1. Un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
2. Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la 1ª Ley.
3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la 1ª o la 2ª Ley.
Isaac Asimov, realeza de la ciencia ficción mundial, inventó estas Tres leyes de la robótica en 1942, que no solo rigen los mundos imaginados por el escritor, sino que fueron y son usadas por muchos otros en diversas obras de ficción. Según el autor, en un mundo en el que las inteligencias artificiales se desarrollen, el ser humano comenzaría a temer que las máquinas se rebelen. Este código moral forzado, enclavado en su programación, sería la forma de garantizar que no puedan alzarse contra sus creadores.
Fuera de toda ficción, en un mundo en el que hay ayudantes, recepcionistas y hasta una actriz y una futura presentadora de televisión androides, comenzó la preocupación por el avance desmedido de las máquinas. Por eso, el Parlamento Europeo (PE) aprobó el miércoles pasado una resolución en la que solicita que los robots estén equipados con una especie de "botón de la muerte” con el que sea posible desconectarlos de inmediato en situaciones en las que su uso amenace la vida de un ser humano.
Lo que acaba de pasar es, nada más ni nada menos, que un paso en el mundo real para hacer cumplir las Tres leyes de la robótica ideadas por Asimov para sus mundos de fantasía. Y así, por el momento, la Unión Europea sería el primer lugar del planeta en contar con leyes que regulen la interacción social entre seres humanos y autómatas. Al autor de la Saga de la Fundación, ciertamente, le divertiría bastante la situación.
"Este es un botón de parada automática que ya existe en los brazos-robots, aquellos industriales que se utilizan, por ejemplo, para fabricar automóviles. La idea ahora es expandirlos a los robots humanoides", afirmó la especialista argentina en robótica e inteligencia artificial Marcela Riccillo, que igual se vio en la necesidad de aclarar que "es importante entender que los robots son máquinas programadas, por lo que no van a hacer nada por sí solos ya que obedecen al humano que los programó".
La medida, aprobada con 396 votos a favor, 123 en contra y 85 abstenciones, sugiere entre otras cosas la creación de una agencia europea de robótica, además de la elaboración de "un Código de Conducta" paralelo a la legislación. La intención de esta ley es proteger "la seguridad, la privacidad, la integridad, la dignidad, la autonomía y la propiedad de los datos", según escribió la Comisión Europea (CE) en la propuesta legislativa.
En el texto de la resolución del PE, de 22 páginas, queda claro que se espera que el impacto de la inteligencia artificial se note en dispositivos como drones, robots industriales, la atención médica, los juguetes o la ganadería y la agricultura. A su vez, pone marco al uso que hagan los humanos y pide que se respeten normas como "no permitir que un robot contravenga en ningún sentido los estándares éticos o legales" y no modificarlos para "hacer que funcionen como armas".
Por eso, los eurodiputados también plantean la creación a largo plazo de un "estatus jurídico específico" de "persona electrónica" con "derechos y obligaciones" que se aplique al menos a los robots más sofisticados. Porque aunque la iniciativa, en su estado actual, se queda en una mera declaración de intenciones, abre la puerta a un amplio debate que alcanza dilemas tan fantásticos como posibles, entre otros el sexo o el matrimonio con androides.
La imaginación literaria de Isaac Asimov fue, también de algún modo, cierta intuición científica. De hecho, además de escritor fue un gran divulgador, profesor de Bioquímica en la carrera de Medicina y apasionado experto en Química y Ciencias Naturales. Entre Frankenstein y Terminator, mucha ficción se basa en ese temor humano a ser destruidos por las propias creaciones. Y el autor de "Yo, robot" no estuvo tan alejado de lo que pasa hoy, casi 80 años después de que ideara las Tres leyes.