“Machote” y “musculoso” dijo la jurado. M y M. Como quien de pronto devuelve pastillas consumidas a diario durante décadas, la modelo y conductora Carolina “Pampita” Ardohain lanzó al aire una crítica acaso coincidente con su recorrido en la industria de la delgadez, la musculación y el binarismo extremo. Al momento de la devolución como jurado del concurso, marcó a la dupla Usandivaras/Flor de la V otra posible configuración del remix del clásico “Vogue” de Madonna; otra decisión coreográfica que podría haber estimulado, según ella, un rol más estereotipado del bailarín hombre. En síntesis, lo que dejó claro fue que hubiera preferido otro resultado. Antes, Florencia Peña, también jurado, había sugerido algo parecido.
El baile no gustó. Sin embargo, fueron “machote” y “musculoso”, esas palabras entendidas hoy como palabrotas, el objeto de críticas en principio incentivadas por un tuit de la mismísima De la V, que reprodujo con sentido levemente irónico esa sugerencia de Pampita.
QUE SE PUEDE DECIR Y QUE NO
En una noche fría con innumerables programas sobre política al aire, las palabras “Gabo”, “Pampita” y “Flor” fueron tendencia en redes por hordas que más que en contra o a favor se manifestaron “cansados” ante tanta “sensibilidad” terminológica. Eran en apariencia muchos más los que relativizaban la carga violenta de las palabras de la modelo que los que impugnaban su punto de vista.
Arrastrados por un maremágnum en el que homofobia, misoginia, transfobia, machismo, pañuelo verde, colectivo de actrices, DNI de mujer, "al macho escracho" y "muerte al macho" parecen significarles lo mismo, Florencia y Gabo simularon desmayarse en escena mientras las dos mujeres del jurado (Pampita y Florencia Peña) se esforzaban por aclarar que machote y musculoso no se trataba de un señalamiento vinculado a la sexualidad de nadie sino sólo al evento específico del baile.
De la V amenazó con renunciar y muchos de los presentes -tribuna, amigas y conocidas- abucheaban al jurado. La conductora de “Flor de tarde” (Magazine) se refirió a la “horizontalidad” de su grupo de bailarines (“Es diversidad. Todo es todo” dijo) ante un pedido implícito de las evaluadoras de funcionar cual “diva” no opacada por un partenaire que busca destacarse.
EL AUTO CONTROL AL PALO
“Showmatch” es y no es el mismo programa que hace 20, 8 o 3 años atrás. El episodio exhibe cómo, de Tinelli para abajo, impera un halo de policía interna. Hoy el ciclo más exitoso de la televisión argentina autorregula sus eventuales arrebatos. Intenta con bastante alevosía despejar su pasado y seducir a un presente de conciencias despiertas, feminismos en ebullición y millenials autodefinidos pansexuales. No hay ni Comfer ni Afsca ni Enacom atentos pero la pantalla sobreimprime una distancia que a lo sumo apuesta al quilombo menor, aquel que no implica ofensas colectivas sino que es propio de un reality de conflictos intersubjetivos. De hecho, al entrar la pareja a la pista, el conductor hizo referencia a que “salir del closet” es ya una antigüedad y etcéteras semejantes. ¿Desde dónde se enuncian esas estadísticas?
MACHOTES EN BAILE
Entonces, ¿puede o no puede Pampita exigirle a una producción artística interpretaciones “clásicas”? Aconsejar incorporar a alguien que haga “de macho” ¿es promover la exclusión? ¿Puede la ficción y puede el lenguaje seguir vehiculando categorías históricas? Puede. Sí. Los pedidos de amplitud temática, diversificación de contenidos, cupos y actualización argumental de los que ahora son objeto en buena parte de Occidente las películas, las series y los programas de tv no obligan a anular por completo ciertas presencias: sí a garantizar la ausencia de humillaciones y la uniformidad interpretativa. Puede haber machos musculosos pero debe haber de todo. Eso es todo.
La entrega en cuestión estaba grabada. El intercambio no fue en vivo. Por ende, los responsables del ciclo podrían haber elegido regrabar ese momento. Sin embargo, una semana después de su registro, el programa salió al aire tal cual fue producido. De esta forma, sobreexpuso una suerte de marcada victimización de los protagonistas e instaló una discusión nula, salvo por este interrogante: en un panorama regional y local marcado por facciones a tiro y trolls siempre listos para encarnar la retaguardia de un sinnúmero de avances sociales, ¿sirve poner el acento en cada pedido de este tipo (pedido de tipos, por cierto)? ¿A quién le viene muy bien que Pampita sea declarada homófoba número uno justo cuando empieza a demostrar que es capaz de cuestionar, como ningún otro periodista “piola” hace, a Amalia Granata?
Mientras tanto, los jurados hombres, en la oscuridad y la mudez. Porque sí hay algo en lo que el “Bailando por un sueño” no cambió es en que su especialidad es enfrentar minorizados contra minorizados. Para el caso, mujeres cis contra una mujer trans y un varón cis abiertamente gay. Las mayorías no discuten. Así, van ganando.