El juez federal Marcelo Martínez de Giorgi cerró por inexistencia de delito una causa contra su par de Dolores, Alejo Ramos Padilla. La denuncia fue de Marcelo D'Alessio, quien sostuvo que Ramos Padilla lo presionó y lo obligó a poner el pulgar en su celular, con lo cual se abrieron los datos del aparato y se incorporaron a la causa por espionaje numerosa cantidad de datos. D'Alessio argumenta que lo apretaron y que incluso hubo una amenaza contra su perito, Rubén Martín, quien afirma que el juez le quiso impedir que se fuera del lugar de la pericia. Martínez de Giorgi concluyó que no se verificó la versión dada por el falso abogado por lo que desestimó la denuncia.
A primera vista resultaban difíciles de creer los dichos de D'Alessio, quien se presentaba como jefe de la DEA y un superpoderoso con respaldos de todo tipo, pese a lo cual --según él-- se sintió coaccionado para prestar su pulgar. En ese marco, no tenía mucha credibilidad la idea de que Ramos Padilla lo obligó a poner el dedo en el Iphone para que se pudiera acceder a los datos del celular.
Días después de la apertura del teléfono, el abogado de D'Alessio, Claudio Fogar, presentó la denuncia contra Ramos Padilla. El letrado no estuvo en el momento en que el falso abogado aportó el dedo, pero las cosas ocurrieron en presencia del perito Rubén Martín, que tuvo un cruce áspero con el juez. La escena fue en Cibercrimen, en el edificio Guardacostas de la Prefectura Naval. Participaron de la medida de prueba los peritos oficiales y personal de seguridad.
D'Alessio alegó que el día anterior a la pericia él estaba en una celda sin ventanas y que sólo le permitían salir para bañarse y hablar por teléfono. En ese marco, el falso abogado aseguro que lo amenazaron con que "le iban a estampar el celular en la cara o romperle el dedo para colocar la huella".
Martinez De Giorgi dijo en el fallo que no fue posible corroborar "la veracidad" de la denuncia. "Los testigos ajenos a la repartición de las fuerzas de seguridad y los veedores que participaron en la diligencia coincidieron en que D'Alessio suministró voluntariamente, colaborativamente y sin ningún tipo de coacción por parte de los funcionarios judiciales del Juzgado Federal de Dolores las contraseñas de sus aparatos telefónicos", dice el fallo. "Los hechos denunciados no constituyen la comisión de un delito penal que amerite la intervención de este tribunal", concluyó el juez de Comodoro Py.
La cuestión del celular de D'Alessio tiene su importancia porque se encontraron numerosos chats que sirven de prueba en los casos de extorsión, espionaje ilegal, coacciones y armado de causas falsas perpetrados por la banda que integraba el falso abogado. También hay evidencias del vínculo de D'Alessio con la AFI, a través de los comisarios retirados Ricardo Bogoliuk y Aníbal Degastaldi y el ex agente Rolando Barreiro. De manera que cuestionar la forma en que se abrió el celular es tratar de nulificar la prueba. Esa batalla la va a continuar la defensa de D'Alessio.
A lo largo del proceso judicial que se instruye en Dolores, Ramos Padilla fue apuntado desde todos los costados. La ofensiva arrancó incluso por el presidente Mauricio Macri, quien dijo que "Ramos Padilla ya se mandó varias", sin explicar a qué se refería. Sin embargo, de inmediato se presentó un pedido de juicio político en el Consejo de la Magistratura impulsado por el oficialismo. El hostigamiento siguió con recusaciones de todo tipo, incluyendo una presentada por el propio ministro de Justicia, Germán Garavano.
El trasfondo de la ofensiva es que en la causa de Dolores quedaron al desnudo las maniobras realizadas, entre otros, por el fiscal Carlos Stornelli y gran parte del aparato judicial de Comodoro Py. Aparecen declaraciones truchas, arrepentidos, aprietes con causas falsas, informes ilegales de Migraciones y de cruces telefónicos, amenazas de publicar notas en la prensa y otras maniobras. En Retiro están desesperados por sacar a Ramos Padilla de la cancha para traerse el expediente al gran edificio blanco de Comodoro Py 2002, donde los protagonistas de las jugarretas están a sus anchas.