Semidesnuda en la transparencia, reverenciada en el corazón del África por esbeltos hombres negros, acosada en las Cataratas por el Pombero, ninfómana voluptuosa seducida a la medianoche en un gallinero, náyade de fuego arrojándose sobre la nieve, existencialista huyendo en lancha hacia el sinfín del océano, musa de pintores -uno mexicano que consume hongos y otro del gran Buenos Aires que trabaja en un frigorífico−, burrerita castigada por el chorro de una manguera en el patio de una comisaría, cabecilla de una revuelta contra un terrateniente de la Patagonia, sirena de pelo negro nadando en el azul más extremo del Eastmancolor.

Ninfa de colores saturados. Criatura poética.

Coca de luz, tus turgentes haces nos dieron aliento frente a un miedo moral que soplaba fuerte junto al viento.

Coca de nuestra adolescencia bajo las garras de una educación castrante, castrense y represiva. La oscuridad carnívora no era la del cine.

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Todo atentaba contra lo que viésemos en el Cine Teatro Italia de Totoras.

A los cortes del Ente de Calificación deben sumarse el estado lamentable de las copias que llegaban al interior, la precariedad de la máquina proyectora, la impericia del encargado de proyectar y hasta la posibilidad que se chamuscase el fílmico. Razones que ensambladas daban por resultado que las películas fuesen entelequias poco menos que inasibles.

Pero algo siempre quedaba, el resto que se resistía a cualquier ultraje.

El placer del fisgón, el deleite del ojo, la puerta del deseo. 

En el cine del pueblo fui uno de los tantos espectadores ardientes de Una mariposa en la noche y Una viuda descocada. Dos obras de pop criollo a niveles descollantes.

Yvonne, en Una mariposa en la noche, vuelve a la pampa desde París de la mano de un estanciero que queda lisiado tratando de domar un potro en una jineteada que organiza en su honor. El hombre, bueno y rico, arrastrándose con las muletas muere en medio del campo mientras Gina María Hidalgo interpreta el Ave María de Schubert. La banda sonora de la película cuenta, además, con música de Alice Cooper, Yves Montand y Luis Alberto del Paraná.

En Una viuda descocada, con José Marrone, Adelco Lanza y Pepita Muñoz, tres nombres de fuste en el firmamento kitsch nacional, Flor Tetis Soutién de Gambetta, mientras llora tras velos negros que no le impiden fumar cigarrillos larguísimos y de colores, entierra maridos que sucumben de amor sobre su pecho. Comedia con piscina, cementerio, Prode, chofer y Manolo, el mayordomo.

Pero la dupla Sarli-Bo con asiduidad caminó descalza por los escarpados senderos del cinéma verité. Sin ir más lejos, ella contrajo hepatitis por una escena realizada en medio de aguas fétidas, con Alba Mújica, en "Sabaleros".

 

pd

Aguiar, Crosetti y Homs, el trío menos mentado, gracias a una jugada maestra de Ediciones La pareja Está En Crisis, se daba a conocer. Apenas empezaban los noventa a correr. Teníamos el título, Baño, pero discutíamos la portada. ¿Qué poner en la tapa de un libro de tres personas? Entonces en una casa de usados encontré esa revista Antena. La coincidencia fue instantánea. Nuestra delicada suma poética tendría a la Coca envuelta en una boa roja a modo de verso coral para romper el hielo. Un enardecido mar eléctrico y una corona que a las claras denota sus trazos de fibra anaranjada completaban la obra. Aurelio García fue el encargado de armonizar el assemblage.

Era una época en que las fotocopias color eran carísimas y de muy mala resolución, y se cerraban cines.

Al respecto, y de manera colateral, a quién le competa, ¿alguien hará algo por rescatar de la demolición al edificio del cine Imperial de calle Corrientes llegando a Tucumán de la ciudad de Rosario? Ya vimos esa película en que los frisos tallados en la historia cuentan las horas para empezar a historia ser.

 

Mientras tanto, en el agua, Isabel es eterna…

drhoms@gmail.com