Mientras en la población general las personas pobres llegan al 35,5 por ciento en el país, y las vulnerables ascienden al 56, 8 por ciento; entre las jóvenes los números empeoran: el 46,6 de los y las jóvenes son pobres en el país y el 70 por ciento son vulnerables. En el conurbano bonaerense, la brecha se acentúa aún más: el 49,2 son pobres y el 72,9 es vulnerable. “Vulnerable incluye indigentes, pobres no indigentes y no pobres vulnerables”, explica Guillermo Pérez Sosto, sociólogo, director del Observatorio sociolaboral de los jóvenes del conurbano bonaerense de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) y del Centro de Estudios de Políticas Laborales y Sociales del Instituto Torcuato De Tella. “En el conurbano todo empeora”, apunta. Allí, la relación de los jóvenes con el trabajo es de vulnerabilidad en un 47,8 por ciento de los casos. Además, hay más del doble de jóvenes desocupados que de personas adultas.
El Observatorio sociolaboral de los jóvenes del conurbano bonaerense de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) se creó en 2012 y hoy está en riesgo su continuidad. Pérez Sosto de todas formas sigue investigando. Es autor, entre otros textos --junto a Mariel Romero-- del libro Futuros Inciertos (revisitados). Informe sobre vulnerabilidad, precariedad y desafiliación de los jóvenes en el conurbano bonaerense. Allí plantea que “en una Argentina que enfrenta crisis de deuda recurrentes, la problemática juvenil, junto con la precariedad laboral y la fragilización multiforme del trabajo asalariado, ocupa el centro de gravedad de la cuestión social”. Además, puntualiza que “la coincidencia de una sociedad inequitativa, un sistema educativo deficiente (al menos en su capacidad de retención de los jóvenes procedentes de los sectores sociales más vulnerables), políticas sociales iatrogénicas y un mercado de trabajo precario terminan conjugando la reproducción ampliada de la pobreza con la falta de oportunidades, como aspectos persistentes en el tiempo, que tienen por resultado la instalación de este tipo de poblaciones en la precariedad, con los consiguientes procesos de desocialización, anomia y pérdida de autoestima”.
“El total de jóvenes en el país es de 7 millones 503 mil. Hay 1 millón 27 mil de inactivos absolutos no trabajan ni buscan ni estudian. Los famosos ni ni. Estadísticamente se les llama inactivos absolutos”, comenta Pérez Sosto, en diálogo con Página/12, mientras analiza los datos propios elaborados a partir de cifras del Indec a diciembre de 2018. En todos los casos, se habla de jóvenes entre 15 y 24 años.
--¿Pero hay muchas mujeres que hacen trabajo doméstico entre esos inactivos?
--Eso se le asigna a la jefa de hogar. Y de estas chicas no sabemos cuántas tuvieron hijos. Como se le pregunta a la jefatura del hogar, en general a la mamá, son familias monoparentales, la mamá encabeza y las chicas repiten el modelo. El 65,4 son mujeres de la población inactiva absoluta. Es decir, deberían estar estudiando. O trabajando o ambas cosas.
--¿Es casi el doble de mujeres?
--Sí. Las inactivas son gente que ha decidido no buscar trabajo porque no consigue.
Desglosando el cuadro de jóvenes en relación al mercado de trabajo se observa que en el país hay además 426 mil que buscan trabajo y 1 millón 572 mil que trabajan, de los cuales el 69 por ciento lo hace en forma precaria, son no registrados o informales. Es decir que tienen una mala relación con el trabajo. “Es una zona de alta vulnerabilidad --define Pérez Sosto--. Después hay otra zona, los desocupados que estudian, que tienen un grado menor de vulnerabilidad porque su actividad principal es el estudio. Y están los que estudian y trabajan, que también cerca del 70 por ciento lo hace en forma precaria. Si se calcula todo eso, hay un 33,9 de alta vulnerabilidad a nivel nacional y un 8,6 de vulnerabilidad media. En total la vulnerabilidad respecto al trabajo es de 42 por ciento”.
--¿Qué pasa en el conurbano?
--En el conurbano bonaerense hay 2 millones 131 mil jóvenes. El 37,9 por ciento tiene una alta vulnerabilidad; y con una vulnerabilidad media, porque todavía están en la escuela, hay un 9,9. O sea que acá se eleva al 47,8 la vulnerabilidad. Todo empeora en el conurbano; 10, 12 o 15 por ciento más.
En diciembre de 2018, el desempleo total a nivel nacional era 9,1 y entre los jóvenes de 15 a 24 años, un 22,2 por ciento. Dos veces y media más. Y en el conurbano el desempleo de todos era el 11,4 y el de los jóvenes el 24,2. Ahora subió así que debe ser más.
--¿Cuál es la tendencia de los jóvenes en relación al empleo con el paso de las décadas?
--Están un poco peor. Esto lo vemos desde el 2007. A partir de ahí se estanca la precariedad en los hogares en un 33 por ciento. Ahora subió, está en 35. O sea, todos los indicadores están un poquito peor. Pero hay gente que ha estado en la precariedad desde la crisis anterior, 2001, por lo menos. Antes del Rodrigazo, en el año 1975, teníamos 3,5 por ciento de desocupación, 4 por ciento de pobreza y 17 por ciento de trabajo precario. Y los jóvenes siempre estaban un poco peor.
--¿Cuáles son las mayores dificultades para trabajar de los jóvenes?
--No tienen dificultades con el primer empleo, como se dice. Tienen problemas de salida, no de entrada. Entran fácilmente pero también son echados primero. Son los que menos experiencia tienen, son los más fáciles de echar porque son precarios. Es más fácil deshacerse de jóvenes que de trabajos experimentados.
--Estamos complicados...
--Inclusive hoy hay trabajadores formales pobres o vulnerables porque el promedio de ingresos es de 16 mil pesos en el país, a diciembre.
--¿Qué pasa con los emprendimientos que tanto promociona el gobierno? ¿los jóvenes tienen capacidad de emprender?
--No, porque el 50 por ciento de los jóvenes no terminó la escuela media. Y solo retornarían a la escuela de adultos aquellos que creen que pueden conseguir un trabajo en blanco. Sería el trabajo decente de la OIT (Organización Internacional del trabajo).
--¿Qué proponen desde el Observatorio para modificar la situación?
--Es difícil mientras no se modifique el contexto general, no haya políticas de pleno empleo, no se cambie la matriz productiva y distributiva, no se desprecarice el trabajo. Nosotros trabajamos también con la idea de clima educativo y clima laboral en las familias de los jóvenes: a menor nivel educativo y a mayor precariedad en el trabajo el rendimiento escolar de los chicos tiende a la baja. Es muy difícil que se salga si no hay un contexto que ayude a las familias a sacar a los chicos. Un padre desocupado por largo tiempo pierde autoridad para decirle al chico “andá a la escuela”. Y los chicos son cada vez más reacios a ir a organizaciones disciplinarias... es muy difícil ejercer la autoridad para imponer esa tarea. Sin educación y sin experiencia... no todos estamos capacitados para ser emprendedores. Una vez haciendo entrevistas en Tierra del Fuego en la época del cierre de empresas electrónicas y otras por falta de subsidios preguntábamos por qué emprendimientos podían hacerse. Un hombre subocupado me dice “negocio chico, muerte segura”. Esto de los microemprendedores puede servir para la subsistencia y no más. No todas las personas son Bill Gates, que en un garaje construimos una corporación.