La seguridad en la construcción siempre ha sido un tema recurrente, ya sea por accidentes que arrojan un muerto por día en la Argentina, las quejas de los vecinos, o por el cúmulo de materiales volcados en la vía pública. Es por eso que desde la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad Nacional de Rosario se ha llevado adelante un proyecto de investigación denominado "Relevamiento y análisis de las condiciones de salud y seguridad en obras de pequeña y mediana escala en el área de Rosario", para una herramienta para el diagnóstico y diseño de modelos de gestión en la prevención. El proyecto es liderado por los docentes Rubén Benedetti, Javier Povrzenic, Ana Espinosa, Natalia Jacinto, Flavio Luciani, Mariela Borromeo, Hernán Angiolini y Marcelo Ibañez. Detectaron que sólo el 4 por ciento de las obras tenían las previsiones indicadas para evitar accidentes.
La idea de trabajar este tema surgió a partir de la dedicación de los docentes, tanto en el ámbito universitario como privado, en la seguridad edilicia en la ejecución como en el uso de edificios. "Cuando se observa el número de muertes de esta área en Argentina, nos encontramos con una cifra promedio de un muerto por día", reflexionó Benedetti.
"Hay cuestiones que nos parecen normales pero no deberían ser así: el material en la calle o que no exista un cerco".
Históricamente la construcción en Argentina siempre estuvo a la cabeza de las actividades económicas con más riesgo de vida. Es más grave de lo que las cifras marcan, ya que sólo se contabilizan los trabajadores en blanco, es decir que están declarados en la aseguradora de riegos de trabajo (ART). "Es decir, cuando vamos al mundo del trabajo en negro, inferimos que es dos o tres veces mayor. Desde la disciplina, es preocupante como se trabaja. Es diferente en otros países, como España o Uruguay, donde los controles y medidas de seguridad están más presentes", complementó Povrzenic.
"Nosotros arrancamos este trabajo de investigación a partir de un proyecto de extensión que se hizo con la Municipalidad de Funes, donde la misma eligió locaciones en donde quería que describiéramos como se realizaba la obra privada. Fueron casi 300 obras, y los resultados fueron preocupantes. Llegamos a la conclusión que menos del cinco por ciento de las obras relevadas estaban en regla. A partir de esta experiencia previa, mejoramos el sistema de recolección de información mediante la construcción de un cuestionario más acotado para diagnosticar desde afuera la obra. Lo nuestro es como sacar una foto desde afuera para luego analizar", agregó Rubén Benedetti.
A este primer acercamiento, se le acopló al análisis, la relación de las condiciones de obra con el espacio público. "Esas construcciones casi nunca tienen muro medianero y es un peligro para los vecinos. Hay cuestiones que nos parecen normales pero no deberían ser así: el material en la calle o que no exista un cerco. El trabajo de obra no debería molestar a los vecinos ni ocupar espacios públicos sin las medidas de protección indicadas. Lo importante es poner al mismo nivel una casa en un barrio humilde y una construcción en un barrio privado. Las medidas de seguridad tienen que ser para todos iguales", planteó Povrzenic.
En el proyecto se relevaron obras en Alvear, Pérez, Baigorria, Villa Gobernador Gálvez, Pueblo Esther, Soldini, Zavalla y Roldán. Se formaron quince grupos diseminados por estas localidades. La propuesta surgió a partir de una materia optativa de la carrera en la cual estos docentes comparten con sus estudiantes temas sobre higiene y seguridad en la construcción. Para sorpresa de los profesores, hubo sesenta interesados en integrar el proyecto. Se dividieron en grupos de a cuatro y fueron ayudados por algunos graduados, para comprender la dinámica: de que manera utilizar la planilla, cuáles eran los objetivos, la manera de evitar el conflicto, etc.
"Lamentablemente, la cultura del trabajo en la construcción en la Argentina está basada en la informalidad".
"Ver a una persona fuera de la obra tomando nota puede tornarse conflictivo, por eso les aconsejamos a los estudiantes cómo evitar problemas. Generalmente hay una confusión por parte de los encargados de la obra que creen que el estudiante viene de algún órgano de control. Entonces reaccionan mal porque saben que están en falta", afirmó Benedetti, a lo que agregó que "esta idea de trabajar en la periferia de Rosario tiene que ver con que quisimos tomar la situación en bruto, porque dentro de la ciudad existen algunos organismos de control. Igualmente las inspecciones en el área urbana se relacionan con las obras que están declaradas. En cambio, no hay inspecciones en las obras que están en negro, entonces es absurdo este tipo de control. Lamentablemente la cultura del trabajo en la construcción en la Argentina está basada en la informalidad. Hay muchos actores que deberían intervenir más y ser más severos para reducir al mínimo los riesgos de esta profesión".
"Es importante que las personas de la construcción se formen, aprendan de los que están desde antes, se interesen por tener un seguro o una obra social. Tenemos muchas empresas constructoras que lo respetan, pero también hay muchas que no, como las que nosotros fuimos a tomar, en donde estos trabajadores informales a la hora de cobrar, por necesidad sobretodo, no destinan parte de lo remunerado para estos resguardos. Tampoco los propietarios, como principales responsables, invierten dinero para la seguridad de las personas que están trabajando en su propiedad. Es un doble juego en donde el propietario no reconoce determinadas inversiones que tiene que hacer para estar en regla, ni los obreros interpretan lo importante que son estas medidas para tener un trabajo seguro", advierte Povrzenic.
Entre los factores que inciden en esta realidad, los especialistas mencionan, primero, la falta de capacitación, segundo la informalidad de la actividad, y en tercer lugar la ausencia de controles y de formación al que controla. "Es importante que los municipios entiendan lo esencial de un buen control en las obras. Cómo se trabaja tiene que ver con una cuestión social, que nos abarca a todos, que es el valor que le damos a la vida", puntualizó Espinosa.
"Este trabajo termina siendo una radiografía de cómo trabaja la construcción en la zona, pero creo que pasa lo mismo a lo largo de nuestro país. Lo positivo es que la Universidad puede 'sacar esta foto' y hacer una propuesta. Esta, que surge a partir de este proyecto, es que podría haber instancias de control generadas en los municipios que no signifiquen una cuestión represiva sino formativa. Es un trabajo largo para hacer, pero es una labor de tejido social. Porque esa informalidad se paga con una vida", propuso Benedetti.
La investigación arrojó que el grueso de las muertes en la construcción tiene que ver con las caídas a diferentes niveles. Se observó en el 50 por ciento de las obras. Pero ¿cuántas tenían las previsiones indicadas para evitar el accidente? Solo el 4 por ciento. Por ende, el riesgo estaba presente en la mayoría de las obras. El accidente que ocurre en obras que no están declaradas no entra en la estadística. Otro dato curioso que surgió de los procesados del proyecto, es que un bajo porcentaje dentro de los trabajadores relevados tenían la ropa adecuada (casco, botines, guantes, etc.). En el caso del casco, por ejemplo, sólo el 7 por ciento. "Este es un tema cultural, que muchos no quieren usar casco porque se sienten ridículos y argumentan que no va a pasar nada, pero por algo se exige. Hemos visto accidentes tontos que se agravaron por no usar esta medida de protección. El casco tiene que ser un hábito, al igual como cuando uno maneja una motocicleta. No implementar las precauciones necesarias dentro de una obra es como jugar a la ruleta rusa", comentó Benedetti.
A raíz de esta labor, el grupo de especialistas comenzó a detectar que algunos municipios empezaron a interesarse en el ámbito de la seguridad en obras.
*Integrante de la Dirección de Comunicación de la Ciencia de la UNR