Cuando se habla de psicoanálisis es tentador evocar la imagen del paciente en el diván y el analista oculto a su mirada. El cuerpo no aparece en primera instancia como algo que se asocia con el psicoanálisis. Sin embargo la experiencia analítica es una experiencia de cuerpo.

El nacimiento del psicoanálisis está relacionado con el cuerpo. Los primeros pacientes estudiados por Freud fueron casos de conversión y somatización. El psicoanálisis captó el empalme entre las palabras y los cuerpos bajo el concepto del síntoma. Pacientes histéricas que dejaban de caminar, de ver o de mover alguna extremidad como una metáfora de un mal psíquico que no podía ser expresado con palabras. Con el cuerpo expresaban un mensaje que Freud intentaba descifrar.

El psicoanálisis es una práctica de cuerpo presente, por tal motivo no puede realizarse solo por Internet, o skipe, se necesita llevar el cuerpo y las palabras al consultorio del analista. Un psicoanálisis es del orden del encuentro, algo que toca al cuerpo. En el análisis habla el cuerpo, habla el cuerpo del obsesivo desde la mortificación dejando de lado su deseo, el cuerpo del fóbico que lo aleja, lo lleva, lo trae midiendo siempre la distancia del objeto de sus miedos, a saber los famosos ataques de pánico. Habla el cuerpo de la anoréxica, siendo un cuerpo que siempre le sobra y que querría achicarlo hasta su desaparición. Habla el cuerpo del esquizofrénico, que lo desborda, que lo asecha y que a veces la única manera de mantenerlo a raya es por vía de la mutilación o el corte. El cuerpo del adolescente mediante sus tatuajes, sus piercing, sus cortes, el del adicto usando la droga para estimularlo o adormecerlo, habla el cuerpo del encuentro amoroso que se excita o no responde, etc.

Un cuerpo no habla por sí mismo, es preciso que esté habitado de alguna forma por lo que escuchamos como el deseo del Otro, y por supuesto del sujeto que goza. Lo que hace humano a un cuerpo es, en efecto, que sea un cuerpo hablante. Como señala Lacan, ese ser solo es ser en la medida en que habla, es hablante o es hablado. Por lo tanto no es el cuerpo el que habla sino el sujeto.

Las palabras provocan efectos impresionantes sobre el cuerpo, ellas nos emocionan, nos conmocionan y atrapan al cuerpo de tal modo que logran perturbarlo. El sujeto que va al análisis es un sujeto que sufre de cosas que le han dicho. Es un sujeto que está enfermo de las palabras del Otro, de ciertos enunciados. Estos encuentros originales con la palabra escriben marcas en el cuerpo e instalan un modo de gozar que dejan al sujeto enganchado, de ahí en más, en una repetición.

Para el psicoanálisis, el cuerpo no es considerado un diccionario que a cada síntoma físico le corresponde una emoción sino más bien que cada quien desde su singularidad y su manera de gozar puede, mediante un análisis, aislar esos encuentros iniciales que hicieron escritura, a partir de las cuales se ordena el modo de vivir y de gozar que reina para cada sujeto.

*Psicoanalista.

1- Brodsky, Graciela, Conferencia publica "Mi cuerpo y yo". 2015. México.

2- Salman, Silvia. El cuerpo en la experiencia del análisis, Colofón 33. Cuerpos que hablan. 2013.