Todo en Héctor Germán Oesterheld tuvo la potencia de lo definitivo. Su obra, su vida, entrelazadas. Su apuesta a la ficción y a la historieta como vehículo, su militancia. Su tragedia personal y familiar, la tragedia de un país. El héroe colectivo que dejó como mayor creación entre sus creaciones —“el único válido”, advirtió—. Desde un arte considerado menor, supo llegar y decir, en tiempos en que la historieta se vendía como el pan. Su obra se conoció con el tiempo en todo el mundo. También sus ideas y las de sus cuatro hijas –desaparecidas como él por la última dictadura cívico militar, al igual que dos de sus yernos–, de la mano de otro ser increíblemente potente, su esposa Elsa. Se cumplieron cien años del nacimiento del creador de El Eternauta. El repaso por su legado muestra su dimensión artística y humana.
“El único héroe válido es el héroe en grupo, nunca el héroe individual”, escribió Oesterheld a propósito de El Eternauta. El guionista plantó a ese héroe en plena Buenos Aires, lo hizo salir de un chalet de Vicente López tan parecido al suyo de Béccar, de una partida de truco entre amigos tan parecida a la que allí se jugaban tantas noches. Solano López lo completó con su arte (“el guión de Héctor es brillante, pero el clima que Solano les dio a sus dibujos es imprescindible. La versión posterior que hicimos con mi viejo está muy lejos de la primera”, dijo Enrique Breccia, hijo de Alberto). Nació como una historieta de ciencia ficción en 1957, en el Suplemento Semanal Hora Cero de la editorial Frontera, que abrió el propio Oesterheld con su hermano Jorge, una jugada que económicamente fue un fracaso. Se la promocionó en los anuncios como "una cita con el futuro”. Su salida se prolongó por dos años. Hoy es bandera, mural, es lema.
Oesterheld había estudiado geología, completó la carrera pero nunca llegó a entregar la tesis. Ya casado, dejó un puesto en el Laboratorio de Minería del Banco de Crédito Industrial para dedicarse de lleno a la literatura. Un primer cuento suyo, “Truila y Miltar”, se había publicado en La Prensa en 1943, a instancias de un compañero de facultad cuyo padre era editor del diario. Los cuentos infantiles y las notas de divulgación científica, muchos, para las editoriales Codex y Abril, fueron sus primeros trabajos. “Una vez me equivoqué y dejé en Codex un trabajo de divulgación científica que me había encargado Abril, y en Abril un cuento que llevaba para Codex. En los dos lados gustaron las cosas. Y ahí fue cuando empecé a escribir como loco”, recordaba el escritor en la famosa entrevista que le hicieron Carlos Trillo y Guillermo Saccomanno en 1975.
Además del de Cesare Civita –dueño de Abril, gran editora en tiempos de gran expansión para la industria-- otro nombre importante de la edición argentina se cruza con el de Oesterheld en esta primera etapa: el de Boris Spivacow, director de Publicaciones Infantiles, que lo invitó a formar parte de un proyectos que resultaron muy populares como la revista Gatito. En aquel staff de Abril ya formaba gente como Hugo Pratt. Y ya entonces Oesterheld advirtió e hizo uso de una característica central de la historieta: su poder de llegada. “El chico común de una familia sin acceso a libros no tiene acceso a nada, entonces las historietas tienen que ser algo bien hecho, para que el chico aprenda historia, ciencia, geografía, y estimule su imaginación”, recordaba sus dichos su esposa Elsa, en un pasaje del libro Los Oesterheld, de Alicia Beltrami y Fernanda Nicolini (Random House).
El 31 de octubre de 1951 Oesterheld publicó su primera historieta para adultos: Cargamento negro, en la revista Cinemisterio, de Abril, protagonizada por dos agentes ingleses en Egipto. Siguieron Bull Rocket (ilustrada por primera vez por el italiano Paulo Campini, luego por Solano López), Sargento Kirk (con dibujos iniciales de Hugo Pratt), Uma-Uma (también con Solano López); más tarde Mort Cinder (que se volvió de culto, dibujada por Breccia). “Bull Rocket fue el primer éxito de Héctor como guionista y también el descubrimiento de una estructura narrativa que potenció en El Eternauta y que después decodificó en términos ideológicos”, apunta el libro.
Comenzó entonces una carrera que atravesó la época de oro de la historieta en la Argentina, la de las décadas del 50 y 60. Una revista como Misterix tenía tiradas de ¡220 mil ejemplares! El de Sargento Kirk fue el personaje que el guionista se “llevó” de la Misterix de Abril a la editorial que abrió con su hermano Jorge, Frontera. Allí comenzó a salir Hora Cero, y en su suplemento semanal, El Eternauta. A los pocos años Frontera quebró, tras una estafa de los imprenteros. Oesterheld siguió haciendo historietas. El Eternauta tuvo dos salidas más: en 1969 en la revista Gente (con dibujos de Breccia) y la de la década del 70 para editorial Récord (que escribió ya en la clandestinidad, nuevamente con dibujos de Solano López).
“Siempre me fascinó la idea del Robinson Crusoe. Me lo regalaron siendo muy chico, debo haberlo leído más de veinte veces. El Eternauta, inicialmente, fue mi versión del Robinson. La soledad del hombre, rodeado, preso, no ya por el mar sino por la muerte. Tampoco el hombre solo de Robinson, sino el hombre con familia, con amigos. Por eso la partida de truco, por eso la pequeña familia que duerme en el chalet de Vicente López, ajena a la invasión que se viene. Ese fue el planteo. Lo demás... lo demás creció solo, como crece sola, creemos, la vida de cada día”, repasó el propio Oesterheld. Publicado en un semanario, El Eternauta se fue construyendo semana a semana, contó también. “Había sí una idea general, pero la realidad concreta de cada entrega la modificaba constantemente. Aparecieron así situaciones y personajes que ni soñé al principio. Como el Mano y su muerte. O como el combate en River Plate. O como Franco, el tornero, que termina siendo más héroe que ninguno de los que iniciaron la historia. Ahora que lo pienso, se me ocurre que quizás por esta falta de héroe central, El Eternauta es una de mis historias que recuerdo con más placer. El héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el único héroe válido es el héroe ‘en grupo’, nunca el héroe individual, el héroe solo”.
Un poco de la mano de sus hijas, Oesterheld pasó de ser un humanista no demasiado ideologizado, aunque crítico del peronismo, a ser parte de Montoneros, en su estructura de prensa. Como militante también hizo historietas: La guerra de los Antartes, para el diario Noticias (otra invasión extraterrestre, ya explícitamente imperialista), 450 años de guerra contra el imperialismo para el El Descamisado, entre otras.
Cuando lo secuestraron en 1977 lo llevaron a Campo de Mayo, al “Sheraton”, al Vesubio. Ya habían secuestrado a su hija Beatriz y asesinado a Diana; lo mantuvieron con vida hasta el secuestro de Marina y el asesinato de Estela. A su nieto de cuatro años, Martín Miguel, lo llevaron unas horas con él, finalmente se lo dieron a su abuela Elsa, con quien creció. “El desafío que me impone la vida es ciclópeo. De mí depende que no sea un resentido, un amargado, un ser negativo”, escribió Elsa sobre lo que le tocó, criar sola a su nieto. Ella, que había estado en contra de la militancia de su marido y sus hijas, luchó hasta su muerte en 2015 como Abuela de Plaza de Mayo (dos de sus hijas estaban embarazadas al momento de su secuestro). Y con ese increíble modo de ser que recuerdan quienes la conocieron y que se traspasaba en tantos actos públicos en los que participó, supo decirle el mundo que el único héroe válido, es el héroe en grupo.