En su UK natal, la artista contemporánea Sarah Vaci (1977, Inglaterra) exhibe por estos días Pest and the Profound: tres retratos hiperrealistas que, a priori, parecieran celebrar a tres tipos lastimosamente poderosos, Vladimir Putin, Donald Trump y Kim Jong-un. Pero, claro, las apariencias engañan en este trabajo bordado en lana, hecho con evidente destreza. Porque esconden las obras ¡cantidad! de enemigos íntimos: decenas y decenas de hambrientas larvas de polilla, infiltradas adrede, que se abren camino entre las fibras naturales, mientras lenta pero inexorablemente se las embuchan. “El mero hecho de pergeñar cuadros de tres machos alfa a través de un medio tradicionalmente femenino como el arte textil subvierte, para mí, el statu quo y trae consigo empoderamiento”, ofrece esta brit, hija de padres húngaros, que divide su tiempo entre Devon y Londres, y que eligió “los tres egos masculinos más grandes del planeta con el único fin de derribarlos”. Con la invaluable ayuda de las larvitas, sobra decir, que de momento se arrastran entre las arrugas de Putin, Trump y Jong-un, deterioran sus sonrisas, y eventualmente darán a los retratos “un look bastante distópico”.

Consultada por The Guardian acerca del rojo vibrante que predomina en las piezas, descarta de lleno Vaci que haya optado por la paleta carmesí por ser símbolo de poderío y fuerza. “Es por la sangre”, subraya ella, y se regodea al explicar cómo “los capullos de las larvas suelen cambiar de color acorde a lo que comen, por lo que eventualmente habrá ‘sangre’ salpicando estos rostros”. “Nadie quiere ver caras carcomidas, pero este laburo viene a satisfacer un pequeño deseo oculto”, asegura la artista que invita mirar de nuevo, con detenimiento, y que irá documentando el deterioro de sus retratos. Retratos con los que invita a preguntarse: ¿quién es la verdadera peste: las larvas o ciertos políticos? “Para mí, las larvas simbolizan la revolución. Cada uno de estos tres personajes ve a algún sector de la sociedad como una plaga. Para Trump, serían las mujeres y los inmigrantes; para Putin, los homosexuales. Personas a las que ellos consideran seres insignificantes, larvas pequeñitas que acaso se los acaben devorando, porque como marca el dicho: el que ríe último…”.

 

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