Según consta en la lámina interior del LP Mujeres Argentinas, excelsa obra de Ariel Ramírez y Félix Luna interpretada por Mercedes Sosa, “culminaba” la línea iniciada en la Misa criolla (1964) y continuada por Los caudillos (1965). No sabía quien escribió eso, claro, que el dúo insistiría con otra obra conceptual del tipo llamada Cantata sudamericana (1972), pero el disco sí que tenía algo de cúlmine. Algo de cierre en la carnadura histórica de las ocho mujeres que Luna y Ramírez decidieron escribir y musicalizar durante el último año de la década del '60. Juana Azurduy y Rosario Vera Peñaloza, en especial. Pero también -entre otras- la corajuda Manuela Pedraza, que luchó contra los ingleses durante las invasiones. O la cautiva Dorotea Bazán, que se negó a volver con los blancos y prefirió quedarse con los indios ranqueles, en ese “imperio de gramilla, cuero y sol”.

Facundo Ramírez, hijo de Ariel, además de pianista y compositor, recuerda poco de los momentos en que se estrenó esa obra. Pero sí conserva rémoras de la mencionada Cantata, publicada tres años después, y resuelve leerlas en la misma clave. “Esas canciones se cantaban en las escuelas... ¡Es increíble! Hay una imagen que se fue repitiendo a lo largo de los años: Mercedes apoyada sobre el piano y papá tocando… Así era el clima musical de mi casa de la infancia: el de una permanente sala de ensayos. Mi viejo siempre tocando o escribiendo música, entre sus partituras y sus discos de música clásica. Pura magia”, evoca Ramírez hijo.

Y no está hablando de puro pasado. Está intentando ubicar en contexto la obra que repondrá en el Tasso (Defensa 1575) hoy viernes a las 22, acompañado por otra mujer argentina: la Bruja Salguero. “Me interioricé sobre la vida de estas grandes mujeres ya que sólo así creo que se puede lograr entenderlas e interpretarlas”, dice ella, que hará las veces de la Negra Sosa.

-¿Cuál de las ocho mujeres que rescataron Ramírez y Luna en su momento te interpela más?

Bruja Salguero: --Por una cuestión territorial, me identifico más con Rosarito por riojana y maestra, descendiente del gran Chacho Peñaloza, uno de los baluartes de la lucha federal. En lo personal, tal vez con Alfonsina (Storni), quién planteó desde el amor su feminismo y su preocupación por el género. Dorotea, también es otra mujer que me conmueve por su historia de despojo y de amor.

Para Ramírez la respuesta también es difícil, pero no imposible. “En un país con tanto componente cipayo, tal vez Juana Azurduy sea mi preferida. Esa mujer que luchó por la independencia de nuestra región fue admirable. También Rosario, una maestra que aúna todas las maestras y maestros de la escuela pública, garantizando las mismas oportunidades para todas y todos. En lo musical, elijo a la Gringa Chaqueña. Esa introducción libre, Ad Líbitum, esa fuerza rítmica en la segunda parte de la canción y la abrumadora inspiración melódica en conjunción con los versos de Luna, la convierten en una oda sublime”, define el músico, que decidió reponer la obra a cincuenta años de su publicación, y cuyo primer capítulo se dio durante la última edición de Jesús María. “Fue un desafío presentar una obra que requiere cierto clima y concentración en un escenario donde hay cierta dispersión por la naturaleza del festival, pero fue un honor que nos hayan convocado. Fue un riesgo que el festival asumió y que nosotros disfrutamos mucho por la repercusión que tuvo”, cuenta la cantora riojana.

-¿Qué factores tuvieron en cuenta para revisitar una obra que fue tan significativa en su momento?

Facundo Ramírez: --Mujeres  argentinas nació en uno de los contextos más efervescentes y creativos de nuestra historia cultural, y nosotros somos el resultado de esos años de experimentación. Lo que hoy naturalizamos en materia de sonido, de tímbrica, de arreglos, en aquellos tiempos significó un verdadero salto al vacío. Por lo tanto, traer al presente esta obra conceptual monumental es casi un ejercicio para mantener viva nuestra memoria, además de ser una oportunidad para acercársela a las nuevas generaciones. Algo que no se pudo en Cosquín, porque se la desprogramó.

B.S.: -Esta obra me acompañó de pequeña con algunas de sus canciones que me llegaban en la voz de Mercedes, esa madre cantora que a lo complejo lo hacía más fácil. Cuando Facundo me convocó, sentí una inmensa alegría y un gran compromiso de recrear algo que está en la memoria de la gente como inobjetable. Intenté darle mi propia mirada, mi propia estética del canto sin que la obra original se vea alterada.