Oriunda de Divinópolis, cerca del área metropolitana de Belo Horizonte, Adélia Prado (1935) publicó en 1976 su primer libro de poesía, Bagaje. Tenía cuarenta años y, debido a su voz magnética y carnal, se convirtió en una revelación. Esa palabra no es casual a la hora de definir una poesía donde la fe religiosa, específicamente la cristiana, deja una impronta evidente. “Yo no sé qué es,/ pero sé que existe un grano de salvación/ escondido en las cosas de este mundo”, sugiere en el poema “La poesía, la salvación y la vida”, de El corazón disparado, su segundo libro. Prado escribe poesía como si buscara esos granos de salvación, que a veces son granos de amor o granos de alegría, en un mundo donde retumba la “campana tartamuda” de la tristeza. Cuando Prado presentó su primer libro en Río de Janeiro, asistieron al acto Carlos Drummond de Andrade y Clarice Lispector, entre otras figuras del mundo literario de su país. La poeta de origen popular (su padre era trabajador ferroviario y su madre, ama de casa) había sido reconocida por dos de sus “dioses” de la literatura. El tercero era João Guimarães Rosa.
Hasta hoy, cuando Griselda García Editora da a conocer Poesía reunida, no había en la Argentina muchas traducciones de la obra de esa mística tropical, cuya atención se posa en “la vida vidita, los fenómenos, lo ordinario del día a día, la comida, la familia, la enfermedad, el sueño, la muerte”. Claudia Schwartz y Fernando Noy habían traducido, en 1994, El corazón disparado. En esta ocasión la traducción también estuvo a cargo de un poeta: José Ioskyn. “Adélia Prado escribe sobre lo cotidiano, a veces con gran sencillez, aunque es una poesía muy fina en la que hay frases complejas que invitan a la relectura –dice Ioskyn-. Ya sea por su melodía o por la sintaxis, o por la combinación sutil entre la emoción y lo carnal, nunca te deja indiferente. Es difícil no sentirse atraído como lector”. Para el traductor, que contó con la colaboración del profesor Antonio Lomeu, Prado se mantiene fiel a su voz desde hace medio siglo. “Es tal vez la poeta más importante de Brasil desde hace tiempo, seguramente la más leída, recitada y querida y ha sido traducida a muchos otros idiomas”, agrega. La edición actual reúne poemas de sus libros publicados entre 1976 y 2013.
La editora de los poemas de Prado (eróticos y bíblicos, orgullosos y austeros) también es poeta. “La leí por primera vez hace veinte años, en el campo de mi amigo Sergio Rigazio, en Junín. ‘Cara, tenés que leerla a Adélia, te va a encantar’, me decía. Y me costaba, en ese momento, encontrar sus poemas; solo aparecían textos sueltos en una internet todavía bastante precaria en contenidos. Pero volviendo: veo el arco que se describe entre leer poemas sueltos de un autor y publicarlos en un libro y realmente me parece algo de otro plano, algo que no se puede entender aplicando la razón ordinaria”. Editora y traductor hicieron gestiones durante un año y medio para poder publicar la selección de poemas. “La misma Adélia dio su aprobación, a través del agente literario -cuenta García-. Los brasileños se tomaron todo el tiempo del mundo para responder los mails. No los culpo: si yo viviera en Río de Janeiro tocaría una computadora cada quince días”.
“Mi madre pensaba que el estudio/ era la cosa más fina del mundo./ No lo es./ La cosa más hermosa del mundo es el sentimiento”, se lee en el poema “Enseñanza”. Y a continuación, Prado desarrolla una escena cotidiana protagonizada por sus padres. En muchas ocasiones, sus poemas contienen una afirmación, sencilla y elevada al mismo tiempo, que el propio poema se encargará de demostrar. Un ritmo de antífona, de rezo cantado y de sermón se entremezcla con la voluntad de la escritora brasileña: seguir el rastro de la divinidad en las cosas.

Adélia Prado. Poesía reunida.

 

Griselda García Editora.

Traducción de José Ioskyn.