Hasta el momento en que un ACV lo sacó de la cancha, Alberto Ure desconfiguró el teatro y la cultura argentinos. Sobre todo durante la segunda mitad de los 80, cuando encaró puestas que desafiaban el sentido común teatral de la época. Como los famosos “ensayos públicos” de Puesta en claro, de Griselda Gambaro, la versión libre de El padre, de Strindberg, con elenco íntegramente femenino (incluso para los papeles masculinos) o el rescate de la incómoda Los invertidos, de José González Castillo. En estado de investigación permanente (en “campo de ensayo”, hubiera dicho él) y con la suficiente insolencia como para incluir en obras del teatro oficial a cómicos de televisión --o para hablarle mal al público de los actores durante un ensayo abierto--, Ure era inasimilable. Así lo testimonia Asaltar un banco, breve antología de conversaciones con las actrices Cristina Banegas y Adriana Genta y la periodista Telma Luzzani, que el departamento de publicaciones del Teatro Nacional Cervantes lanzó en fecha reciente.

Si bien nunca fue un teórico, al menos en términos formales, el autor de la revulsiva La familia argentina jamás dejó de investigar la historia del teatro, los contrapuestos métodos de enseñanza y actuación, las variadas escuelas y estilos. Como quien revuelve (y al revolver desordena) el arcón de los mayores. De esas investigaciones surgió un pensamiento alrededor del teatro, que decantó en libros que al día de hoy forman parte de la currícula de las escuelas del rubro. El primero fue Sacate la careta, editado en 2003 por Editorial Norma y reeditado una década más tarde por la Biblioteca Nacional (gestión Horacio González). En 2009 vio la luz el compañero inevitable: Ponete el antifaz, editado por el Instituto Nacional del Teatro. Ambos están agotados, previéndose la posibilidad de futuras reediciones. Mientras tanto, la orden es Asaltar un banco.

Las conversaciones que el libro recopila tuvieron lugar en 1988, en un flamante El Excéntrico de la 18ª, sala de ensayos y más tarde de exhibición perteneciente a Banegas, a la cual el propio Ure puso nombre. Esas reuniones semanales acompañaron la puesta de El padre, estrenada tras un maratónico año y medio de ensayos, y precedieron a una Antígona en marcha, que llegaría a la cartelera en ese mismo año. “A Ure lo que más le gustaba era ensayar”, dice Banegas. “Se ensayaba todo el tiempo que hacía falta para pulir la obra. Pero cuando digo ‘ensayo’ no me refiero sólo a lo que se entiende habitualmente por ensayo teatral. Para Ure, mientras se estaba preparando una obra, ensayar era todo. Empezando por la enorme cantidad de libros que nos daba para leer (sostenía que los actores somos pura sensibilidad y poco seso) y que podían ir de teoría teatral a ciencia ficción. Lo que él llamaba ‘campo de ensayo’ incluía todo lo que los actores y el director hacían, durante el período de preparación de la obra. ‘Todo’ quiere decir también la vida personal: sostenía que cuando el actor está en ‘campo de ensayo’ todo lo que haga o diga en su vida cotidiana se verá afectado por la preparación de la obra, y viceversa.”

“Creo que me convocó porque su obsesión era interpelar permanentemente y al máximo el texto dramático”, intercede Telma Luzzani. “Interpelarlo hasta que no diera más. La idea era provocar nuevas interpretaciones, emociones, lecturas, para activar la imaginación y la creación. Lo dice claramente en las conversaciones que componen Asaltar un banco: a él le interesaba cruzar la producción teatral con otras disciplinas para despertar un pensamiento crítico, no achanchado, no complaciente. En aquel momento, Ure percibía que la literatura o la teoría literaria tenían una cantidad de pensadores y de herramientas que podían cumplir ese objetivo. En ese entonces yo trabajaba como periodista cultural, y mi tarea en el ‘campo de ensayo’ era la de cronista y entrevistadora.”

Asaltar un banco (título que refiere a una analogía muy Ure, entre lo que representa armar el elenco para una obra y la reunión de una banda de ladrones) se presentó el mes pasado en el Cervantes, en el marco de un Foco Ure que incluyó una mesa redonda, proyecciones en video de algunas de sus puestas y una lectura de La familia argentina. Cuando Banegas y Luzzani desgrabaron estas conversaciones (de las cuales Asaltar un banco es apenas la punta de un iceberg que podría seguir asomando) terminaban siempre, según dicen, “llorando a carcajadas”. Ure era, en efecto, un pensador desprejuiciado a quien no le importaban nada las reglas de etiqueta, y poco las posibles represalias del establishment cultural. “Lo teatral no es un camino de ascesis a ninguna verdad”, afirma de entrada en Asaltar un banco. “Nuestro criterio es que la verdad es lo que se ve”, completa, cerrándole el paso a todo trascendentalismo.

A lo largo de Asaltar un banco, el hombre que en los 70 no pudo estrenar Telarañas, de Eduardo Pavlovsky, por culpa de una bomba, defiende el estilo de actuación de canal 9, lamenta la pérdida de la vieja tradición de actores y actrices especializadxs en “tipos” teatrales, caracteriza al teatro independiente argentino como “un movimiento de oposición al peronismo, asquerosamente antipopular y antiargentino”, deja sentada su obsesión con la traducción de clásicos universales, prescribe determinadas reglas para que un elenco tenga en cuenta en “campo de ensayo”, pone en pie de igualdad al Living Theatre y cualquier canal de televisión local, trabaja sobre la relación entre actor y espectador, piensa en cómo introducir lo personal de cada actor en los ensayos de la obra, despotrica contra la influencia cultural de medios “intocables” de los 60, como Primera Plana y La Opinión (“si no hubieran existido yo no tengo dudas de que la Argentina hubiera sido mejor”), reivindica géneros criollos tan bastardeados como el sainete y actores tan poco respetados como Luis Arata, insinúa una teoría de la provocación. Y problematiza el teatro, siempre, en relación con el conjunto de la cultura y la actualidad del país.

“En ese momento el mundo y el país estaban en una profunda transición, sólo que no lo notábamos”, señala Telma Luzzani. “Argentina estaba por entrar en el neoliberalismo de la mano de Cavallo y faltaba un año para la caída del Muro de Berlín. Ure percibía lo que estaba pasando. Su lectura política (sobre el teatro, sobre el país) ya lo indicaba.” Banegas confirma ese carácter visionario. “Internet recién aparecía y él ya estaba hablando de eso. Estaba siempre varios pasos más adelante. Absorbía todo a una velocidad asombrosa. Te daba pilas de bibliografía, yo me leía todo y él ya estaba leyendo otros libros. Yo me preguntaba cómo hacía. Un día lo descubrí: no dormía. Tenía problemas de sueño, y aprovechaba esas horas leyendo.” El insomne: buen título para una biografía de Alberto Ure.

* Parte de la Colección TNA, Asaltar un banco se consigue en el stand de venta del Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815