“Sos un pelotudo”, fue la primera reacción de Barby Franco cuando advirtió que la “muerte” de su pareja Fernando Burlando era una puesta en escena, una forma espectacular y ¿copada? de proponerle matrimonio. Luego, claro, hubo besos y abrazos para las cámaras y “final feliz”, pero Barby lloró cuando vio que su novio se caía en el partido de polo que jugó la semana pasada, que había gritos a su alrededor, paramédicos, ambulancia y hasta un simulacro de resucitamiento. El matrimonio es una institución en crisis. La evidencia se constata en los números: el año pasado se casaron en la Argentina 127.378 personas, y la tasa de nupcialidad arrojó 2.9, una cifra que no para de bajar año a año. Sin embargo -y por eso mismo-, reforzar el valor que esa ceremonia tiene en la vida de una mujer es un imperativo patriarcal. El futuro marido despliega una situación que angustia a su compañera con un simulacro que será repetido al infinito en las redes sociales y, claro, reforzará el lugar de ese hombre como un proveedor, incluso, de emociones fuertes para llegar al momento sublime de la oferta matrimonial porque ¿qué mujer no quiere casarse?
Barby Franco es modelo, tiene 28 años y está en pareja con Fernando Burlando, abogado mediático, sí, pero también el hombre que defiende a Juan Darthés, y en esos menesteres, capaz de poner en duda algo más que la palabra de Thelma Fardín, denunciante de violación. Para eso, este mediático echó mano a una frase que cala hondo en un sentido común formateado para monitorear siempre a las mujeres, señalarlas como mentirosas, y creer que cuando una mujer o identidad feminizada dice que no, puede ser sí. Matices y argumentaciones para justificar la violencia. “La víctima en ningún momento hace una clara manifestación de ese rechazo", dijo el abogado, y siguió: “Le dijo ‘No Juan’, pero no es un no categórico”.
Nadie quiere hacer futurología, y ninguna situación es extrapolable, pero… ¿cuánto espacio para el no le queda a una mujer que recibe una propuesta de matrimonio en una ambulancia, cuando cree que su pareja está muriendo? El argumento de oro es que ella quería casarse con él, lo había dicho de distintas maneras. Y entonces ¿a qué viene tanto despliegue?
Entre los imperativos de la construcción de la masculinidad todavía demasiado hegemónica, no sólo están el dinero y el status, sino también, y sobre todo, la exhibición de ese poder de convicción que haga imposible a la mujer –a las mujeres- decirle que no. Ese sentido parece vigente en una propuesta como ésta. ¿Quién podría rechazar a un hombre capaz de convocar a ‘cómplices’ y hasta a un vehículo sanitario para demostrar su amor?
Fernando Burlando se inspiró, seguramente, en un video que se viralizó el 1° de julio, proveniente de Rusia, donde un hombre le propone matrimonio a su novia con un operativo (apenas) un poco más cruel. Van en un auto, los para la policía, de golpe se suman patrulleros, en la mano del novio hay algo que parece una bolsa de cocaína, gritos, insultos, el accionar de las fuerzas de seguridad y de fondo se escuchan los gritos desesperados de ella, que se ve envuelta de golpe en la pesadilla. Por ¿suerte?, aparece en escena un ramo de flores, y un anillo de bodas envuelto en la bolsa que había sido sinónimo de peligro. Una metáfora que también resulta efectiva. El estereotipo del macho que contrata actores, patrulleros y salva a la joven de la pesadilla para llevarla al altar se pone en juego de un modo pueril. Claro que esa escena, repetida hasta el hartazgo en redes sociales y portales de noticias, despertó la indignación de miles de personas, que repudiaron su violencia explícita.
Contraer matrimonio supone riesgos de las más diversas índoles, desde la consabida apuesta al amor que es pura incertidumbre hasta la rutina y las dificultades que la sociedad jerarquizada genéricamente supone todavía más para las mujeres. Todo eso puede matizarse de mil maneras porque cada pareja es una construcción singular, aunque siempre inscripta en un marco socio-cultural histórico. Ahora, cifrar el “sí” en una situación de tal desigualdad que uno sabe de qué se trata y la otra no, es una apuesta ciega. Más aún si la manipulación llega al miedo palpable y concreto de la muerte de la persona que amás.
Como la construcción de la masculinidad tiene públicos diversos, pero el privilegiado siempre es el de los pares, donde hay que revalidar los títulos de capacidad de crueldad intrínsecos a eso que en esta sociedad se considera un hombre, es significativo también que el video sobre la “propuesta” de Burlando empiece con él mismo mirando a cámara para decir “Está todo preparado, hay cómplices por todos lados”. Y remate: “Barby se lo merece. Las dos cosas, merece que le haga esta broma, y obviamente casarse”. Estar en edad de merecer es una frase muy antigua, pero retorna en la boca de Burlando como una dádiva masculina hacia el deseo femenino. ¿Por qué tendría un hombre deseo de casarse? ¿Apenas porque el 76 por ciento del trabajo de cuidado y doméstico no remunerado del país lo realizan las mujeres? Barby Franco no lavará platos, dirán quienes refuten el punto de vista de esta columna. Pero seguramente seguirá haciendo lo posible para “merecer” a un hombre “tan bueno” que es capaz de humillarla para que se case con ella.
Espectacularizar la violencia, lograr que un momento de angustia se convierta en “una joda”, poner el acento en los fines -¿el amor?- y no el medio, algunas de las operaciones que están allí, reforzando al matrimonio como la máxima expectativa de cualquier mujer que entra en relación con un hombre. Sin importar los costos.
¿Y qué te molesta que quiera casarse? Por supuesto que es muy dueña, ella y cualquier mujer. Si se trata de figuras públicas, cuyas decisiones, discusiones y avatares cotidianos se convierten en un continuo repetido en redes y tema de conversación en programas de chimentos, conviene aguzar el olfato para desentrañar los miles de sentidos que se abren, como en un espiral.
La violencia de género es –quizás sea una redundancia repetirlo en este suplemento- un problema social estructural, que tiene aristas múltiples. La simbólica, esa que va creando la condición de posibilidad de toda sujeción, y que es la madre de las otras formas de ejercicio violento, es también esa asimetría que tiene al uno muy tranquilo y simulando, mientras la otra sufre. Reforzar esa cantidad de estereotipos nunca es gratis, si se lo hace a través de un video que –en plena cuarta ola feminista- se repite con insistencia, es también una forma de advertencia, de disciplinamiento: si querés casarte, cada vez tendrás que soportar no saber de qué se trata, tener el poder es cosa de ellos.