La imagen de lxs intérpretes en estado de indefinición, como si se acercaran a la noción de personaje sin alcanzarla por completo, estructura esa situación inconclusa que sostiene todo el desarrollo de Stanislavski - Fantasmatic. Será el cuerpo y su interioridad, tal vez el corazón al que se alude de mil maneras, la materia de una preocupación que logra convertirse en conflicto. Aquí actores y actrices se debaten sobre la naturaleza misma de su trabajo y revisan su tarea apelando al maestro ruso. La sensibilidad que es casi una promesa en cada movimiento, en cada nombre que llama a un compañero, parece instalar un estado de socorro. Es que Ciro Zorzoli como director elige al primer Stanislavski, ese que se mostraba alerta al proceso de las emociones, convencido que actuar era justamente, desandar el camino de un cuerpo y entender cuál era el móvil que constituía la organicidad de los estados y sensaciones para reproducirlas en las condiciones de representación. Tal vez a Zorzoli le haya tocado el capítulo más difícil del ciclo “Invocaciones”, curado por Mercedes Halfón porque aquí no se trata de una estética, como en las ocho experiencias anteriores, sino de una pedagogía que es casi inevitable al momento de disponerse a la actuación. Cualquiera puede valerse del método stanislavskiano sin conocerlo y justamente es esa primera insinuación la que el elenco de Fantasmatic recupera.
Lo que sucede cuando Marianela Pensado confiesa que “Amor no hay” y el dolor que ella supone, debería trasmitir, no surge en las repeticiones de su texto. La desesperación los lleva a buscar posiciones que predispongan a la melancolía. Así actores y actrices estarán a punto de caer en la depresión porque ese primer Stanislavski demandaba una identificación absoluta con las circunstancias del personaje. La versión que plasmó el Actors Studio alentó a transitar en la vida real instancias similares a las que los intérpretes debían abordar en la ficción.
La memoria emotiva se revela como un episodio de esta búsqueda porque actores y actrices son aquí exploradorxs de su cuerpo y sus afectividades. La dramaturgia que Zorzoli realiza con Diego Velásquez, no elude cierta ironía o, al menos, un destello de humor. El personaje de Paola Barrientos se pregunta dónde está ese actor que intenta recordar y rescatar ese dolor del pasado. Hacia el final la actriz convierte un testimonio en un breve monólogo que sintetiza la esencia del método stanislavskiano cuando el maestro ruso descubre que hay que sostener el momento presente de la escena, que la relación con el partener es el soporte de la acción. De algún modo ese costurero que el personaje de Barrientos pide encontrar, juega con cierta sencillez la noción del método de las acciones físicas que, en este caso, es reducido a una tarea ínfima. El director ruso replanteó completamente su método después de un intento fallido de llevar a escena los textos de Antón Chéjov.
Zorzoli arma una trama con los equívocos, con las lecturas variadas que la pedagogía de Stanislavski despertó como escuelas enfrentadas. Los actores y actrices se desplazan en el escenario en un estado de fuga, la escena es inasible, aprovechan ese caos para hacer y deshacer pequeñas situaciones. Hay un espíritu de ensayo, de preparación o entrenamiento que no le quita solidez a la propuesta sino que la sitúa como una obra abierta, como una forma de pensamiento con el cuerpo. Las ideas sobre Stanislavski funcionan como una teoría que se pone a prueba porque la actuación es una narrativa inconsistente y el maestro ruso consiguió sistematizarla. Como si en su método pudiera descifrarse la vida entera.
Stanislavski / Fantasmatic se presenta los sábados a las 22 y los domingos a las 21 en El Cultural San Martín.