Página/12 en España
Desde Madrid
España seguirá atascada en el bloqueo político. En la segunda votación de investidura, Pedro Sánchez no logró los apoyos suficientes para ser nombrado presidente del Gobierno, y abrió paso a un periodo de dos meses inciertos en el que llegará a un acuerdo de mayorías o deberá convocar nuevas elecciones generales.
La principal razón del rechazo a su investidura fue la falta de un acuerdo entre el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), y Unidas Podemos (UP), para formar un Gobierno de coalición, que ambas fuerzas intentaron negociar de forma ruidosa y mediocre desde la noche del 28 de abril, cuando se conocieron los resultados de los comicios presidenciales.
“Nuestra propuesta a Unidas Podemos partía de la creación de una vicepresidencia, centrada en el corazón del proyecto político del Gobierno, que es la justicia social, y que incluía el Ministerio de Vivienda, el Ministerio de Sanidad y el Ministerio de Igualdad. Todo fue rechazado”, dijo el candidato socialista desde el atril del Congreso de los diputados.
El secretario general de UP, Pablo Iglesias, respondió a los pocos minutos negando el discurso del líder socialista. “Aceptamos todo lo que nos pidieron, hasta un veto personal sin precedentes. Solo les pedimos una participación proporcional a nuestros votos", dijo el dirigente morado antes de lanzar una última oferta. "Le hago una propuesta, que nos ceda las políticas activas de Empleo. Negocie con nosotros desde el respeto", afirmó.
Sin opciones de réplica para Sánchez, dirigentes de otras fuerzas sucedieron al secretario general de Unidas Podemos. Entre ellos, los líderes de las fuerzas soberanistas de Cataluña y el País Vasco, interesadas en que la izquierda llegara a un acuerdo para evitar que unas nuevas elecciones llevaran a la derecha nacionalista a la Moncloa.
El líder de Esquerra Republicana de Cataluña, Gabriel Rufián, repartió culpas entre Sánchez e Iglesias por no lograr un acuerdo, y afirmó que de “la intransigencia nos arrepentiremos todos”. Por su parte, el portavoz del Partido Nacionalistas Vasco, Aitor Estaban, pidió que Sánchez e Iglesias calibraran sus exigencias, y los animo a "no tirar la toalla" en busca de un Gobierno de coalición.
Los pedidos no valieron de mucho. A esa altura, las cartas ya estaban echadas, y las relaciones entre los dos fuerzas prácticamente rotas. En la ultima intervención del PSOE antes de que se abriera la votación, la portavoz del partido, Adriana Lastra, reprochaba a Iglesias su “ambición”, mientras el secretario general de UP decía para sí mismo, “qué poca vergüenza”.
Ante ese patético enfrentamiento, las gradas del hemiciclo donde se sentaban los diputados del Partido Popular y Ciudadanos eran de risa contenida. El cruce entre las izquierdas no solo alejaba la formación de un Gobierno, sino que, incluso, las dejaba muy mal paradas de cara a unas próximas elecciones.
Y no fue solo ese momento de hostilidad. Desde la mañana, PSOE y UP habían estado jugando el juego del gato y el ratón, atacándose uno al otro a través de los medios de comunicación, y filtrando documentos de la negociación. Parecía que, más que buscar un acuerdo, intentaban convencer a los españoles sobre quién era el mayor responsable del desacuerdo, y cómo castigarlo en unos próximos comicios.
Si finalmente no llegaran a un entendimiento para un Ejecutivo compartido, la fecha de las nuevas elecciones sería el 10 de noviembre. La cuarta elección en el año, y la segunda presidencial. De todas formas, aún no está claro que vaya a suceder así. Antes de que fracasara el intento de Sánchez, el líder de UP, Pablo Iglesias, había dicho en varias oportunidades que el acuerdo podría llegar en septiembre, sugiriendo que la investidura de julio resultaría fallida. Desde el PSOE, habían insistido en lo contrario. Los socialistas preferían que Sánchez fuera investido en julio, y negaban la posibilidad de una nueva votación de investidura en septiembre.
En cualquier caso, los escenarios posibles alumbran momentos inéditos para la política española. Si PSOE y UP llegan a un acuerdo, se formará el primer Gobierno de coalición de izquierdas de la historia moderna del país ibérico. En caso contrario, unos comicios presidenciales podrían darle el voto a las fuerzas de derecha que, a la luz de los pocos escrúpulos que mostraron para entenderse en Andalucía y Madrid, podrían formar la primera coalición de derecha en llegar a la Moncloa.