendo sobre el machismo en la literatura y hay muchos señores que dicen: "noooo, pero si ahora se las lee mucho más". Y pues, ahora se las lee más porque antes no se las leía tanto (risas). Es una consecuencia directa de una necesidad y un reclamo. Uno de los libros que más está funcionando en España es de una poeta y veterinaria de campo María Sánchez que es una reivindicación a las mujeres de su familia. Ella se dio cuenta que era veterinaria porque admiraba a su padre pero que suponía que su padre era el guay y no su madre y su abuela. Ahora lo está leyendo mucha gente y lleva seis ediciones. El modo que está escrito es muy hermoso pero se llega a leer más gracias al feminismo. Y demuestra hasta que punto es falso que la literatura no tiene que ver con el día a día. La literatura nos está llevando a debatir de feminismo.

-Recién me mostrabas la nueva edición de El cuento de la criada, de Margaret Atwood, con una tapa en verde (en una alusión a la campaña por el aborto legal en Argentina) que cruza nuevamente el activismo con la literatura...

-Sí, también lo vemos en la series de HBO y Netflix que antes no estaban tan presentes. Por supuesto El cuento de la criada de Margaret Atwood a la que probablemente le den el Nobel algún día. Ella no estaba pensando en el caso argentino cuando lo escribió pero se da cuenta que lo que escribe influye en la sociedad, y eso es importante para quitar la idea que el arte no tiene responsabilidad con lo que pasa en el mundo. Es tonto pensar que lo que escribimos no tiene que ver con la vida real.

-¿Qué significa para vos la autoexploración? ¿Por qué mientras algunos dicen que ya se escribió sobre la masturbación todavía sigue causando tanto escándalo que Facebook te censuró las imágenes de tu libro?

-¿Cuántos poemas se han escrito sobre pájaros y eso no significa que ya sepamos o se haya escrito todo sobre pájaros? Que haya algún libro sobre la vulva no significa que tengamos que saberlo todo sobre la vulva. Cualquier voluntad de hablar de temas tabú es que molestan tanto que si una sola vez se ha hablado quieren que no se siga hablando. Y pasa con el aborto y la masturbación, pues igual. Yo estoy re-escribiendo el libro El dedo. Breves apuntes sobre la masturbación porque me da la posibilidad de autocorregirme.

-En El funeral de Lolita también narrás la masturbación femenina. ¿Cómo abordás la sexualidad en tus obras?

-Sí, la protagonista se masturba en varias ocasiones. Y a pesar que hay sexo en el libro no es erótico. No son escenas para que el lector disfrute. No es para que sea agradable, ni desagradable. Es sexo y ya. Yo quería erradicar el erotismo porque no quería que cualquiera se aprovechara de su sexualidad para su propio placer. Yo solo quiero que sea ella la que disfrute y no que a un lector se le ponga dura leyendo con alguien que ha sufrido un trauma sexual. Es difícil porque hablar de sexo siempre despierta sensaciones y sentimientos. En cambio, en la novela que estoy escribiendo ahora, y se llama Conejitos, sobre mamis y papis que se encuentran en escuelas infantiles y en donde hay un ligoteo muy raro porque son personas con las que solo te une tener hijos de la misma edad. ¿Se puede vivir una pasión con alguien que solo ves cinco minutos al día y en donde hay olor a vómitos de niño? Aquí sí utilizo elementos eróticos. No quiero que nadie disfrute ni se aproveche con la sexualidad de una niña de quince años. En cambio, sí me apetece demostrar que las madres sí follan. La literatura erótica puede ser muy poderosa.

-Una de las mayores críticas al feminismo es quererlo hacer pasar por censor. ¿Cómo te parás frente a esa idea y qué importancia tiene escribir sobre el deseo para que cambie el punto de vista?

¿Por qué podemos ver penes en todas partes y no podemos ver menstruación? ¿Por qué no podemos ver estrías? Hay muchos desnudos y se ha hablado de sexo, pero siempre desde el punto de vista masculino que es el verdadero censor.

-¿Crees que es más importante escribir sobre el deseo más que la idea de la censura?

-Yo jamás he deseado que se prohíba Lolita o se censure a Nabokov. Lo que es terrorífico que se lo siga leyendo sin sentido crítico. No hay censura, el libro está en todas partes. Pero hay que leerlo con los ojos del siglo XXI. Y el propio autor decía que escribió una novela no sobre una niña perversa, sino sobre quien la viola, la rapta y mata a su madre y se queda con su herencia. Es alguien que roba, mata, viola y encima como es un intelectual europeo todo el mundo le cree a él. ¿En qué momento hemos creído que una niña violada era una perversa? Lo terrible es lo mal que leemos. No es una oda, es una crítica y una radiografía de lo monstruoso que puede ser el hombre a través de sus permanentes abusos. Al principio se dice: "Es la confesión de un criminal". Pero me hace gracia que dicen "Ahora quieren censurar Lolita". No, es que en su puta vida han entendido el libro.

-El personaje de Helena no es sumisa, es aguerrida, está en las redes sociales. ¿Es parte de una revolución contra el abuso sexual de adultos y de tomar su propio deseo?

-Ella sabe que fue abusada, pero no lo verbaliza, es pre #MeToo. Ella no habla que la han violado. Lo sabe, pero no lo verbaliza. Me interesa mostrar todo lo que no hemos dicho. Yo jamás he contado cosas que me han pasado. Me interesa contar historias de personas que necesitan hablar y escribir una novela. Es algo con lo que lidias. Y es algo que tenemos en común con la protagonista: hay miedo a hablar pero con otras formas de calmar el dolor. Hay otros mecanismos para salvarse y salvar a las demás.

-Nunca hay un modo único de enfrentar un proceso...

-Su manera de enfrentarlo es ir a su funeral porque ver al tío que le ha hecho tanto daño es decir "te jodes". Con mucho dolor ha tragado sus penas, pero ella puede seguir.

-Helena de niña tira avioncitos con cartas de amor a su mamá fallecida. ¿De alguna manera escribir es retomar los avioncitos de papel?

-Ella sabía a los siete años que era escribir al todo y a la nada.

-A los 18 años vos escribías de sexualidad, drogas y alcohol y el diario te ponía "tan fresca" en la edición...

 

-A mi también me decían la Lolita de la literatura española o la Miley Cyrus, ya quisiera yo parecerme, pero es infantilizarlo todo. Yo no soy una joven promesa, llevo años prometiendo, pero no quiero ser una promesa. Soy una escritora.