“Los deseos avanzan y retroceden como las aguas
que periódicamente desbordan las orillas.”
Pascal Quignard
Cuando un matrimonio se divorcia y uno de sus miembros aporta uno o dos niños, y vuelve a casarse con otra persona que a su vez contribuye con uno o dos hijos, surge la famosa frase ”los míos, los tuyos, los nuestros”, que describe un grupo familiar donde las identidades y los roles de los adultos juegan sentidos particulares: papá y mamá se resignifican. Atender a estas familias demanda un cuidadoso uso del lenguaje porque pueden haberse cambiado los usos de la palabra padre o de la madre. ¿La nueva esposa del padre será “la nueva madre” de los hijos de la primera esposa del padre? De ninguna manera, pueden responder los chicos. Pero otros dirán lo contrario. Estas nuevas familias plantean algunas dificultades cuando fue preciso trabajar psicoterapéuticamente con ellas.
Otra complejización surgió cuando las parejas gay, casadas, desearon tener un hijo de la “propia sangre”. Por lo menos con los antecedentes del ADN de uno de ellos. Se recurrió a la técnica mal llamada “alquiler de vientres”, que en realidad es una subrogación de vientre; utilizando el esperma de uno de ellos se fecundó, mediante técnica de laboratorio, a la mujer elegida. El niño será parecido físicamente a ese miembro de la pareja y a la mujer que lo engendró. Pero el deseo de hijo puede presentarse como un modelo de familia que comprometa la amistad de esa mujer y entonces, siendo amigos entre los tres, deciden vivir juntos, constituyéndose en grupo familiar, con dos padres y una madre.
Puede enrarecerse el clima que inicialmente se colmó de buenas experiencias si la mujer comienza a sentir mas simpatía por uno de los miembros de la pareja gay y además a reclamar mayores derechos sobre el niño argumentando que ella lo engendró y lo ha parido. O sea, privilegia su rol de madre. En estas circunstancias, la situación psicoterapéutica incluye intervención judicial que hasta ese momento solo había sido necesaria para garantizar el nombre y apellido del niño.
Estas familias que forman parte de las plurifamiliares se organizan a partir de la confianza entre tres personas y su necesidad de disponer de una familia sin perder el vínculo con dos amigos, estimando como natural, defender el valor de la amistad y los valores de una familia, pero privilegiando el deseo de hijos de cada uno de ellos.
Cuando se trata de una matrimonio entre lesbianas que deciden engendrar una criatura y constituirse en familia, se suscita la alternativa de dos madres y un padre que será quien aporte el esperma. Con una alternativa a favor de ellas: pueden manipular el semen del donante y realizar una fecundación doméstica, tal como se relata en los tribunales de familia. Ese logro de intimidad sin intervención de laboratorio se complementa cuando los tres, matrimonio lésbico y varón donante viviendo en familia --no necesariamente juntos-- acceden a un modelo creado por la conjunción de los diferentes deseos de hijos de cada uno/a de ellos/ellas.
Son grupos familiares cuyos miembros disponen de una madurez y libertad política e intelectual como para ordenar el modelo de convivencia, distante de lo que habitualmente se conoce.
Las identidades de las criaturas que nacen de estas familias incorporan en sus historias el hecho de ser hijo de dos padres o de dos madres y llevan los apellidos que acordaron en familia.
El sobresalto que puede aparecer en quienes escuchan el tema por primera vez es comprensible puesto que de este modo la evidencia de la palabra familia resulta jaqueada. Y esa institución, que desde el derecho romano y mucho antes había sido considerada inamovible, sólida, planificada en un único sentido, demuestra haber sido modificada por el deseo de los humanos.
En el lugar de la tradición se imponen los deseos en el sentido de desear hacer algo, de querer hacerlo y el rompimiento con todo aquello que ha sido impuesto por las pautas culturales, que caen para ceder su espacio a otras modalidades. Lo que persiste es el deseo de hijo, pero el ser padre o madre, tal como siempre se ha interpretado, necesita ser definido en cada caso. Porque las criaturas que se generan habitualmente los llaman por sus nombres propios.
Las interminables preguntas que aparecen rondando la desconfianza y aun el espanto por las plurifamilias son fenómenos que naturalmente se acoplan a estos modelos que nos hablan del mundo de los deseos que los humanos no cesan de alentar.