"Un proyecto central será proteger a la humanidad y al planeta en su conjunto de los peligros inherentes a nuestro propio poder".
Yuval Noah Harari, Homo Deus
Deudólares de todas las creencias: deudólicos, deudíos, deudulmanes, deuditas, deudángélicos, deudoxos... (deudateos no hay, porque su falta de creencia los haría a-creedores). Víctimas del deudengue, la chikundeuda y la malaria endémica. Malvacunados/as contra el neoliberalismo viralizado. Sudaquillos de Indias, mishioneros, amalariados. Pagadores originarios y sus deudodescendientes. Perjudicataries de la Asignación Universal de Deuda por Bisnietos. Socios y socias en las pérdidas. Y cada uno, una y une de los singulares, grupales o colectivos que alzan su voz, quizás porque es lo único que nos queda por alzar.
Si están leyendo esta nota hoy, congratulémonos: ya es 27, así que formamos parte del selecto, casi lujoso grupo de argentines que ha llegado a fin de mes: la gran mayoría de nuestros compatriotas se quedó en el 15, el 10, el 5 de julio o en el 2 de marzo de 2018. Pero tampoco nos jactemos. No es para una marcha del orgullo, más bien es para una de protesta.
Quiero comentarle, queridísime lector, que me ha llamado la atención un hecho: hace poco más de una semana, la expresidenta (y probable futura vice) de los argentinos mencionó que para el consumo se están imponiendo las segundas o terceras marcas, a las que llamó “Pindonga” o "Cuchuflito”.
Esto, en sí mismo, debería formar parte del anecdotario nacional, de la picaresca política que tanto nos enorgullece a los argentinos. Pero no. Generó reacciones, sobre todo del fake-periodismo (oficialismo de segunda marca) y también de los e-milimutantes, que, maestros en el arte marcial fake-kwon-do, lanzaron sus golpes con relativo éxito y absoluto bochorno, para "que parezca un debate”.
Y no es que esté mal que se debatan las palabras de la expresidente. Todos tenemos derecho a considerarlas adecuadas, maravillosas o sublimes o a que no nos gusten pero votala igual, mirá que, si no, sigue ya-sabés-quién. Pero... si nos ponemos a debatir estas palabras, cualquiera podría decir: “La Pindonga no nos deja ver los brotes verdes”. ¡Y no, no es culpa de la Pindonga, es que no hay brotes verdes! Porque de esto se trata.
Las palabras de la ex podrán ser poéticas o cuchuflitas, pero no le hacen mal a nadie: no endeudan a cien años a millones de argentinos y sus bisnietos; no nos llevan a negociar con el FMI, a pedirles por favor que nos envíen palabras para poder llegar a las PASO o a octubre antes de que explote el diccionario; no hacen que los “inversores golondrina" retiren los sustantivos que depositaron en los bancos y “se vayan al verbo”, con lo que aumentaría muchísimo el precio de las acciones (¿o acaso los verbos no son acciones?).
Nada de eso provocan las palabras de nuestra expresidente; ni “Pindonga” ni “Cuchuflito”. Otras palabras, como “recesión", "especulación", "despidos", "deuda”, sí.
El FMI, como siempre, se manifiesta totalmente dispuesto a ayudarnos a complicar los problemas que tenemos y a simular que resuelve los que no tenemos. Y crear nuevos.
Quizás, es por eso que les hacen más “cuchuflicto" las palabras de Cristina que los actos del Sumo Maurífice. Vaya uno a saber.
Hasta la que viene, que ya viene.
@humoristarudy