Robert Cray nació en 1953, un año antes de que Fender diera a conocer lo que por entonces era su nuevo modelo de guitarra: la Stratocaster. Años más tarde, luego de hacerla parte sustancial de su sonido límpido, tendría una línea de ese modelo con su nombre. No fue original al enamorarse de esa guitarra, también lo hicieron amigos suyos que ilustran el gran libro de leyendas, con quienes pudo compartir estudio y escenario, como aquella vez en la que tocó junto a Eric Clapton y Stevie Ray Vaughan en Wisconsin, en 1990, en la última aparición pública de Vaughan previa a aquel fatal viaje en helicóptero.

Antes de hacerse de la Strato, el guitarrista y cantante había atravesado por una infancia heterodoxa para los estereotipos del blues, al criarse inicialmente en Columbus, una pequeña ciudad de afluencia militar ubicada en el estado de Georgia, al sudeste de los Estados Unidos. El trabajo de su padre como oficial del ejército obligó a la familia a rotar por distintas ciudades del mundo, lo que lo llevó a vivir por mucho tiempo en Alemania. Durante la estancia en Múnich compró su primer disco, el sencillo de The Jarmels “A Little bit of soap”, una canción que había oído en la radio y no se podía borrar de la cabeza. “Aquellos años fueron muy importantes para el inicio de mi formación musical, y lo siguen siendo, porque el blues habla de las cosas más básicas que nos pasan todos los días: del amor y de los problemas que le tocan vivir a cada uno”, vincula el músico, presto a volar a Sudamérica.

Cray va a regresar a Buenos Aires después de casi dos décadas, para presentarse este domingo a las 21 en El Teatro Vorterix (Av. Federico Lacroze 3455). En aquel entonces había formado parte de una importante oleada de músicos de blues que desembarcaron en la Argentina gracias a la cosecha previa de B.B. King, quien ya hacía pie en la región desde 1980. “Para nosotros es muy importante intentar mantener vivo al blues, y eso es algo que siempre me remarcaba él, que tocáramos en todos los lugares posibles del planeta; ahora depende sólo de nosotros”, propone el estadounidense, que desempolva los manuales de buena conducta y ensalza a la audiencia local: “Hacía mucho tiempo que tenía ganas de volver, recuerdo lo demostrativo que era el público, y cuánto sabían de blues”.

La radio lo siguió guiando, hasta cuando logró comprar su primera guitarra, una acústica Harmony Sovereign, que lo acompañó en la calle con sus amigos, donde versionaban lo que más les gustaba del dial doméstico: blues, jazz, gospel, rythm & blues. Ese repertorio acondicionó su sonido actual, pero atravesado por la creatividad pop de los ingleses: “Mis más grandes inspiradores son George Harrison y John Lennon, porque los Beatles fueron mi primera influencia real a la hora de componer. Después vino Jimi Hendrix”, dicta.

La elevación de Cray al círculo de las leyendas se oficializó en 2011, cuando fue introducido al Salón de la Fama del Blues, pero empezó a consumarse en 1985, cuando el trabajo junto a su padrino musical, Albert Collins, tocó un pico de popularidad al editar Showdown! en 1985, también junto a Johnny Copeland, que le valió el primero de cinco premios Grammy. El prontuario de colaboraciones célebres no se agotó en esa instancia, ni mucho menos: además de los mencionados Clapton y Vaughan, el músico de 65 años estrechó vínculos con personajes míticos como Muddy Waters -con quien tocó seis veces-, o John Lee Hooker, quien había hablado de Cray como un “adelantado a su tiempo”, comparándolo con Hendrix.

De tanto compartir con las leyendas del blues, Cray tuvo que aprender a convertirse en una, y tratar de asumir el liderazgo de sus maestros. “Es cierto que el blues tiene una estructura básica, pero hay muchos caminos por recorrer", proyecta. "Por eso siempre están apareciendo nuevos talentos, ahora por ejemplo estoy escuchando mucho a un guitarrista nuevo de Mississippi, que se llama Christone ‘Kingfish’ Ingram. También me gusta volver a consagrados del jazz, como Larry Carlton, Robben Ford o George Benson”.

La excusa de la visita es presentar su último material discográfico, editado en 2017 y titulado Robert Cray & Hi Rythm. Lo integran once canciones que sirven de homenaje al legendario sello Hi Records, y fueron grabadas en los Royal Studios de Memphis: fundados en 1956 por Willie Mitchell, conservan gran parte de su equipamiento original, y sus paredes resguardan historias de artistas de la talla de Al Green, Ann Peebles o Keith Richards. Entreveradas aparecen versiones de piezas blueseras como “Honey bad”, de Mac Rice, o “Aspen, Colorado”, de Tony Joe White. La gestión y organización de la banda fue cortesía del baterista y productor Steve Jordan, actual mano derecha de Cray, a quien conoció durante el rodaje del documental celebratorio de Chuck Berry llamado Hail! Hail! Rock 'n' Roll, estrenado en 1987.

Hoy Cray parece enfrentarse a un universo muy diferente de aquel que conoció de chico, cuando se sentaba en una escalinata junto a sus amigos de la cuadra para versionar e improvisar canciones. O tal vez no tanto: “El hip hop es ahora como solía ser el blues antes, es la música de las nuevas generaciones”, repara. “Tiene muchos elementos del blues, principalmente por el tipo de cosas que expresa, dado que muchas de las canciones son de protesta, y en ese sentido, la música siempre ayuda. Eso significa que nuestra historia no está cerrada. Al menos, no musicalmente”.