Ni siquiera hubiera hecho falta que dos íconos de “los mercados”, como Bloomberg y Guillermo Calvo, aparecieran para precisar lo dramático del cuadro argentino.
La compañía estadounidense señaló que Argentina es la economía emergente más vulnerable del mundo. Y el economista, entre otras delicias, dijo que el riesgo de default es muy importante, que el FMI descubrió estar negociando con gente incompetente y que un Gobierno con Cristina puede ser más creíble que el de Macri.
Previo a eso, con igual ninguneo de los grandes medios, las propias cifras oficiales presentaron el aumento del delito en la provincia de Buenos Aires. Los robos se incrementaron en un 63 por ciento; las estafas un 55,4; los secuestros un 50, y los homicidios en ocasión de robo un 25. El Mundo Heidi.
Unas horas después se revelaron las conclusiones del encuentro de las agencias de Vialidad, de todo el país, que avisan el deterioro de las rutas nacionales, la destrucción de las provinciales y el grado mínimo de inversión.
Mientras la publicidad oficial centra su motor en la inauguración de obra pública, con el pregón de que ya se terminaron 7600 kilómetros entre autopistas y rutas, es desde el sitio Chequeado.com (insospechable de ser K y más bien todo lo contrario) donde se desarma a esa charlatanería macrista: apenas se concluyeron menos de 500 km., y cuentan como terminación haber puesto focos de luz, remover tierra, escenografías de cartón.
También son cifras oficiales que la pérdida de empleo registrado es pavorosa. Y que lo bárbaro que le va a “el campo”, siendo elegantes en la descripción, se nota más nada que poco en los ingresos de la gran mayoría.
Pero supóngase que esos números atienden solamente a una faz desaprobatoria del Gobierno. Es decir, sin contraparte propositiva.
En lo que es, hasta ahora, la oferta de campaña más concreta que se haya escuchado, Alberto Fernández planteó el acceso a medicamentos gratuitos para jubilados y pensionados.
El oficialismo se privó de cuestionar mayormente la propuesta del candidato. Quizá haya sido porque, en caso de prenderse en acusaciones de demagogia, bebería de su propia medicina al haber dejado trascender que, después de las primarias, propondría incrementar el salario mínimo hasta en un 30 por ciento.
La Fundación Soberanía Sanitaria, hace pocos días, publicó un detallado informe acerca del enorme poder de negociación que tiene el Estado nacional respecto del precio de los medicamentos, a través de variadas herramientas.
En síntesis apretada:
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Compras centralizadas, que incluyen la demanda del PAMI y de los distintos programas del (ex) Ministerio de Salud. Una medida de ese tipo tendría aun mayor impacto si se incluyesen los requerimientos de las obras sociales nacionales y provinciales, como IOMA.
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Compras conjuntas con otros países a través del Fondo Estratégico de la Oficina Panamericana de la salud. A partir del cálculo de la necesidad anual, cada Estado participante puede acceder a más de 200 medicamentos considerados estratégicos a precios dramáticamente inferiores a los del mercado.
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Compra a laboratorios de gestión estatal, siendo que el Estado cuenta con la agencia (Anlap) que nuclea a todos los laboratorios de producción pública de medicamentos.
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Importación desde países como China e India, cuyos precios son sustancialmente más bajos.
Si no fuera posible utilizar ninguna de esas herramientas, advierte el informe de la FSS, sirve resaltar que el Estado nacional adquiere los medicamentos mediante licitaciones públicas y montos (muy) inferiores al precio de venta al público.
Si se toma el presupuesto de PAMI de este año, garantizar el acceso gratuito a medicamentos para los jubilados implicaría entre el 0,42 y el 23,36 por ciento del presupuesto actual total. Simplemente, “se trata de una decisión política sobre priorización de gasto”.
El informe de la FSS va en línea con las cifras que manejan los equipos técnicos de Fernández. Pero, va de suyo, como es un acumulado numérico casi nadie se preocupa por inquirir en ellas. Y en campaña electoral mucho menos, cuando debería suceder justo lo contrario.
Ocurre el problema de que vivimos en el régimen universal de las emociones inmediatas, lo cual es profundamente ideológico aunque no se lo reconozca como tal.
Como al fin y al cabo no se pierde nada, sería una gran contribución que, además de apelar a estética y sentimientos, pudiera recurrirse a la solvencia técnica para respaldar el conjunto de propuestas centrales.
¿Dónde está constatado que eso no sería capaz de emocionar o impactar, también, desde una racionalidad bien explicada?
El caso de Fernández con los medicamentos gratuitos para los jubilados es un ítem atractivo de campaña, pero requeriría ahondarlo con argumentos competentes para exhibir que lo que no se puede -en mucho más que un solo ejemplo- es lo que la derecha dice que no se debe.
Si tan convencida está… que lo demuestre, so pena de exponer fragilidad frente a las pruebas sólidas de un frente opositor que se disponga a mostrarlas. Con, desde ya, tanta creatividad como rigor expositivo. Esos dos conceptos no tienen por qué ser antagónicos.
Fernández viene de dos excelentes desempeños durante entrevistas periodísticas en territorio decididamente hostil. Demuestra que en los mano a mano es un polemista punzante. Un tipo que tiene calle, además de experiencia política, y difícil de agarrar en orsái cuando dispone del retruque. Pero la trascendencia de esas tenidas llega a un mundo politizado que ya decidió su voto. Son acciones del talento individual más que el producto de la elaboración de juego.
Un segundo plano es la campaña cara a cara, casa a casa, sobre la que, aunque quede lejos de las luces mediáticas, hay datos de buen trabajo militante.
La comunicación publicitaria, el tercer plano, es otra cosa. Ahí se concentran los alcances hacia el público masivo, donde están las voluntades del sector de indecisos que -según todos los indicadores- definirán el resultado electoral.
Esa franja se corresponde con porciones de clase media de las grandes ciudades. El taladro del odio, y del miedo a retornar a un pasado en que el bolsillo estaba objetivamente muchísimo mejor, pareciera todavía competir en buenas condiciones a pesar del desastre macrista.
Enfrentar al miedo ése, siempre en opinión personal y nunca como advertencia inapelable, necesita aquello de que el ingenio en la comunicación articule con firmeza argumental.
Los cambiemitas meten el miedo porque lo ejercitan con la propaganda de que votar a la oposición sería un salto al vacío.
En verdad, asomarse al precipicio es pensar por unos segundos qué escenario económico-social, sindical, callejero, represivo, cabe imaginarse con Macri otros cuatro años como presidente. ¿De qué manera podría gobernar?
¿Esa pesadilla no es acaso enormemente más grande que preocuparse por las diferencias entre los grupos y figuras de las vertientes del peronismo, como si en algún lugar del mundo no existiesen halcones y palomas dentro de la misma fuerza?
Así fuere que esa pregunta se quitara, permanece que conquistar a los dichosos indecisos no se lograría, únicamente, gracias a letras y gestos modositos. Se puede ser más o menos templado en las formas, distribuyéndolas entre ambos Fernández (que para eso se unieron, vamos), y a la vez ser inexorables en la demostración de la salida al macrismo.
Pindonga y Cuchuflito, como diagnóstico, no son antitéticos respecto de mostrarle a lo aspiracional de una clase media desvencijada que otro país es posible, sin caer en chiquilinadas estrambóticas.
La oposición, entonces, debería presentar no sólo decisión política frente al titubeo de los indiferentes. También, algunos números decisorios y la manera en que se revertirá su aplicación. Para reiterar una cita del colega Martín Rodríguez, no son indiferentes a los que les pasa sino a las soluciones que se les ofrecen.
El corsé de lo que no se puede ni debe es el respirador que aparenta mantener vivo al macrismo. Al miedo que pregona. A los fantasmas que inventa.
Uno de los imperativos opositores sigue siendo desarmar con inteligencia al publicismo de Ex Cambiemos, que no está en esa calle a la que no pueden asomarse ni en timbreos cuidadosamente preparados.
El miedo es Macri.