La fragilidad puede ser más una preferencia que una condición. Segismundo llega con su familia –su esposa Ofelia y sus dos hijos- a un pueblo de la costa para pasar sus vacaciones. Se hospedan en un pequeño hotel de una pareja alemana. El fantasma del nazismo irrumpe cuando Heinrich le dice a Segismundo que para arreglar todo –desde el robo de huevos de tortuga hasta la mala música- se necesitaría un Hitler.
“¿Un nido de nazis ese amable hotelito, o más bien hijos de nazis identificados con sus padres? Ellos, por razones de edad, no podían haber sido aguerridos miembros de las huestes hitlerianas ni siniestros guardias de campo de concentración, pero sí renovados partidarios de una causa felizmente perdida para bien de la humanidad”, plantea el narrador de Tercera fuente (Interzona), novela intensa de Noé Jitrik en la que explora la libertad de romper con el pasado y cambiar de vida, lanzarse a lo incierto y cortar todos los vínculos. El poeta, narrador, ensayista y crítico literario –que presentará el libro este jueves a las 19 con Liliana Heer y Alberto Díaz en Caburé (México 620)- dirige el Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Buenos Aires, está tramando una nueva novela y escribe contratapas en Página/12.
“Siempre me importa lo que viene, la posibilidad de seguir haciendo que de haber hecho”, confiesa Jitrik con un entusiasmo que desmiente que la vitalidad se pierde con el tiempo y que un nonagenario como él -91 años espléndidos- se tendría que dedicar a leer y a reeditar sus poemas, novelas, ensayos y libros de cuentos. “No me interesan las medallas. El año pasado me dieron un reconocimiento en México (el Premio Internacional de ensayo Pedro Henríquez Ureña) y escuchaba las razones por las que me dieron el premio y no me producía la menor emoción. Un poco de emoción me produce lo que puedo seguir haciendo, lo que me espera. Como una especie de garantía de sobrevivencia de lo que uno puede llegar a hacer”, agrega el autor de La fisura mayor (relatos), Mares del sur (novela) y Cálculo equivocado, su poesía reunida entre 1983 y 2008, entre otros títulos, que estuvo exiliado en México entre 1974 y 1986.
-Lo primero que llama la atención de Tercera fuente es la cuestión de los nombres. Segismundo no es un nombre cualquiera; remite a La vida es sueño. ¿Por qué la elección de este nombre?
-Cuando uno escribe una novela, no piensa de entrada en una identidad fija; esa identidad se va construyendo. Una vez que estaba más o menos armada la figura del personaje pareciera que hay que atribuirle un nombre simplemente por razones de ubicación. Ahí es cuando hay que elegir un nombre y para mí es un problema porque siento que muchos nombres son artificiosos, son para salir del paso. Entonces me interesa establecer alguna relación de significación entre un nombre y un personaje con características esenciales. Segismundo es un nombre que me queda de numerosas lecturas del pasado por el Segismundo de (Pedro) Calderón de la Barca, pero después también resulta que Freud se llama “casi” Segismundo. En cuanto a los restantes nombres, Ofelia es la Ofelia shakespereana, pero invertida. No es la Ofelia que se suicida, sino la Ofelia que rechaza, la que se va.
-Es como Nora de Casa de muñecas de Henrik Ibsen, la mujer que abandona, que pega el portazo, ¿no?
-Exactamente, pero no se me había ocurrido esa relación. Los nombres son esquirlas de significación de las cosas que uno hace sin pensar en algo concreto e inmediato. Está bien poner el acento en la cuestión de los nombres porque es un tema que siempre lo tengo presente y elijo paradigmas. Por ejemplo en la novela Mares del sur todos los nombres son de tangueros. Ahora estoy escribiendo algo y todos los nombres son de radicales: Leandro, Hipólito... es decir familias de nombres que me permiten corporizar mejor al personaje, la situación y todo lo demás. Ese es un aspecto de la construcción del relato.
-¿Por dónde empezó la construcción de Tercera fuente?
-Hay gente que se desplaza en vacaciones, la familia tipo que busca un lugar; es la posibilidad de lo extraordinario dentro de lo previsible y lo ordinario. Las cosas que nos suceden no tienen una gran densidad ni gran importancia. ¿Quién no ha tenido una pareja con hijos y ha buscado un lugar para pasar unos días? No pasa nada con eso; pero resulta que, como un resto surrealista, por detrás de eso se oculta otra cosa. Entonces es ahí donde el relato empieza a cobrar alguna intensidad.
-¿Segismundo es también un personaje bartlebyano?
-Claro que sí, pertenece a la tradición de la negativa, esa negativa que nos persigue y que asumimos a veces y otras veces dejamos de lado. Eso me fascina porque tiene que ver con muchas otras situaciones, hasta incluso con lo político: decir que no, rechazar, quedarse o irse son como fantasmas que a uno lo persiguen en la intimidad. El no volver o el volver sin saber exactamente adónde uno vuelve.
-Ese enigma entre volver y no volver, ¿está conectado con el exilio en México o es previo?
-Creo que es parte de la condición humana. Nunca estamos del todo en ninguna parte: no estamos en la vida definitivamente y a veces nos construimos una pertenencia o un estar. Hay gente que vive creyendo que está en alguna parte; es ese profesional que dice “soy un doctor” y está muy seguro de todo. Yo nunca estoy seguro en dónde estoy y si estoy del todo. Tenemos una especie de carácter fantasmático. Eso de repente sale y se organiza en poemas y en relatos y uno ve que el escribir tiene sentido, que es la puerta de salida. La tercera fuente sería eso que no está previsto. Uno conoce la puerta de salida, tiene idea de que lo que es una ventana y de lo que lo alimenta, pero de repente aparece esa tercera alternativa que está esperándonos, que tiene que ver con el tiempo, con la muerte, y sobre todo con el estar y no estar. Eso nos persigue siempre.
-Ese estar y no estar podría remitir al “ser o no ser” de Hamlet.
-Sí, en castellano los verbos ser y estar están emparentados. No es una cuestión que se plantee en francés o en otros idiomas. En castellano sí se plantea que el ser pareciera la fijación y el estar la transitoriedad.
-En la novela queda claro que Heinrich, el dueño del hotel, es un apólogo de Hitler. El fantasma que aparece en Tercera fuente es el fantasma del nazismo.
-Ese personaje tiene resuelto la relación entre estos dos verbos: él no tiene duda sobre su ser ni sobre su estar. Su estar ha dependido de una decisión: instalarse en ese lugar. Su ser es el aparato afirmativo que tiene mientras que su mujer, Greta, vacila. Ella se siente atraída no por Segismundo como sujeto, sino por la indecisión y negativa del personaje.
-¿Qué tipo de fascinación ejercen los personajes de la negativa como Bartleby?
-La frase de Bartleby, “preferiría no hacerlo”, se ha impuesto. El asunto de la negación me importa mucho en el orden literario. Toda obra literaria es un acto de negación, un apartamiento de la experiencia concreta de la realidad inmediata. Esa línea probablemente empiece por (Gustave) Flaubert y caracteriza a la literatura moderna: es Flaubert, es (Stéphane) Mallarmé, es Macedonio (Fernández), es una corriente muy sugerente para mí, me sostiene mucho. Pero tampoco es un invento flaubertiano; viene de la antigüedad. Releyendo ocasionalmente nada menos que a Lucrecio descubrí que habla de la negación y del vacío. Lo que descubrió Flaubert es que todo acto literario auténtico es una negación de la experiencia concreta; es la propuesta de estar en otra parte. Todo eso hace a la literatura misma y creo que le da cierta densidad. No es que se me ocurrió escribir una cosita para distraerme y distraer con una historia de alguien que de una manera extravagante y bizarra decide quedarse en otra parte. El plano verbal se da en dos modos de la conjugación: el modo indicativo y el modo subjuntivo. Hay quien vive en la creencia del indicativo y afirma. Hay quien le da entrada al subjuntivo, a la posibilidad. Lo que me preocupa es el arte narrativo o el arte de escribir, de pulir, de contener, que es casi como el trabajo del escultor. Sin que eso se convierta en marmóreo, que es una tendencia de cierta literatura clásica, la literatura de la línea parnasiana, hacer que la palabra aparezca como mármol. Eso no me interesa. Hay una vibración contenida en la novela, un narrador que no invade.
-¿Es un narrador reticente?
-Sí, narra pero al mismo tiempo deja entrar al subjuntivo.
-Tercera fuente es una novela breve, podría ser llamada nouvelle. ¿Hay una preferencia literaria por la brevedad?
-Sí, las grandes estructuras no se me dan; con mucha frecuencia doy por terminado un texto, me parece inútil insistir. Sin embargo, también tengo una tendencia a las frases complejas, llenas de subordinadas y coordinadas. No son frases a la norteamericana. No tengo esa línea de trabajo. Admiro a quienes escriben eléctricamente, pero yo no puedo. Yo soy más bien expansivo dentro de esa perspectiva de contención y brevedad. Todos estos problemas es la valija con la que me traslado por la vida, una valija llena de subjuntivos que pelean contra los indicativos. Esto me generó a algunos conflictos.
-¿Qué tipo de conflictos?
-Cuando llegué a México, quería vincularme con Octavio Paz por su sabiduría literaria y no lo pude hacer porque él era exclusivamente afirmativo, no había forma de que penetrara la duda. No conocía la duda. No es que yo quiera que los demás duden como dudo yo, pero la vacilación es lo que me permite conectarme con los otros. La vacilación quizá sea una debilidad mía; quienes se imponen en el mundo son los que afirman. ¿Qué se puede decir de un político que no promete, que no afirma lo que va a hacer? Un político que se pone a conjeturar y a vacilar no consigue votos. El discurso político no admite la vacilación. Estar al margen de la afirmación es la historia de mi vida.
-Pero estar al margen de la afirmación no implica estar ajeno a la coyuntura política, social y económica.
-Yo estoy metido en el baile... Sé que hay condiciones bastante objetivas acerca de un cambio de rumbo. Alberto Fernández se está manejando muy bien y está adquiriendo mucha prestancia y fuerza. La posibilidad del cambio puede darse y yo contribuiré para que eso suceda. Veo los restos de una fiesta. Imaginemos una fiesta con mucha gente. Imaginemos el final de la fiesta y que la consigna es “rajemos”. El macrismo está dando sus últimos estertores.
La ficha
Noé Jitrik nació en Rivera (La Pampa), el 23 de enero de 1928. El narrador, poeta, ensayista y crítico literario integró la revista Contorno junto a David Viñas, Ismael Viñas, León Rozitchner, Oscar Masotta y Carlos Correas. Ejerció la docencia en universidades de Argentina, Francia, México –donde vivió su exilio entre 1974 y 1986-, Colombia, Estados Unidos, Puerto Rico, Uruguay y Chile. Ha publicado La fisura mayor (relatos, 1967), Llamar antes de entrar (relatos, 1972), Citas de un día (novela, 1992), Mares del sur (novela, 1997), Long Beach (novela, 2006), Destrucción del edificio de la lógica (novela, 2009), Cálculo equivocado (su poesía escrita entre 1983 y 2008) Atardeceres (2012) Casa Rosada (2014), El río de las terneras atadas (2014), La nopalera (2016) y Terminal (2016), entre otros títulos. Desde 1990 es director del Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Buenos Aires y entre los premios y reconocimientos que recibió ha sido nombrado Caballero de las Artes y las Letras por el gobierno francés, Doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma de Puebla, y el Premio Internacional de ensayo Pedro Henríquez Ureña, entre otros.