Finalmente, a mediado de julio la Federal Trade Commission (FTC) aceptó en un fallo dividido la oferta de Facebook de pagar una multa de 5000 millones de dólares por los sucesivos “problemas” para proteger los datos de sus usuarios, sobre todo en el conocido caso de Cambridge Analytica . Lo astronómico de la cifra habría significado la muerte para cualquier empresa normal, sin embargo, en el caso de la red social tuvo el efecto de hacer subir su cotización.
En marzo de 2018 la FTC inició una investigación para determinar la responsabilidad de la red social en que la consultora política Cambridge Analytica accediera a los perfiles de 87 millones de votantes estadounidenses. Esa información luego se utilizó para diseñar mensajes específicos según cada tipo de personalidad durante las elecciones de 2016 que condujeron a Donald Trump a la Casa Blanca. La descarga de los datos, según se supo luego, no implicó ninguna violación a la seguridad de Facebook, sino que era una de las potencialidades que la red social ofrecía habitualmente hasta 2015. Según la FTC esa opción, conocida y utilizada por miles de personas y empresas en el mundo, violaba un acuerdo entre la comisión y la red social.
Al comenzar a investigar el caso, salieron muchos otros a la luz en los que quedaba claro que Facebook realiza y ayuda a realizar numerosos negocios con los datos que los usuarios cargan cotidianamente en la red. La información acumulada de los usuarios (por dónde se mueven, con quién hablan de qué, cómo son sus círculos de amigos, qué fotos les interesan, qué noticias leen) permiten intervenir sobre los intereses, miedos y gustos de las personas como si estuvieran en un laboratorio.
Los sistemas de inteligencia artificial aprenden en base a los datos cómo generar cierto efectos sobre determinados perfiles. Resulta difícil saber cuál es el poder real que dan estas herramientas para influir en distintas personas, pero que empresas como Google o Facebook, que viven de la publicidad y no existían hace 25 años se cuenten entre las cinco corporaciones más grandes del mundo, permiten darse una idea. También es un buen indicio el rol de las redes para instalar o consolidar candidatos a los que nadie prestaba atención en distintos lugares del mundo.
La primera reacción del fundador, CEO y principal accionista de Facebook, Mark Zuckerberg, fue rechazar todas las acusaciones, pero pronto comenzó a bajar la cabeza: en 2018 asistió al Congreso de los Estados Unidos y se mostró dispuesto a aceptar regulaciones que dieran más garantías a sus usuarios. Incluso, en abril separó 3 mil millones de dólares para una eventual multa. Su oferta de pagar 5 mil millones fue sometida al voto en la FTC: los tres representantes republicanos votaron a favor mientras que los dos demócratas lo hicieron en contra.
Facebook también deberá tomar algunas medidas de seguridad y consultar a la FTC cuando saca cada nuevo producto. Los detalles del acuerdo no son públicos, pero hay grandes sospechas acerca de lo inefectivo de la multa. Por ejemplo, un senador demócrata explicaba a The Washington Post: “Más que desincentivar conductas inadecuadas, la señal que se da es que las multas o penalidades económicas son una fracción de lo que deberían ser. No hay razón para el optimismo, mucho menos confianza, en que las reformas estructurales o de conducta serán suficientemente fuertes como para cambiar realmente las prácticas habituales de Facebook”.
La multa también funciona como una muralla protectora frente a eventuales competidores que no podrían pagar semejante monto; así se consolida aún más la posición dominante de la empresa. El mercado parece haber leído las cosas de manera optimista: el día en que se supo el acuerdo, las acciones de la empresa cerraron un 6,2 por ciento más arriba que en toda su historia. Evidentemente confían en que el modelo de negocios basado en acumular y comercializar datos no se verá afectado.
Así vista, la multa funciona como una costosa pero accesible licencia para matar (a la privacidad) tal como ya venía ocurriendo. La empresa obtuvo 3317 millones de dólares de ganancias en el primer trimestre del año aún sin contar los 3 mil millones previstos para la multa. Solo deberá separar otros 2 mil millones en el segundo trimestre para cubrir los daños colaterales y seguir adelante con sus negocios ahora con el paraguas de un (supuesto) control estatal. De esa manera podrá seducir con otros proyectos ambiciosos como Libra, su criptomoneda , que requiere generar la sensación de que no repetirá errores del pasado y garantizará seguridad y privacidad a quienes la utilicen.
Solo queda esperar que el Departamento de Justicia avale la decisión y se efectivice la multa más grande de la historia para una empresa de tecnología que haya roto un acuerdo con la FTC. También será, probablemente, una de las más inocuas.