En este momento Matteo Garrone posproduce su película más reciente. Se trata de una nueva versión de Pinocho, con estreno previsto para la próxima Navidad, donde Roberto Benigni hace (¡peligro de desborde!) de Gepetto. Una movida no precisamente esperable por parte del director que se hizo famoso con Gomorra, aquel tapiz napolitano tejido con cuerpo y sangre de la camorra. Sin embargo no es tan rara la opción de Garrone por el cuento de Collodi, teniendo en cuenta que la penúltima realización hasta la fecha de este cineasta romano, El cuento de los cuentos (2015) entrelazaba tres cuentos de hadas. 

Después de El cuento de los cuentos, Garrone presentó el año pasado en Cannes Dogman, fábula oscura que de algún modo reconecta con su film más reconocido, en tanto transcurre en el sur de Italia y narra lo que podría haber sido una de las historias de aquel ramillete de cuentos camorreros. Después de haber ganado dos Palmas de Oro en el festival de festivales (una de ellas, al Mejor Actor, caía de madura; la otra, al Mejor Elenco Canino, es algo más inusual), Dogman se estrena hoy en Buenos Aires.

Como el título lo indica, Dogman cuenta la historia de Marcello, peluquero de perros que para completar sus ingresos despacha gramos de cocaína por detrás del mostrador. Avisado de que del otro lado de la medianera hay una joyería, uno de sus clientes -ex boxeador que anda por la vida trompeando a la gente- lo arrastrará a un robo en el que el tranquilo hombrecito no quiere entrar. Es el comienzo de una historia oscura que derivará en vendetta

La historia se basa en un episodio policial sucedido en Italia a fines de los años 80 y presenta al casi desconocido Marcello Fonte en el papel de su tocayo. Este nativo de Reggio Calabria no carecía de antecedentes cinematográficos. Tuvo un pequeño papel en Pandillas de Nueva York, de Martin Scorsese, y escribió, dirigió y protagonizó Asino vola, que en 2015 se exhibió en el muy prestigioso Festival de Locarno. Pero el del hombre de los perros es sin duda su rol consagratorio, a partir de la Palma ganada en Cannes.

-¿Cómo conoció a Fonte?

-Él vive en una casa tomada, donde trabaja cuidando la entrada. Allí suele ensayar una troupe de teatro integrada por ex convictos, y Marcello solía asistir a los ensayos. Un día, poco antes de que mi agente de casting fuera a reunirse con los miembros de este elenco, uno de los miembros del grupo fue al baño y murió de un aneurisma. Marcello, que de tanto ver los ensayos ya se sabía todos los papeles, tomó su lugar, de modo que cuando mi agente fue a la cárcel, él ya era parte del elenco. Lo vi, me pareció perfecto para el papel y lo contraté.

-Qué vio en él?

-Marcello aportó al proyecto tanto su humanidad como su timing cómico. Me pareció un nuevo Buster Keaton. Y la idea era que la película funcionara como homenaje al cine cómico mudo. Sobre todo al comienzo, cuando su personaje juega con los perros y se comporta de manera muy cariñosa con su hija. Era como fusionar a Keaton con Chaplin. Él le trajo luz a esta historia oscura. Actúa con los ojos, tiene un tipo de rostro que en Italia se ve cada vez menos. Me hace acordar a los actores de Pasolini. Sobre todo a Ninetto Davoli, su actor fetiche.

-¿La historia se basa en un hecho real, no?

-Sí, un episodio muy cruel ocurrido en los años 80. La historia real es muy truculenta; yo no quería llevarla para ese lado sino, por el contrario, hacer del protagonista un alter ego de cualquiera de nosotros, metido en una situación de la que quisiera escapar, pero no puede. La humanidad de Marcello Fonte calzaba a la perfección con el personaje que yo tenía en la cabeza. El de Marcello terminó siendo, gracias a él, un personaje particularmente naïf, que parecería relacionarse con los animales de igual a igual. Y Marcello, el actor, se sintió muy cómodo rodeado de perros. De hecho, el perro que en la película lo acompaña vivía y dormía con él, tal como sucede en la película.

-Un viejo adagio dice “Nunca filmes con niños ni con perros”.

-Pero es un consejo para los actores, porque los niños y los perros “roban cámara”. A mí me gusta mucho trabajar con ambos, ya que son inesperados, y me gusta lo inesperado. Lo que no me gusta son esos actores muy estructurados, que tienen todo pautado y regimentado. Me gusta no saber cómo va a reaccionar un actor en una escena, y con los chicos y los perros nunca se sabe.

-¿Los perros cumplen una función dramática en la película?

-Desde ya. Representan emociones. Ya el perro bravo de la escena inicial anticipa lo que va a suceder, el modo en que Marcello debe negociar con lo que le rodea, con el peligro.

-Marcello es un personaje lleno de contradicciones.

-Lo veo como un personaje muy moderno. No reacciona de modo racional, sufre de disociación de la personalidad. Está el miedo que siente hacia Simone, el ex boxeador. La violencia, y la forma en que se lidia con ella. El deseo de ser apreciado por los demás. A la vez es un personaje que está como fuera de época. Siempre trabajamos con personajes arquetípicos, que no están conectados en forma directa con el presente, con la "actualidad". Los conflictos de los que habla la película no son “de ahora”. Son eternos. Quería hablar de mi país, pero que la historia también tuviera una proyección universal.

-La relación con Simone también es contradictoria.

-Sí, Marcello siente miedo hacia él pero también fascinación, ya que Simone tiene la fuerza y el ascendiente sobre los demás que él no tiene.

-¿Caracterizaría a Dogman como una historia de venganza?

-No. Hay muchas películas que cuentan cómo un hombre común se convierte en monstruo para vengar alguna injuria, desde Los perros de paja hasta Un burgués pequeño pequeño. Creo que esa historia ya está contada. Yo no quería que Marcello se volviera un monstruo. Él intenta recuperar su dignidad, que la comunidad pone en cuestión. Para mí Dogman es una historia de pérdida de la inocencia, que puede verse también como una representación de Italia toda, pasando, en el siglo XX y este comienzo del XXI, de la inocencia a su pérdida.

-De a ratos parece un western.

-Sí, hay algo de western. Un lugar “de frontera”, la presencia de la comunidad casi como un personaje más, el enfrentamiento entre un personaje que domina la violencia física y otro que no está en condiciones de ejercerla…

-La iluminación varía a lo largo de la película.

-Me encanta la luz de Villagio Coppola, el lugar donde filmamos. En la primera parte de la película hay más sol, y cuando Marcello sale de la cárcel se hace más gris y el clima más lluvioso.

-La locación resulta bastante claustrofóbica, el lugar parece una trampa.

-Por eso la elegimos. Buscábamos un lugar pequeño, en el que la comunidad tiene mucho peso, está muy próxima, ya que el personaje siente esa presencia de un modo persecutorio y quiere ganarse un lugar entre sus vecinos.

-El sonido está usado de modo agresivo.

-Sí, la idea era que la moto de Simone taladrara el cerebro de Marcello. Trabajamos mucho para lograr el sonido que necesitábamos. Es un sonido que funciona como un personaje más.

-¿Le costó conseguir ese lugar?

¡Para nada, lo conozco muy bien! De hecho ahí filmamos una de las historias de Gomorra, la de los dos jóvenes que se inician en la Camorra. Incluso ya antes había filmado fragmentos de una película previa, El embalsamador.

-¿Cree que este enfrentamiento entre un matón grandote y un pequeño hombrecito admite una lectura política?

-Si la hay espero que no sea tan simplista como que Simone representa la prepotencia de la derecha y Marcello a la buena gente de izquierda. Creo que es más complejo. Me parece que lo que la película plantea es cómo se sobrevive en una sociedad violenta.

-Suena rara su decisión de filmar Pinocho.

-Dibujé mi primer storyboard de Pinocho a los 6 años. En todas mis películas hay algo de Pinocho, mis personajes aspiran a lograr algo mejor mediante un deseo. Mi adaptación, por otra parte, tiende a recuperar la esencia del relato original de Carlo Collodi, que es bastante oscuro. Creo que en eso reside mi originalidad. Más vale que la tenga, porque Disney se apresta a lanzar una nueva versión con actores del cuento. Va a ser una competencia difícil.

Introducción y traducción: Horacio Bernades