Empieza así: la sexagenaria narradora de Recuerdos del futuro está poniendo en orden el departamento de su madre. Y entonces encuentra un diario --bajo el título de Mi nueva vida-- que ella misma llevó a los veintitrés años: cuando dejó atrás los paisajes rurales de su primera juventud y llegó a la decadente pero hiper-creativa Nueva York de los años 70 con el objetivo de convertirse en escritora dando a luz su sombría primera novela.
La narradora es SH y la trama que trabaja no se parece mucho al de otra primera novela titulada Los ojos vendados, publicada por Siri Hustvedt (Minnesota, 1955) quien alguna vez llegó a la Gran Manzana desde las profundidades del país (escenario de su muy meritoria Elegía por un americano, de 2008) para ponerlo todo por escrito. Pero sí hay mucho de Los ojos vendados en ese journal que --con curiosidad y maravilla-- ahora hojea SH, tanto tiempo después.
Así, Recuerdos del futuro es un artefacto meta-ficcional en reversa que casi funciona como contraparte femenina de la también auto-memoriosa alternativa 4 3 2 1 de Paul Auster quien, como se sabe, es desde hace décadas el compañero de vida y de escritorio de Hustvedt. Aquí --como en aquella-- la novela como modelo-para-armar yendo y viniendo, haciendo y deshaciéndose, y fortaleciéndose gracias a la muy perceptiva mirada crítico/ensayística/artística de la autora. Hustvedt se detiene a la vez que posa para ella misma frente al marco y a lo que encuadra como si se tratase de tableu vivant a investigar y decodificar: SH son también, nada es casual, las iniciales de Sherlock Holmes y, a su manera, Recuerdos del futuro está sostenida por una trama casi detectivesca que incluye borrador debutante y frustrado con protagonista cuya obsesión son los libros detectivescos.
El misterio subliminal a iluminar --el pasado y el presente cada vez más próximos a medida que se avanza y se acerca la "solución" del caso-- es el de cómo escribir aquí y ahora, en tiempos del #MeToo, una novela de iniciación feminista apoyada en el enigma de algo sucedido tanto tiempo atrás. Y la herramienta/pegamento para ensamblarla es el dolor alucinado de Lucy Brite: enigmática vecina en el apartamento de al lado a la que SH comienza a espiar/oír a través de la pared con la ayuda de un estetoscopio para, enseguida, convertirla en gran personaje. En criatura imaginable e imaginada que volverá a asumir la más absoluta de las realidades al rescatar a SH de una cita con un hombre feroz.
Más allá de todo lo anterior, finalmente, lo que aquí vale e importa es la (de) formación del autor a partir de sus creaciones. Y es entonces como SH comienza a percibirse como la reivindicadora que ya era al ser releída desde el aquí y ahora, donde y cuando se permite la formulación de atendibles teorías como la de que la aristócrata dadaísta Elsa von Freytag-Loringhoven fue la verdadera y hembra inteligencia detrás del urinal de Marcel Duchamp. Pero es también esta insistencia en la cuestión mujer-a-la-sombra-de-un-hombre --la rapacidad del macho mirando fijo y Trump como tótem erecto, entidades incapaces de comprender la sexualidad siempre presente en las ficciones de Hustvedt- la que acaba distorsionando un tanto el conjunto. Así, Recuerdos del futuro no es una novela de ideas sino una novela de idea fija que en más de un momento acaba olvidando su verdadero y más logrado tema: las idas y vueltas de la memoria, lo que requiere de una primera o tercera persona narradora para ser más y mejor comprendido o reinventado.
Antes de todo esto, Hustvedt le puso la firma a esa indiscreta maravilla que es Todo cuanto amé (2003) y a Un mundo deslumbrante (2014): ficción-catálogo en la que la cuestión de la mujer artista subyugada por un entorno patriarcal aparecía retratada con más elegancia y menos estridencia que aquí. Porque en más de una página de Recuerdos del futuro se subraya y explica lo que no necesita de una demasiado didáctica guía sino de alguien dispuesta a pasarlo todo en limpio pensando nada más que en ella --esta es la paradoja indeseada e involuntaria de esta novela-- en lugar de estar tan pendiente de lo que piensan todos ellos.