La reflexión se inicia con el cuerpo. Un cuerpo que comienza a ser claramente protagonista a partir de la teoría marxista, que le otorga una visibilidad que conlleva la necesidad de una reflexión sociológica.
Karl Marx no se basa en una concepción general abstracta del hombre, sino en una visión histórica y social, es decir concreta de lo humano, en la que su posibilidad de realización es a través del trabajo. La acción sobre la naturaleza, no es más que su humanización, ya que sobre ella deja sus marcas, transformándose a su vez y modificando sus condiciones de vida. Pero el hombre está alienado. Está condicionado por los modos de producción en cada sociedad y momento histórico. El modo de producción capitalista impuso sus reglas para el cuerpo, y para los espacios. El cuerpo productivo es el cuerpo explotado, sufrirá la apropiación desigual de los bienes.
Michel Foucault retoma críticamente y profundiza los conceptos de Marx en lo que a la noción de cuerpo respecta. […]
Su análisis incluye una investigación de cómo el cuerpo, como producto social, queda preso de las relaciones de poder y dominación a través de dispositivos discursivos, normas y espacios que buscan hacerlo dócil. Se trata de disciplinar, de hacer un cuerpo útil y sometido. […]
¿Después de Auschwitz, escribir poesía es un acto de barbarie? Si bien, al releer la historia, resuenan las palabras de Theodor Adorno, que fueron formuladas no como pregunta sino como afirmación, el interrogante es cómo vivir el presente, cómo construir el futuro, dónde queda la memoria. No pareciera que la idea de resiliencia y la posibilidad de salir fortalecido después de un hecho traumático sirva como un consuelo. Tal vez solo sería un curioso tipo de consolación o peor aún, una justificación, como si el castigo sirviera para algo.
La pregunta es si se trata de negar la historia y mirar al futuro, tal como se plantea desde algunos discursos políticos que buscan olvidar y refundarlo todo, si hay que pensar en Walter Benjamin y el “ángel de la historia”, o en alguna otra alternativa.
Los cuerpos (políticos), los restos, están presentes en la exposición.
"¿Nos asemejamos al mago, que ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado con sus propios conjuros?” Con este interrogante inspirado en la lectura del Manifiesto Comunista, Noemí Escandell abría hace tiempo una exposición antológica.
“La ética funda mi estética” justificaba Escandell, quien vivió un período que denominó “de abstinencia” desde fines de la dictadura de Onganía hasta fines de la última dictadura militar.
En Cadáveres exquisitos presenta dos handing works, obras que el espectador puede llevarse. Surgidas del formato panfleto, señalan diferentes atrocidades.
Como otros artistas de la exposición -que utilizan imágenes icónicas de la historia universal- en una de sus obras establece una singular comparación entre La lección de anatomía de Rembrandt y una de las fotos más difundidas del Che muerto. Como si la imagen icónica del pintor holandés hubiera quedado internalizada y ya fuera parte de nuestra genética o quizás consecuencia de un misterioso y horroroso motivo que hace que todo se repita.
La otra imagen denuncia la última dictadura militar. La Piedad de Miguel Ángel deviene Madre de Plaza de Mayo absorta ante la desaparición del cuerpo de Jesús. Una operación de sustracción donde la madre se queda sin su hijo en brazos. Una denuncia ante el discurso de la última dictadura: ni vivo ni muerto.
Martín Weber, quien fue el promotor de Cadáveres exquisitos y me invitó a curar el proyecto, delineó hace más de un año algunos de los conceptos que partieron de sus obsesiones sobre la muerte y lo que pasaba con los cuerpos, sobre todo con aquellos que podríamos denominar cuerpos políticos.
Por entonces estaba cerrando en un libro una etapa de su Mapa de sueños latinoamericanos que reunía las imágenes de personas de 53 pueblos y ciudades de Argentina, Brasil, Colombia, Cuba, Guatemala, México, Nicaragua y Perú. “Las fotografías y los textos reflejan la historia de cada país. Revelan el impacto que tuvieron en las vidas privadas ciertas políticas de abuso nacional o regional. Este trabajo aspira a amplificar las voces de los menos representados y a darle dimensión a cada historia personal”, escribía Weber en el prólogo.
No todo lo que mostraba era esperable, no todo lo que se encontró en este extenso recorrido espacial y temporal fue obvio, y sumergirse entre la gente de tantos sitios, donde en muchos casos la vida vale muy poco y las expectativas son mínimas, lo transformó para siempre.
Preguntar los deseos a la gente para dejarlos estampados en la misma foto implicó un encuentro que modificó su manera de conocer. Ya no en forma mediada por las noticias que llegan desde EEUU o Europa, sino encontrándose con la gente y sus historias. […]
En los sueños aparecieron fantasmas, preguntas acerca de aquellas personalidades políticas que marcan la historia, y más propiamente sobre la extraña manipulación de los restos, la violación de sus tumbas, y un personaje insoslayable a la hora de pensar el país: Juan Domingo Perón. Las manos cortadas (y desaparecidas) lo llevaron a un inevitable paralelo: el de las manos del Che, también seccionadas para conservar sus huellas digitales y garantizar su identidad. Manos que peregrinaron y quedaron en Cuba como los únicos objetos de adoración por años hasta que tres décadas después se encontró el resto de su cuerpo debajo de una pista de aterrizaje en Bolivia. […]
Nicola Costantino pone el cuerpo para hacer su obra. Se transfigura para parecer pero a la vez ser otra, sentirse otra, sentir a otra. En esta búsqueda desarrolla dos obras tan distintas como bellas, poéticas y violentas (siniestras). Por una parte se sumerge en Medusa, ese ser entre hermoso y terrorífico. Aquella que Ovidio vio como a una víctima. Originalmente una hermosa doncella, deseada por muchos pretendientes y sacerdotisa del templo de Atenea, que fue violada por el Señor del Mar, Poseidón, en el mismo templo.
Fue entonces que la enfurecida diosa Atenea transformó el hermoso cabello de la joven en serpientes y maldijo sus ojos para que petrificaran a todos los que la vieran.
No bastó el castigo. Enterada la diosa de que estaba embarazada, la mandó a matar por Perseo, el héroe, que se acercó a ella sin mirarla directamente sino observando su reflejo en un escudo espejado para evitar quedar petrificado. Y así cortó su cabeza.
Más allá de las lecturas psicoanalíticas, que hasta hicieron hincapié en que el castigo propiciado por Atenea era consecuencia de los conflictos no resueltos con su padre, Zeus, queda latente la imagen patriarcal que recorre Occidente, que en ocasiones castiga al violador, pero que de una u otra forma siempre castiga a la violada. […]
Las operaciones de Daniel Ontiveros se traducen en cruces de todo tipo: el arte, la historia, las imágenes (icónicas) de los hechos que guardamos en la memoria.
En una de sus obras, recupera la escena de Perón y Rucci, marcados por un futuro, por los estigmas de algo que iba a ocurrir. La imagen remite a lo que pasó el 17 de noviembre de 1972, un día lluvioso, en el que en Ezeiza estaba todo preparado para recibir el avión en el que viajaba Juan Domingo Perón, el líder del movimiento peronista que había sido derrocado, proscripto y obligado a exilarse por años en el exterior. Apenas descendió Perón, el secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, lo cubrió con su paraguas. La foto que registró el hecho se transformó con el correr del tiempo en un documento histórico. En ese viaje, Perón estuvo muy poco tiempo en el país pero definió quién sería el próximo presidente.
Ontiveros, sintetiza la foto, la pinta a la manera de Carlos Gorriarena y la interviene con las marcas que el futuro dejó sobre los cuerpos. Las manos cortadas en el General, los 23 impactos de bala sobre Rucci. El final del título desnuda la operación: “Una clase de historia nacional”.
* Crítico, curador, Presidente de la Asociación Argentina de Críticos de Arte. Fragmentos del texto del libro de la muestra “Cadáveres exquisitos”, de la cual es curador, con obras de Nicola Costantino, Noemí Escandell, Leandro Katz, Daniel Ontiveros, Daniel Santoro, Graciela Taquini, Lucas Turturro y Martín weber y textos complementarios de Nicolás Farina Rubén Chababo, Eduardo Grüner y Diego Guerra. La muestra sigue hasta el 24 de agosto en Arte x Arte, Lavalleja 1062.