"Somos distintos a ellos, buscamos justicia y verdad, no utilizamos la mano propia, nunca pedimos penas de muerte, porque lo único que queremos es que nos digan donde están, quiero saber, me lo deben. Es mi derecho a poder tener mi duelo, poder tener lo que queda de mi papá conmigo, hace 43 años que estoy esperando. Me lo deben por haber destrozado mi familia, haberla desarmado, por no darle la oportunidad a mi hijo de que conozca y crezca con su abuelo, me deben la verdad" dijo ayer Paula Luna, la hija de Daniel Gorosito, un caso emblemático de la Causa Feced 3 y 4 que ayer retomo audiencias en Rosario. También declararon Oscar y Patricia Costanzo y Angela de Costanzo, hermanos y madre de Cristina Costanzo, una de las víctimas de la masacre de Los Surgentes.

Paula Luna declaró por videoconferencia desde las Islas Baleares, (donde vive junto a su familia) por lo ocurrido con su papá, quien permanece desaparecido. Daniel fue secuestrado el 18 de enero de 1976 en el Hospital Provincial, en momentos en que se encontraba con su compañera, Elida del Carmen Luna (embarazada de su hijo José) y su hijita Paula. En ese lugar irrumpieron personas de civil, armadas, que dijeron ser policías y se llevaron a Daniel, que permaneció detenido en la Unidad 3 de Rosario en primer término, luego fue trasladado a la Cárcel de Coronda y desde allí, traído en octubre de 1976 al ex Servicio de Informaciones de la Jefatura de Policía de Rosario, donde se decidió su destino de muerte. Desde aquel entonces, permanece desaparecido.

Paula relató cómo fueron esos primeros años de vida, cuando la dictadura la obligó a crecer separada de sus padres, con su papá ausente y su mamá perseguida. Quedó al cuidado de sus abuelos paternos. "Recuerdo acompañar a mi abuela a calle Ricardone, despues supe que era el local de la Liga por los Derechos Humanos, ahi empezaron a juntarse los familiares, conocí a Elisa Medina, a Yoli, a Fidel, Norma Vermeulen. La verdad, siempre lo viví como un juego, yo acompañaba a mi abuela, a conocer tíos y abuelos nuevos, todos me querían mucho". Y agregó: "Los familiares que habían quedado necesitaban un espacio donde poder hablar, explicarnos que estaba pasando, así nació el taller Había una Vez, en 1984. Nos juntábamos los hijos de los desaparecidos, detenidos, exiliados. En realidad, para nosotros, que éramos niños, nos juntábamos a jugar con otros niños. Fue la primera vez que se comenzó hablar. En el taller había psicólogos, talleristas, íbamos los sábados por la tarde hacer actividades recreativas, a jugar, tomar la leche, charlar, hacíamos teatro, gimnasia, éramos muchos niños, y estos talleres estaban en todo el país, cada uno con su modalidad. Una vez al año hacíamos viajes, eran encuentros de talleres, el primero fue a Mar del Plata, era un espacio de contención, de amor. La verdad fue mi mejor infancia y adolescencia, éramos familia, nos íbamos todos a dormir a la casa de la tía Mariana y Daniel, o de la abuela la rubia, que tenía una pileta enorme, también a la casa del barba y Silvia White. El barba nos llevaba a bailar, era mi papá postizo, crecí con muchos papas postizos. Será por ese amor que recibí que nunca tuve rencor, ni odio".

"Los niños que íbamos al taller empezamos a crecer -agregó- y sentimos la necesidad de juntarnos, ya no éramos niños, nació HIJOS, éramos los ex niños de los talleres de todo el país, en cada provincia había un taller, ahí nos reencontramos, nuestra militancia logró un enorme movimiento, fue duro porque cada uno tenía una historia por contar, algunos tuvimos la suerte de ir a los talleres y hacer ese proceso, pero muchos no. Aun muchos sufrimos las consecuencias del golpe cívico y militar. Hay compañeros que no han podido recuperarse y se han suicidado, o viven en situación tremendas, de abandono, sin trabajo, sin familia, se han enfermado de cáncer y han fallecido..."

Paula relató: "Nos tocó bailar con la más fea, como se dice, y sin elegirlo, muchos tuvimos que crecer de golpe, madurar, dejar nuestra infancia atrás, otros nos aferramos a la militancia como una vía de vida, milité hasta que me casé. Fueron más de 25 años, marchas, encuentros, la organización del acto del 24 de marzo, fui de la primera comisión organizativa del Museo de la Memoria, cuando solo era un proyecto, también parte de la comisión escrache, de los payasos, estuve en muchos grupos, tomé la militancia como un modo de vida, estuve junto a otros compañeros pasando a fichas los testimonios de los desaparecidos y detenidos, para la preparación de los juicios por la verdad. Ya estaba embarazada cuando tenía que leer los testimonios de quienes sufrieron las peores aberraciones, fue terrible, pero sentía que no podía dejarlo. Era lo que había mamado de niña, era mi camino en busca de la verdad" destacó Paula.

Gorosito fue secuestrado en 1976, pasó por las cárceles de

Rosario y Coronda. Lo llevaron al Servicio de Informaciones.

Sus abogadas Gabriela Durruty y Jesica Pelegrini manifestaron que el caso Gorosito es uno de los mas emblemáticos de la jurisdicción. Numerosos ex presos políticos relataron cómo un "jarreo" realizado por todo el pabellón impidió que Daniel fuera sacado de la UNidad Nº 1 de Coronda por la patota del Servicio de Informaciones, y cómo fue necesario aislarlo para luego poder hacerlo. Su compañera, Elida Luna es fundadora y presidenta de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas de Rosario.

Fue uno de los casos mencionados por el Ministerio Público Fiscal como fundamento para crear la Unidad Fiscal de DDHHH de la ciudad, en épocas en que los juicios retomaban su contenido punitivo. "El caso de Daniel pone de relieve la pseudo legalidad de las cárceles de la dictadura, considerando que luego de transitar por el circuito legal, la Unidad de Detención Nº 3 y la Cárcel de Coronda, fue retirado por la patota de Feced desde esta última, con la clara anuencia del Servicio Penitenciario Provincial, sometido a salvajes tormentos en el Servicio de Informaciones, donde fue visto por diversos compañeros y aun permanece desaparecido", remarcaron las letradas.

La larga lucha de la familia Gorosito Luna convocó a numerosos dirigentes de derechos humanos de la ciudad a acompañar el testimonio de Paula. En la sala estaban presentes su mamá, Elida Luna, Silvia White, Diego Ponce de León, Cristina Solano y la presidenta de APDH nacional Norma Ríos, entre otros.