“El acuerdo de libre comercio con la Unión Europea (UE) restringe el margen de maniobra del Estado para la aplicación de políticas desarrollistas. En el contexto histórico de disputa por el modelo entre el esquema liberal y el desarrollista, esto marca un camino, a pesar de que no hay consensos en la sociedad con respecto a este debate”, explica Julieta Zelicovich, doctora en Relaciones Internacionales de la Universidad de Rosario e investigadora del Conicet. En diálogo con Página/12, Zelicovich analiza que la firma del acuerdo viene a coordinar los intereses electorales de Mauricio Macri y la necesidad de Jair Bolsonaro de cambiar el eje de la agenda política en Brasil con un proceso de renovación de autoridades de la Comisión Europea que le exigía mostrar resultados. Espera efectos negativos sobre el empleo nacional y advierte que el acuerdo contiene graves deficiencias de origen en cuanto a su legitimidad social.
-¿Cómo se entiende el acuerdo desde la política internacional?
-Se lee en la disputa por la gobernanza global del comercio. La economía global se orienta hacia tres polos, EEUU, Europa y China, pero esta gobernanza está en disputa, no hay un liderazgo claro. Y cada polo desarrolla estrategias para forzar las normas hacia su lado. Europa busca desarrollar poder y lo hace a su manera, es decir, a través de un comercio basado en normas, pero las normas hechas a su medida. La Unión Europea busca cerrar acuerdos de libre comercio bajo esquemas de normas que ya funcionan allá.
-Entonces no sólo la UE es una contraparte comercial mucho más poderosa, sino que las reglas están hechas a su medida.
-Sí, por eso se trata de una definición comercial fuerte. Argentina tiene como característica que no hay un consenso acerca del modelo desarrollo económico. Lo que hace este acuerdo es restringir los márgenes de maniobra respecto de cuánto se puede mover ese péndulo. Achica el margen para la aplicación de políticas de corte desarrollista. Es un parteaguas.
-¿Qué instrumentos de política económica quedarían restringidos?
-Un ejemplo claro es la eliminación de las retenciones a las exportaciones que se dirigen a la UE, lo cual afecta un recurso fiscal significativo. Otro ejemplo es la reducción de aranceles, que suelen operar como una protección para la producción local de bienes. También hay disposiciones fitosanitarias y obstáculos técnicos a las importaciones que quedan muy limitados, así como también el rol de las empresas del Estado, que son otro elemento de política desarrollista.
-El acuerdo tiene definiciones estructurales sobre temas económicos en los que hay una fuerte disputa histórica, que se replica ahora entre las principales opciones que juegan en esta elección presidencial. ¿Qué implica este déficit de origen en el debate del acuerdo?
-Prácticamente no hubo intervención de la sociedad civil, de cámaras empresarias ni de legislativos. Y los escasos mecanismos de consulta difícilmente trascendieron a la Ciudad de Buenos Aires. En consecuencia, la ratificación del acuerdo que deben hacer todos los parlamentos nacionales involucrados queda, en el caso argentino, ligado directamente a la composición política que coyunturalmente tendrá a la hora del tratamiento.
-¿Qué relación tiene esta debilidad política con la posibilidad de la ratificación parcial que apoya el Gobierno argentino?
-Se plantea la puesta en vigor anticipada. Esto implica que una vez que el parlamento europeo ratifique la parte comercial, la ratificación en el Mercosur se realizaría por país. Es decir que si ratifica Brasil, allí entraría en vigor. Esto implica un mecanismo de presión, porque el que no ratifica compite con importados europeos que ingresan al país vecino sin obtener beneficios del acuerdo en sus exportaciones.
-¿Qué efectos se espera que tenga el acuerdo sobre la economía argentina en el mediano plazo?
-Parecería que las ganancias de Europa son más interesantes que las del Mercosur. De hecho, las barreras arancelarias del Mercosur son actualmente más altas y está todo el sistema de protección agrícola europeo que va a seguir en pie. Los efectos positivos para la Argentina aparecen en los sectores exportadores de alimentos en donde la Unión Europea libera cuotas de importación, como es el caso de carnes, lácteos, pollo, cerdo, arroz y miel. También se abren posibilidades en la exportación de servicios. En cambio, quedan perjudicados los sectores que compiten con las importaciones, como autos y otros equipos para transporte, textiles, químicos, indumentaria, madera, papel, metales y maquinaria. Son los sectores que involucran más mano de obra. Por otro lado, las exportaciones hacia el resto del Mercosur también quedarían relegadas porque encontrarían mayor competencia europea. En el caso de los consumidores individuales, habría mayor oferta de productos europeos a precios más reducidos.
-¿Cuál sería el efecto neto sobre el empleo?
-El problema es cuál es la capacidad de aquellos sectores con mayores posibilidades de exportación de absorber el empleo que se pierde por el cierre de fábricas ante el aumento de importaciones. Lo que se ve en otras economías, por ejemplo en el cordón industrial de Estados Unidos, es que hay amplios sectores que no se reacomodan y se genera mucho descontento. El problema del empleo es sustantivo.
-¿Qué rol seguirán jugando los mecanismos europeos de protección agrícola que podrían afectar negativamente al grupo de los sectores exportadores ganadores?
-El sistema comercial agropecuario europeo tiene trabas que van mucho más allá de los aranceles. Lo que es seguro es que las empresas que pretendan aprovechar las nuevas cuotas que abrirá Europa (son cuotas, a diferencia de la apertura total del Mercosur) van a tener que adecuar sus procesos productivos. Hay una potencialidad, pero para aprovecharla es necesario realizar una inversión en términos de trazabilidad, estándares ambientales y certificaciones. Lo que también está claro es que la Unión Europea no va a desarmar su sistema de subsidios.