Se los presento: el tipo de la foto se llama Edwyn Collins, y confieso que me emociona verlo en esta imagen que terminó en la portada de su nuevo disco, cuyo autor es John Maher, el baterista original de los Buzzcocks, ahora devenido fotógrafo. Y si me emociono es porque Collins es un artista que ha terminado encarnando la mejor definición de la mala o buena suerte al mismo tiempo, la versión humana del concepto del vaso medio vacío o medio lleno. Porque lo que se puede ver en esta foto es a un sobreviviente. Y también a una víctima de un accidente cerebrovascular, que le sucedió hace unos quince años atrás. Lo salvó un tratamiento oportuno y veloz, y la dedicación de su heroica esposa, Grace Maxwell, que desde hacía dos décadas era su manager dentro del negocio musical, o sea una persona preparada para reaccionar de manera inmediata a los acontecimientos más inverosímiles.
Además de contar la historia en el libro Falling & Laughing: The Restoration of Edwyn Collins, Maxwell es la otra protagonista del emocionante documental The Possibilities are Endless, que cuenta la misma historia, la del accidente y la posterior recuperación del cantante. Recuerdo haber visto aquellas imágenes, en las que —si no recuerdo mal— terminan mostrando al bueno de Edwyn cantando sus nuevos temas, con el lado izquierdo de su cuerpo paralizado, ayudado con la otra mano por su mujer a la hora de tocar la guitarra, y no pude evitar pensar en Gustavo Cerati, que por entonces acababa de terminar de morir. Pensaba que bien podría haber seguido así su historia. Y por eso es que pienso en Collins más que nada como un sobreviviente.
Su nuevo disco se llama Badbea, título tomado del nombre de una aldea del norte de Escocia, abandonada desde comienzos del siglo pasado. Fue fundada por habitantes desplazados de sus tierras en los siglos 18 y 19, y está ubicada en una colina cercana al puerto de Helmsdale, donde nació el abuelo de Edwyn y donde se reubicaron con su mujer al abandonar Londres unos cinco años atrás, cuando dejaron atrás lo peor de su accidente y posterior rehabilitación. Es un bautismo que, como los restos de aquella aldea que aún siguen en pie, sirve como testimonio de su resistencia ante las adversidades.
Líder del venerado grupo escocés Orange Juice durante los ochenta, solista con discos de culto hasta que la pegó con “A Girl Like You”, un superhit mundial que le cayó en las manos justo cuando se había quedado sin contrato discográfico —y aquí podríamos hablar otra vez de la suerte— así que todas las ganancias fueron a parar directamente a su bolsillo, Edwyn Collins admite hoy en las entrevistas que se pueden encontrar aquí y allá que antes del accidente era un tipo canchero, de respuesta rápida y vitriólica, un tanto pasado de rosca. Ahora es más bien un tipo agradecido de la vida (o lo que le quedó de ella), que se sorprendió al disfrutar escuchando canciones que antes le parecían —digamos— grasas, y al que le gusta dibujar pájaros. De hecho, la portada de uno de sus discos posteriores al accidente está ilustrada por sus pájaros. Y si digo discos es porque Edwyn ya tiene varios desde entonces, uno inicial que alcanzó a ser grabado antes del accidente pero recién lo pudo mezclar y terminar pasados dos años, y un par más compuestos y registrados después. Badbea es el cuarto —el noveno de su carrera solista— para el que recuperó letras que tenía olvidadas por ahí, muchas anteriores al accidente. Es el primero en seis años de silencio, después de su mudanza a Escocia, y es el que más recuerda al artista de siempre. Es más: el comienzo del tema que abre el disco, “It’s All About You”, tiene cierto parecido con aquel hitazo. “Todo tiene que ver con vos”, se queja Edwyn desde el estribillo de una canción cuyo primer verso describe un paisaje bello y calmo, “hasta que llegó él y arruinó la vista”.
Mas allá de las ironías a las que era proclive Edwyn entonces, es imposible no pensar en ese “él”, en ese “vos” (“Las cosas que no hacemos/ todo tiene que ver con vos”), como el anterior Edwyn, que se creía el centro del universo. Y así es como se puede escuchar de otra manera la parte que dice: “Temblando por el miedo/ qué hacer/Temblando por el miedo/ mirándote”. El sobreviviente que —bastón en mano, como en la foto, pero con la voz intacta— lejos de añorar su anterior vida, parece estar permitiéndose ajustar cuentas con aquella versión de sí mismo. Algo que tal vez deberíamos aprender a hacer, sin necesitar de semejante aviso. “Todo tiene que ver con vos”, sigue cantando Edwyn desde su vaso medio lleno, pero lleno al fin, porque sabe que no es así, que hay que correrse del medio, que hay que aprender a mirar para afuera. Y disfrutar de ese tiempo ganado para dibujar los pájaros.