"El secreto de este encuentro es que vamos a cambiar al país y al mundo”, fueron las primeras palabras de Moira Millán, la coordinadora general del Parlamento de Mujeres Indígenas, a las casi 300 mujeres indígenas de las 36 naciones originarias que acababan de llegar a la ciudad de Las Grutas, Río Negro, desde distintos puntos del actual territorio argentino y latinoamericano. Las palabras de Moira sonaron fuerte el miércoles 17, mientras la noche empezaba a entrar por la escuela acondicionada como salón principal. Hacía un rato, dos micros repletos de mujeres habían cruzado varias provincias de punta a punta para llegar a la ciudad balnearia del sur elegida como sede central para el Parlamento de Mujeres Indígenas de este año.
Si bien el Parlamento tuvo su primera edición el año pasado en Ensenada, su verdadero origen se remonta a 2012, cuando en un centro cultural del pueblo Qom, en el barrio Toba de Rosario, un grupo de mujeres de distintos pueblos se reunieron para intercambiar opiniones y acordaron realizar una marcha que, años más tarde, se transformó en lo que hoy es el Movimiento de Mujeres Indígenas Por el Buen Vivir: una organización autónoma, autogestiva, apartidaria, antipatriarcal, anticapitalista y antirracista, conformada por distintas mujeres indígenas de pueblos originarios como el aymara, aba guaraní, mbya guaraní, kolla, mapuche, anquel, wichí, qom, charrúa, quechua, tehuelche, diaguita, entre otros.
Participaron grandes referentes indígenas, como la Machi Francisca Linconao, mujer mapuche criminalizada y detenida sin causa por el Estado chileno; Moira Millán, e Irma Caupán, integrante del Movimiento y co-coordinadora del encuentro: "Las mujeres indígenas necesitamos parlamentar y organizarnos para hablar de todo lo que estamos sufriendo; de las opresiones en los diferentes lugares que habitamos, y también para encontrar la manera de luchar contra lo que fue y sigue siendo el Estado, que con su colonización genocida nos ha despojado de nuestros territorios en los cuales hemos vivido milenariamente, siendo siempre parte de toda la Naturaleza. Por eso nos autoconvocamos: necesitamos fortalecernos, fortalecer nuestras identidades, y ponerle palabras a toda la violencia que venimos sufriendo no solamente por el patriarcado, sino también por las instituciones y por la violencia misma que se ejerce también dentro de las comunidades. Nos queremos plurinacional porque necesitamos dejar de ser discriminadas y empezar, de una vez por todas, a ser respetadas y valoradas por lo que realmente somos".
Durante tres días, las mujeres de las diferentes naciones tomaron la palabra en sus diversas lenguas traducidas simultáneamente por otras hermanas, y así fueron expresando sus preocupaciones y experiencias frente a temáticas específicas que afectan a sus cuerpos y a sus territorios. La violencia patriarcal y la justicia machista también tuvieron su espacio dentro del Parlamento: “¿Escrache o justicia punitivista a la violencia de género en nuestras comunidades? ¿Hay formas de administración de justicia propia desde los pueblos indígenas? ¿Qué hacemos con los machos violentos de nuestras comunidades?”, preguntaban las coordinadoras para que sean las mismas mujeres indígenas quienes contesten desde sus propias vivencias.
“En nuestras comunidades hay femicidios y los hombres no van presos, están libres, tenemos maridos golpeadores y peleamos con ellos porque nosotras no somos de ellos, somos de nosotras”. “Mi ex pareja me quiso pegar, yo lo denuncié pero la Justicia se demora 500 años porque las leyes están dirigidas por machos.” “Tenemos también que denunciar a los propios referentes de las comunidades, porque no nos acompañan en esta situación”, fueron algunas de las declaraciones. La complejidad del aborto también tuvo lugar dentro del Parlamento: “Acompaño a tres nenas que están siendo abusadas: una tiene doce años, la hicieron parir un bebé, la nena se lastimaba el cuerpo porque no quería tenerlo. El bebé nació por cesárea y al poco tiempo murió por falta de peso, y ahora la nena carga con la culpa de esa muerte”, relata María Fleitas, mujer qom, mientras el espacio se llena de un silencio abrumador.
Hermanas de distintas comunidades del actual territorio latinoamericano también estuvieron presentes denunciando la violencia machista que padecen: “No nos interesa el poder, el poder es una cárcel, lo que nos interesa es reflexionar sobre cómo transformar y revolucionar nuestras vidas”, expresa Rocío, mujer indígena de la nación Kichwa, pueblo Panzaleo del Ecuador. “Muchas de nosotras aprendimos que tenemos derechos porque escuchamos que otras mujeres los tienen, lo que queremos es fortalecer al feminismo, así como las referentes feministas nos ayudaron a nosotras en este camino”, asegura Evis Millán, hermana de Moira e integrante del Movimiento, refiriéndose a la tensa relación entre las mujeres indígenas y un sector del feminismo que decidió este año que el Encuentro Nacional de Mujeres no sea plurinacional, excluyendo de este modo a todas las indígenas, ya que no se consideran parte de la nación argentina: “En este Parlamento también le hablamos al feminismo activista, queremos mostrarles este otro mundo, y las queremos como aliadas, pero para eso es importante que conozcan y entiendan que somos parte de la lucha antipatriarcal pero desde nuestra propia identidad”, refuerza Moira Millán.
Palabras que interpelan
Los distintos modos de violencia y discriminación hacia los pueblos originarios también se traducen en algunos conceptos que circularon en el Parlamento y que tal vez no son tan conocidos fuera del Movimiento. Feminicidios, plurinacionalidad y pluriversalidad son algunos de los términos que vienen a desbordar los márgenes del debate.
¿Por qué en el Parlamento se habló de feminicidios en vez de femicidios?
Evis Millán: -Feminicidios es un término más bien político, donde el responsable directo de la muerte es el Estado. En los casos de las denuncias indígenas en las fronteras, por ejemplo, las mujeres son asesinadas por las empresas, porque de esa manera las sacan del territorio. La decisión de jueces y demás funcionarios del orden público forman parte también de esta política ejercida por un poder muy claro del Estado. Por eso entendemos que el término femicidio es muy reducido, porque sólo se refiere a los asesinatos cometidos por la pareja o las personas cercanas a una mujer pero no interpela ni pone como principal responsable al Estado patriarcal en el cual vivimos.
¿Por qué es urgente que el Movimiento Nacional de Mujeres se declare plurinacional?
Celeste Vientos: -Las mujeres indígenas seguimos invisibilizadas y nuestros cuerpos también son violentados por el patriarcado. Por eso es necesario traer nuestras voces desde los distintos territorios que aún resisten. Creemos que algunas compañeras feministas no dimensionan que muchas hermanas están siendo judicializadas y perseguidas por defender las tierras ancestrales amenazadas por megaproyectos que depredan la naturaleza. Mientras las indígenas que vivimos en las ciudades hemos sufrido el racismo desde que somos niñas de parte de las instituciones, y también en el mercado laboral. Por eso creemos que negar la plurinacionalidad también es avalar el silenciamiento que ejerce el Estado sobre las naciones indígenas.
¿Qué es la “pluriversidad” y cómo surge esta propuesta?
María Urquizu: -La propuesta surge desde la necesidad de pensar espacios donde nos encontremos las mujeres de las distintas naciones indígenas para pensarnos, formarnos, generar estrategias y continuar cultivando nuestros saberes ancestrales. Sería un espacio donde podamos aprender y enseñarnos entre todas, construir educaciones indígenas desde nuestras cosmogonías. Queremos ejercer el derecho a tener una educación bilingüe e intercultural. Estamos perdiendo nuestras lenguas madres porque la educación occidental cristiana y hegemónica no las incorpora. Si nosotras no generamos espacios donde podamos cultivarlas y cuidarlas, este capitalismo salvaje se come todo.
“Todas las mujeres cargamos con historias distintas, todas sufrimos de diferentes formas pero, a la vez, eso también es lo que nos une”, reflexiona una mujer indígena, y las palabras resuenan como un eco después de que el encuentro concluye. Marcado por las emociones, los abrazos y la potencia de un lazo espiritual y ancestral que une a todas las mujeres indígenas, con la certeza de que nunca más volverán a estar solas.