La comunidad científica, las universidades y, en general, la educación pública, siguen estando entre los sectores e instituciones con mejor imagen y que generan mayor credibilidad en la sociedad. En un estudio de opinión independiente realizado durante el primer trimestre de este año, la Universidad Nacional de Jujuy encabezaba los resultados con más del 65% de credibilidad en su entorno.
Así la UNJu, entre 2011 y 2018, logró aumentar en 55% el número de alumnos, 37% la cantidad de carreras y 28% los egresados por año. Del mismo modo se generaron nueve nuevos centros de investigación, algunos de ellos en colaboración con el CONICET, con el Gobierno Provincial, o la Universidad Nacional de Tucumán, orientados a temas de importancia regional como las ciencias sociales, el medio ambiente, el litio, el desarrollo socioeconómico, la arqueometría y las energías alternativas. Esto fue principalmente resultado de un inmenso esfuerzo de los trabajadores docentes, no docentes e investigadores. La oferta académica en más de diez localidades del interior provincial fue iniciada con aportes de municipios, otras instituciones locales y recursos asignados para la inversión en actividades docentes por la Secretaría de Políticas Universitarias. Sin embargo, en este periodo, el presupuesto asignado por el Congreso Nacional, a valores constantes, aumentó un 7%.
Con diversos matices, estos esfuerzos se observan de forma semejante en la mayoría de las universidades nacionales y provinciales de nuestro país.Sin embargo, recurrentemente aparecen críticas a la educación superior pública, siempre orientadas a atacar el financiamiento que recibe. A partir de unos análisis, algo tendenciosos, de las estadísticas oficiales se pretende demostrar excesivo número de docentes, altos índices de deserción en los primeros años, trayectorias formativas superiores a las planificadas, etc. Y siempre “curiosamente” las conclusiones apuntan a favor del arancelamiento, de los exámenes de ingreso y, en general, de las restricciones al acceso. No me voy a detener aquí a refutar la base de estos análisis, porque las necesidades del sistema van precisamente por las antípodas de las prescripciones de quienes nos critican.
En lo que hace al presupuesto, paradójicamente, los requerimientos de la universidad pública exigen aún un aumento sustancial. Vamos a un ejemplo. Las universidades ubicadas en el interior (y esto lo compartimos con las ubicadas en el conurbano) para disminuir la deserción debemos mejorar y hacer más eficientes nuestros abordajes pedagógicos, y en eso estamos. Pero aun así es imprescindible contar con mayores espacios físicos, porque debemos ofrecer a nuestros alumnos sitios para estudiar en las sedes universitarias cuando no están en el aula. También se necesitan más planes de becas inclusivas, más espacios para comedores universitarios, más recursos informáticos, más aulas, y seguramente cubrir más horas para mayor dedicación docente. Por ello, entre otras medidas, debe retomarse el plan de obras en universidades con fondos adicionales tal como el Congreso lo había previsto cuando sancionó el presupuesto 2018. La mayor parte de la investigación científica y tecnológica en nuestro país se realiza en ámbitos universitarios. Solamente en colaboración con el CONICET las universidades públicas albergan más de doscientos institutos. Aquí nos referimos a insumos, equipamiento y su mantenimiento, y gastos de funcionamiento, entre otros aspectos. Y por supuesto un adecuado ritmo de incorporación de recursos humanos.
En síntesis, están pendientes aún mejoras en el desempeño de las universidades, pero más allá del esfuerzo de sus trabajadores y alumnos, sólo podrán alcanzarse con mayor esfuerzo presupuestario que nos acerque a niveles de inversión similares a otros países de la región.
Rodolfo Tecchi: Rector de la Universidad Nacional de Jujuy.