Una historia de acoso administrativo, un drama burocrático. Así define Tomás Bordalejo a Oficina 470, la ópera que este viernes y sábado a las 20, y el domingo a las 17, se pondrá en escena en el Centro de Experimentación del Teatro Colón. “Crónica de una fallida revolución de la eficiencia”, es el inquietante subtítulo del trabajo escénico del compositor argentino radicado en París sobre libreto Facundo Di Stefano, que en su estreno americano contará con la puesta en escena de Diana Theocharidis y la dirección musical de Alphonse Cemin, al frente del ensamble francés 2e2m.
Cuatro cantantes y cuatro instrumentistas, son los engranajes de un mecanismo que alimenta obsesiones en torno al poder, la soledad, el vacío hasta que cae por su propio peso. Los cantantes son alumnos de Instituto Superior de Arte del Teatro Colón: Tamara Odon y Rosario Messiano se alternarán en el papel de Sujeto O, mientras que en el rol de Claudia estará sucesivamente Sabrina Pedreira y Patricia Villanova. Norberto Miranda será Cortina y para encarnar a Ramírez, el protagonista de la historia, actuará como invitado Sebastián Sorarrain. El ensamble instrumental está integrado por Amaryllis Billet (violín), Pascal Contet (acordeón), Maxime Echardour (percusión) y Louis Siracusa (contrabajo). La escenografía y la iluminación son de Gustavo Córdova. La producción de Oficina 470 se inserta en el cuarto encuentro del ciclo Residencias del CETC, que se completará el martes a las 21 con un concierto del ensamble 2e2m, con obras de Gustavo Beytelmann, György Ligeti, Raphaël Cendo, Lucas Fagin, Philippe Hurel y Marco Suárez-Cifuentes, y con dirección de Alphonse Cemin.
“Entre Franz Kafka y Brazil (la película británica de Terry Gilliam), por citar ejemplo ilustres, el mundo administrativo y sus desbarajuste han generado una gran cantidad de obras críticas”, asegura Bordalejo al comenzar la charla con Página/12. “Comencé a trabajar en la ópera junto a Di Stefano en una época en que en Francia se dieron una serie de suicidios de empleados de importantes empresas, agobiados por las presiones en el trabajo. Fue cuando difundió el término burnout, que sería algo así como llegar a quemar aceite, cuando algo se quiebra y deja de servir”, continua el compositor. “Pero sobre todo Oficina 470 es una sátira. No sé si en el mundo real hay muchos personajes como Ramírez, el protagonista, que es un empleado que trabaja en la misma empresa hace 20 años, que nunca le vio la cara a sus superiores y que nunca se cuestionó lo que hace y por qué lo hace. Es una máquina atemporal de trabajo, que simplemente sabe que tiene que hacer algo, en el menor tiempo posible”, describe.
Acordeón, violín, contrabajo y percusión son los instrumentos con los que cuenta el ensamble pensado por Bordalejo para Oficina 470. Desde ahí construye el andamiaje sonoro de una obra cuyo sonido es el producto de permanente cruces estilísticos. “Estos son instrumentos con los que dialogo continuamente, porque tengo una doble formación y una doble profesión, como guitarrista me dedico a la música de tradición popular y como compositor a la música contemporánea”, explica. “Pero no puedo mantener esos universos separados, por eso elegí instrumentos que puedan referenciarse con varios estilos y culturas sonoras. El ensamble 2e2m es multifacético y la partitura es muy exigente: hay escenas íntegramente acompañadas por un solo instrumento, una de solo percusión, otras de solo contrabajo y solo violín. La idea fue desarrollar las partes de solista del ensamble y explotar al máximo los cuatro músicos”, explica el compositor.
El lenguaje musical de Bordalejo se extiende sobre varias referencias, entre el gusto por la polirritmia y la elaboración de restos poco reconocibles del tango. “Mi búsqueda para esta obra tuvo que ver con la construcción de un lenguaje musical derivado de la palabra. Todas las melodías salen del acento y la sonoridad de la palabra, que genera además el lenguaje armónico”, analiza el compositor. “Y en esta obra en particular el lenguaje se liga en muchos sentidos a la tradición de la ópera. Lo que la caracteriza no es la complejidad, sino lo que suena en el encuentro entre la voz y la palabra”, observa.