Comprender al planeta, cuidar los recursos existentes y resguardarlos para futuras generaciones demanda la formación de profesionales calificados y el desarrollo de sistemas integrales, social, económica y ecológicamente sustentables.
En materia de geociencias, la carrera de Ingeniería Geodésica y Geofísica prepara a los estudiantes para crear herramientas tecnológicas que midan, describan y representen la superficie terrestre. Su instrucción técnica y su conocimiento de los fenómenos físicos que ocurren en el interior del planeta no sólo aportan información relevante para otras ciencias, sino también para evaluar la seguridad de asentamientos humanos y obras civiles.
En Argentina, la carrera se dicta en la Facultad de Ciencias Exactas y Tecnología de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) a nivel de grado y en la Universidad de Buenos Aires (UBA) como posgrado.
Creada en 1957, la propuesta formativa de la UNT se estructura en cinco años, articula con entidades nacionales, como el Instituto Geográfico Nacional (IGN), el Instituto Nacional de Prevención Sísmica (Inpres) y la Dirección General de Catastro de Tucumán, y ofrece becas a sus alumnos para trabajar en empresas públicas y privadas.
La directora de la carrera por la UNT, Sandra Corral, explicó que la geodesia “estudia la forma y dimensiones de la tierra”, mientras que la geofísica “aporta el conocimiento de los fenómenos físicos que tienen lugar en el interior de la tierra, un estudio detallado de la corteza y zonas más profundas de la tierra, e involucra el conocimiento y medición de los campos de gravedad, eléctrico y magnético, y de la propagación de las ondas sísmicas”.
“Se busca que el profesional sea un agente activo de progreso y que favorezca al mejoramiento de la calidad de la vida humana, al uso racional de los recursos energéticos y a la preservación del medio ambiente”, dijo Corral al Suplemento Universidad y ponderó la capacidad de los egresados de “adaptar las nuevas tecnologías a las demandas prácticas”.
Además, la referente de la UNT destacó el desarrollo en la última década de la “geofísica del medio ambiente”, que abarca la “investigación de fenómenos físico-químicos cercanos a la superficie y que produzcan alteraciones en el medio ambiente”, a través de la “aplicación de los métodos geofísicos clásicos”.
Preservar la “información genética”
Las problemáticas medioambientales demandan el desarrollo y la aplicación de sistemas sustentables, y el diseño y la implementación de estrategias de concientización con el objetivo de minimizar el impacto de las actividades humanas sobre el planeta.
Desde 1973, la Universidad Nacional de La Rioja (UNLaR) brinda la carrera de Ingeniería en Recursos Naturales Renovables para Zonas Áridas en la sede Chamical. Única en el país y en Latinoamérica, depende del Departamento Académico de Ciencias y Tecnologías Aplicadas a la Producción, al Ambiente y al Urbanismo de la casa de estudios.
El decano de la sede Chamical e ingeniero en Recursos Naturales Renovables para Zonas Áridas, José Vera Díaz, explicó a este suplemento que se trata de ambientes “poco productivos”, en comparación con la pampa húmeda, pero que constituyen reservorios del acervo genético de una amplia diversidad de especies nativas que sólo se encuentran allí. En ese sentido, Vera Díaz resaltó el valor de esa “información genética” y apuntó que se trata de especies con “una gran y alta adaptación a las condiciones extremas”.
Con una duración de cinco años, la propuesta formativa se divide en tres áreas -Básica, Tecnologías Básicas y Tecnologías Aplicadas- y articula con diversas instituciones y organismos a nivel local, provincial y nacional.
“Protección - Preservación”, “Recuperación - Rehabilitación” y “Transformación de ecosistemas - Utilización de ecosistemas - Producción” son los ejes que determinan el perfil del egresado, quien tendrá competencias para intervenir sobre ambientes áridos y semiáridos mediante la gestión de los recursos naturales renovables.
Según indicó el decano, la inserción laboral de los graduados “es del cien por ciento”. Ellos podrán: evaluar, diseñar y optimizar el aprovechamiento y desarrollo sustentable de los recursos naturales y el medio ambiente; elaborar e implementar políticas y normas legales que regulen su uso, preservación y conservación; analizar y planificar la restauración y la rehabilitación de ecosistemas degradados; desarrollar y ejecutar planes y programas de investigación y/o extensión ambiental con criterio de sustentabilidad, y organizar, dirigir y efectuar la implementación y utilización de áreas naturales protegida, entre otras actividades.
El potencial de la biotecnología
En 2012, la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) crearon la carrera de Ingeniería en Agrobiotecnología. Exclusiva de esta casa de altos estudios, la oferta de grado promueve la formación de recursos humanos capacitados en el desarrollo de tecnologías avanzadas que potencien la ganadería, la pesca y la agricultura de modo sustentable.
Los coordinadores de la carrera e investigadores del CONICET, María Llames y Franco Cabrerizo, señalaron que la iniciativa partió de un “trabajo de cooperación conjunta en materia de biotecnología” entre ambas instituciones que resultó en la presentación del “primer bovino bitransgénico, Rosita ISA”, en 2011. “Este animal fue el primero en el país y en el mundo al que se le aplicó la tecnología de edición génica, a través de la cual se le incorporaron dos genes humanos que codifican para dos proteínas presentes en la leche humana de alta importancia para la nutrición de los lactantes”, detalló Llames al Suplemento Universidad.
Son competencias del ingeniero en agrobiotecnología la realización de estudios e investigaciones orientados a mejorar la productividad y calidad de organismos de interés agropecuario, en la acuicultura y/o en la producción de especies forestales y de hongos, así como de aquellos que puedan usarse con fines de biorremediación, para el control de enfermedades o la optimización de prácticas sustentables. También, efectuar investigaciones tendientes a mejorar la producción de biofertilizantes, biopesticidas y biocombustibles; participar del desarrollo de productos de interés alimenticio o medicinal mediante el uso de plantas, animales, hongos u otros organismos de interés agropecuario, y asesorar a productores agropecuarios y pesqueros, entre otras incumbencias.
La carrera está planteada en tres trayectos: Conocimientos Básicos, Orientación a la Biotecnología y Especialización en Agrobiotecnología. Para Llames, “la singularidad del perfil lo da el hecho de formarse dentro de los laboratorios de investigación pertenecientes al Instituto Tecnológico Chascomús (Intech) y del INTA Castelar, bajo la supervisión personalizada de los distintos docentes-investigadores que dictan las diferentes materias del currículo”.
Los aspirantes al ingreso deben haber aprobado, al menos, el primer año de una carrera afín, como Agronomía, Zootecnia, Veterinaria, Biología, Biotecnología, Ingeniería en Alimentos u otras, en cualquier institución universitaria del país y poseer conocimientos básicos de matemática, física y química. Además, tienen que superar un examen de admisión y una entrevista personal. Del total, se seleccionan diez ingresantes, quienes reciben una beca completa y la cuentan con la posibilidad de alojarse en las sedes para dedicarse de forma exclusiva a su formación profesional.
“El potencial de la biotecnología es muy amplio”, sostuvo la referente de la UNSAM y destacó que “no sólo genera conocimiento científico y productivo, sino que también crea empleo calificado, desarrolla redes de cooperación entre universidades y empresas, y permite mejorar la calidad de vida de la población con nuevos productos y servicios de valor agregado”.
En ese sentido, Cabrerizo aseguró que “el gran desafío para la biotecnología aplicada a la producción agropecuaria argentina es contribuir a mantener la seguridad y la soberanía alimentaria para todos y asegurar que las personas tengan acceso a alimentos de calidad que les permitan llevar una vida activa y saludable”.
En un campo tan diverso, los profesionales medioambientales con perspectiva integral cumplen un rol estratégico. El desarrollo de una forma de vida más saludable y la conservación del planeta constituyen un aspecto fundamental para su formación, que exige una mirada multidisciplinaria.