El 27 de julio de 1979, el rock ganó un himno grabado en piedra. AC/DC era una banda laburadora, consecuente, esforzada, que ya se había hecho cierto nombre pero le faltaba el espaldarazo de las masas. Y entonces sonaron por primera vez esos 3 minutos 28 segundos, y fue un antes y un después. El Big Bang que lo cambió todo. 40 años después, “Highway to Hell” sigue ejerciendo un poder irrefrenable. Eso que tiene su mejor descripción en términos muy poco periodísticos: hermano, hermana, si esto no te levanta el ánimo llamemos a la cochería.
Porque, además, ese brote volcánico era solo la apertura de un disco magistral en la larga carrera de la banda-pilar del rock duro. Highway to Hell, el disco que cumple hoy cuatro décadas, avanza como un Panzer a prueba de todo y apila canciones indestructibles, que más allá de clásicos del setlist como ese tema inicial, “Shot Down In Flames” e “If You Want Blood (You’ve Got It)”, incluye temas que cualquier banda de rock moriría por haber compuesto. Cosas como la frenética “Beating Around the Bush” o perfectos ejemplos de qué significa el sonido AC/DC como “Girls Got Rhythm”, “Get It Hot” y “Love Hungry Man”. Muestras del blues arrastrado de callejón que tan bien les salía como “Night Prowler”, digno continuador de la tradición de “The Jack”. Midtempos igualmente energéticos como “Touch Too Much”. Sin exageración, Highway to Hell es una cátedra de rock and roll. Aquello a lo que aspiraron millones de pibes de todo el mundo al colgarse una guitarra.
Como si todo eso fuera poco, el sexto album de estudio de los australianos tiene una historia apasionante. Y un peso especial en el devenir de la banda, porque el disco que les permitió conquistar el mundo fue también el último con Bon Scott. Y es sabido que Brian Johnson estuvo al frente de una historia larguísima y grandes discos, pero Bon... Bon fue inigualable.
Nada de eso podía avizorarse a comienzos de 1979, con el grupo sumido en un profundo malhumor. El soberbio Powerage no había obtenido las ventas que el sello Atlantic pretendía, y la solución de la compañía fue presionar para que esta vez la producción no fuera de Harry Vanda y George Young (hermano mayor de los guitarristas Angus y Malcolm) sino de Eddie Kramer, cuyo pesado currículum incluía a gente como The Beatles y los Stones, Jimi Hendrix, Led Zeppelin y Kiss.
La cosa no cuajó. Entre el ego de Kramer y las escasas pulgas de los Young, Bon, el bajista Cliff Williams y el baterista Phil Rudd, el ambiente en los estudios Criteria de Miami se fue espesando más y más hasta llegar a la total inactividad. Atlantic debió echarse atrás, pero eso no significó el regreso de la dupla que había producido todos los discos desde el debut High Voltage: en las idas y venidas entre el management del grupo y la discográfica terminó llegándose a un acuerdo sobre un nombre mucho menos esplendoroso. Robert John “Mutt” Lange apenas había conseguido un gran sonido para la banda de culto City Boy y el Nº 1 de “Rat Trap” de The Boomtown Rats, y seguramente Kramer lo miraría con desdén.
Pero en marzo de 1979, cuando Mutt Lange y los músicos cruzaron las puertas de los Roundhouse Studios de Londres, la historia de AC/DC empezó a escribirse con mayúscula.
Lange entendió como nadie lo que AC/DC necesitaba. El grupo ya estaba bien curtido por años de carretera, sacando lo mejor posible del equipamiento con el que contaban pero afilando cada vez más un groove único, aplicado a algo que solo el prejuicio podía considerar fácil o básico. Lange no les cambió nada: los potenció.
Y sobre todo, el productor se ganó su respeto. Porque tenía su misma edad pero también formación de cantante y guitarrista, y eso intervino en dos escenas clave de la grabación de Highway to Hell. Cuando, ante un consejo del productor sobre cómo utilizar mejor su respiración para cantar “If You Want Blood”, Scott lo desafió con un “Si sabés tanto, ¿por qué no lo hacés vos?”, Lange hizo exactamente eso, sin siquiera moverse del asiento detrás de la consola. Algo similar sucedió con Angus, a quien le fue señalando diferentes puntos en el mástil de su Gibson SG y recomendándole yeites nada menos que para el solo de “Highway To Hell”. Había que tener cojones para plantársele a Young y Scott. Lange tenía eso, pero sobre todo tenía un instinto natural, afiladísimo, para entender qué había que hacer con esos salvajes. Y los salvajes comprendieron que no estaban ante un funcionario impuesto por el sello sino ante un igual. Uno que sabía. Uno que podía darles un hit. Porque los AC/DC podían ser la quintaesencia del rockero desastrado, pero perseguían el éxito y el reconocimiento como cualquier otro músico. Y sabían que se lo merecían.
AC/DC siempre tuvo grandes canciones de rock. De hecho, temas de su pasado reciente como “TNT”, “High Voltage”, “It’s a Long Way to the Top (If You Wanna Rock'n'Roll)”, “Dirty Deeds Done Dirt Cheap”, “Rock’n’Roll Damnation” y “Riff Raff” tenían la misma catadura de himnos que los que vendrían después de 1979, pero por alguna extraña razón no lograban penetrar más allá del ghetto rockero. Sobre todo en el apetecible mercado estadounidense que tanto rédito le había dado a Led Zeppelin, por utilizar un ejemplo estilísticamente afín. El trabajo con la dupla Vanda / Young había sido fértil pero sin demasiado tiempo para pensar las cosas: hasta ese momento, todos sus discos habían sido registrados en dos o tres semanas.
Lange estableció otra metodología. Distribuyó y volvió a distribuir los Marshalls de guitarra en diferentes puntos del estudio para captar reverberancias nuevas. Le dio otro espesor a la base de Williams y Rudd, buscando un sonido “gordo”, típicamente inglés, que afianzara la sensación monolítica de los cimientos sobre los que Malcolm y Angus construían su pared de guitarras. Una pared de ladrillos huecos, porque en el juego entre los hermanos importa tanto lo que suena como los espacios entre acordes, solos y riffs. Le dio rienda suelta a la voz perversa y juguetona de Scott. El trabajo se extendió por casi tres meses, pero el resultado dejó extasiada a la banda. A la banda, y a los que vinieron después: como cuenta Jesse Fink en su imprescindible libro Los Young, a la hora de grabar Eliminator ZZ Top calentaba los equipos al comienzo de la sesión en los Ardent Studios con Highway to Hell al palo.
Apenas unos meses después, AC/DC comprobaba que lo del ritual de poner su disco a máximo volumen se multiplicaba. Al fin, la banda era más que un secreto entre conocedores, entrando al puesto 17 del ranking Billboard. Llegaría a vender siete millones de unidades solo en Estados Unidos, consolidando una fama que no haría más que crecer. Bon Scott apenas llegó a disfrutarlo: el 19 de febrero de 1980 se quedó dormido en un Renault 5 en las afueras de Londres y ya no despertó. El informe oficial señaló un “envenenamiento por alcohol”: los Young eran muy estrictos en su política antidrogas dentro de la banda. Y también tenían claro que la muerte de su compañero no podía detenerlos, justo cuando habían alcanzado lo que tanto trabajo había costado.
Back in Black se encargó de recoger los frutos y llevarlos a su máxima expresión, convirtiéndose en el disco más vendedor de AC/DC y nuevo proveedor de himnos inoxidables. Pero Back in Black no hubiera podido existir si la banda antes no hubiera hecho Highway To Hell. Una frase, un título, una definición de pura cepa rockera con especiales resonancias tras la muerte de Bon, pero que es también un lindo equívoco. Porque el mismo Angus le explicó en 1983 al periodista Alan Di Perna (en la revista Guitar World) el verdadero sentido de la frase: “Titular a un disco así te trae toda clase de pesares. Y todo lo que hicimos fue describir lo que es estar en la carretera durante cuatro años, muchos de ellos en ómnibus de gira o en autos, sin descanso. Te bajabas del bus a las cuatro de la mañana y un periodista te preguntaba ‘¿cómo llamarías a una gira de AC/DC?’. Bueno, era una autopista al infierno. Cuando estás durmiendo en un bus con las medias de tu cantante a cinco centímetros de tu nariz, es algo bastante cercano al infierno”.
Ramirez, el fan asesino
Seis años después de la salida de Highway to Hell, AC/DC atravesó un período tormentoso. Su disco Fly on the Wall había cosechado pésimas reseñas por sus canciones, el estado de la voz de Johnson y un contenido acusado de sexista aun por las miradas más tolerantes. Y para empeorar las cosas estalló un escándalo inesperado, vinculado con su disco de 1979.
Lo que sucedió no era responsabilidad de la banda, pero el quinteto no pudo hacer nada por evitarlo. En 1985, la policía de Los Angeles detuvo a Richard Ramirez, un asesino en serie que había matado a 14 personas, en muchos casos con abuso sexual de por medio, y herido a otras cinco. Ramirez se autoapodaba “Night Stalker” en “homenaje” a “Night Prowler”; la policía afirmó que al momento de detenerlo el asesino tenía puesta una remera de AC/DC, y que incluso había dejado una gorra con el logo de la banda en una de las escenas del crimen.
Los hermanos Young debieron salir a aclarar que la canción trataba de un pibe que se metía en la habitación de su novia a escondidas de sus padres, y que no había más connotación criminal que esa. Pero de todos modos debieron lidiar con varias protestas de familiares de las víctimas en Los Angeles y en algunos shows de la gira de presentación. Incluso hubo algún afiebrado periodista estadounidense que afirmó que la sigla significaba “Anti Christ / Devil Child” (Anticristo, hijo del demonio). Y después dicen que los músicos se drogan.
La espera por el retorno
La semana pasada, el anuncio de una radio estadounidense excitó la imaginación de los fans. Según la V100 de Topeka, Kansas, “una fuente confiable, muy cercana al grupo” afirmaba que el miércoles 17 de julio la banda anunciaría un regreso a los escenarios. A pesar de la firmeza con la que se anticipaba la novedad, ese día pasó y el campamento AC/DC se mantuvo en silencio.
Fue un silencio de todos modos relativo: conscientes -más que nadie- del inminente aniversario de Highway to Hell, los responsables de la página oficial del grupo colgaron en su cuenta de YouTube varios videos pertenecientes a una presentación de la banda en vivo para la televisión holandesa, con el disco recién salido del horno. Por ahora es todo lo que se sabe del grupo, aunque nadie pierde las esperanzas.