“Vamos a bailar, toda la noche, al ritmo de la banda, hasta que explote”, cantaban los Fabulosos Cadillacs en los 90. El Gobierno parece haber internalizado ese estribillo para la gestión. Avanza de manera coordinada en distintos frentes hasta que algún factor externo le pone un límite. Si el tema explota, retrocede. El freno puede llegar por el lado de la Justicia, como en el escándalo del Correo –que la fiscal Gabriela Boquín llevó a foja cero, y no el Presidente, quien no tuvo más remedio que dar marcha atrás en su rol de jefe de Estado, aunque todavía no informó si la empresa familiar bajará su propuesta “abusiva” para saldar la deuda de más de quince años y si mantendrá o no el juicio contra el propio Estado– o en su intento por desconocer la paritaria bancaria. En otros casos el Gobierno choca con la reacción social y política, como en el frustrado recorte de los aumentos a jubilados. Los estudios de opinión pública coinciden en que el macrismo tiene en los mayores de 60 años a su sector más fiel, pese a que las jubilaciones perdieron por más de 9 puntos contra la inflación el año pasado. Esa evaluación avala puertas adentro de la Casa Rosada la estrategia de ir por todo más allá de realidades objetivas. La situación económica de los jubilados mejoró como nunca con el kirchnerismo y viene sufriendo duros embates con la actual administración, pese a lo cual otros elementos políticos y mediáticos demuestran tener mayor incidencia en ese universo. Si en temas tan sensibles y de reacción corta el oficialismo se maneja con tanto desparpajo, en aspectos menos visibles la impronta de ir hacia adelante “hasta que explote” resulta tan inquebrantable como temeraria.
En enero la compra de dólares billete, lo que antes se denominaba dólar ahorro, escaló 74 por ciento respecto de igual mes del año pasado. El salto fue de 1474 millones en 2016 a 2556 millones este año. La adquisición de divisas por grandes operadores, a su vez, aumentó 73 por ciento, de 621 a 1074 millones. Son números que alarman. La tendencia de aceleración de la fuga de capitales que reflejan los datos del Banco Central se produce en un contexto de paz cambiaria. La cotización del dólar está planchada. El consenso de los economistas de la city es que el ancla cambiaria seguirá bien clavada el resto del año. Por lo tanto, las preguntas que resuenan cada vez con más fuerza son por qué está creciendo tanto la demanda en este momento y qué pasaría si se llegara a desatar una corrida. Inquieta que algún factor interno, como una eventual derrota del oficialismo en las elecciones de octubre, o externo, a partir de decisiones que pueda tomar Donald Trump en Estados Unidos, despierten aún más la avidez por el billete verde y, en ese caso, si podría producirse otra mega devaluación como la de fines de 2015.
“Lo de diciembre fue terrorífico. La fuga de capitales se comió solo en ese mes todo el ingreso de divisas por el blanqueo de capitales, y se está comiendo la parte sustancial de la nueva deuda. Es realmente preocupante. La demanda bruta en enero fue de 3600 millones de dólares, cuando todos apuestan con razón a que el dólar no se va a mover, cuando no hay en este momento expectativas devaluatorias. Sin embargo, se profundiza la dolarización de carteras. Es una dinámica que no resulta sostenible”, alerta la ex presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, viendo como se avanza a paso firme hacia el frente de tormenta. El incremento a un ritmo incluso superior de los niveles de deuda mantiene el problema anestesiado, lo cual es un inconveniente adicional para la sustentabilidad de la economía. La suba de los compromisos en moneda dura sin que esas divisas generen condiciones de desarrollo interno para su repago va comprometiendo el futuro, como ya se vio tantas veces en la Argentina. Las fiestas con canilla libre para comprar y gastar divisas mientras crece la deuda suelen durar, como cantaban los Cadillacs, hasta que explote. Lo mismo hay que apuntar sobre el ingreso de fondos especulativos para hacer grandes diferencias con la bicicleta financiera, los cuales una vez que realizan la ganancia, salen del país tan rápido como entraron, desatando a su paso procesos de desestabilización.
En 2016, la compra de dólar billete osciló entre 1100 y 1600 millones de dólares por mes entre enero y octubre. En noviembre la demanda despegó hasta 1943 millones y en diciembre llegó a un máximo de 3488 millones. En enero, como se mencionó más arriba, fueron 2556 millones. Es decir que ya va un trimestre con un ritmo acelerado de adquisiciones. La misma trayectoria evidenciaron las transacciones de grandes operadores: entre enero y octubre se movieron entre 500 y 1000 millones de dólares, en noviembre subieron a 1239 millones y en diciembre alcanzaron a 1463 millones, en tanto que en enero totalizaron 1074 millones.
La autoridad monetaria, pese a ello, en lugar de analizar el proceso con algún rasgo de inquietud celebra que las compras aumenten, dado que, según su visión, eso evita una mayor apreciación del tipo de cambio. “El Banco Central en su informe macroeconómico hizo una mención elogiosa a la ‘especulación estabilizadora’. Justifica la suba de la demanda como una suerte de arbitraje de precios entre activos financieros que evita que el valor del dólar caiga aún más. Es una locura de laboratorio, de libros, que ya está plenamente comprobado que termina en grandes fracasos. La especulación conduce siempre a situaciones de crisis, no de estabilidad”, remarca Marcó del Pont.
Otro componente de la salida de divisas que tocó un máximo en enero fue el rubro turismo. “El balance cambiario registró una demanda de 1433 millones de dólares el mes pasado, de los cuales 1309 millones fueron para gastos y 124 millones para pasajes. Se trata de un alza del 57 por ciento respecto de igual mes de 2016. A lo largo del año pasado se fueron de la economía más de 10.000 millones por turismo, cifra que, si el dólar sigue quieto, será mayor este año, según estimaciones del mercado”, explicó esta semana el periodista Federico Kucher en este diario. El riesgo de un aumento sostenido de la dolarización de carteras y de la fuga de capitales por distintas vías es que en algún momento se compliquen las condiciones de acceso al financiamiento, además de la carga creciente de intereses a saldar.
Un elemento que determina el costo del crédito externo es la evolución de la economía. En la recta final del verano, la crisis no cede, en tanto que Brasil sigue batiendo records de caída, ya por ocho trimestres consecutivos, con políticas similares a las que se desarrollan aquí. La erosión de las posibilidades de recuperación de la región se traduce en más tasa de interés para la colocación de bonos.
A nivel interno, a su vez, la evaluación del Gobierno por su manejo de la economía retrocedió desde octubre. Un sondeo de la consultora Gustavo Córdoba y Asociados, que hace trabajos tanto para el oficialismo como para la oposición, arrojó los siguientes resultados. Fueron 1200 casos entre el 10 y el 14 de febrero:
- El 32,8 por ciento de los encuestados dijo que la situación económica del país será peor dentro de un año. En agosto pasado se mostraban pesimistas el 26,9 por ciento. A su vez, quienes creen que “seguirá igual de mal” evolucionaron de 15,1 en agosto a 22,3 por ciento en febrero. Es decir, en agosto eran pesimistas el 42,0 por ciento y en febrero, el 55,1.
- En la misma línea, cayó fuerte la cantidad de optimistas. El 44,0 por ciento sostenía en agosto que la situación mejoraría dentro de un año, mientras que en febrero ese número descendió hasta 30,9. “Seguirá igual de bien”, en tanto, se mantuvo sin cambios, de 7,8 a 7,5 por ciento. Los optimistas, entonces, pasaron de 51,8 por ciento en agosto a 38,4 en febrero.
- La pérdida de expectativas favorables alcanza a los votantes de Mauricio Macri. Entre ellos, el 59,9 por ciento declaró que lo hecho hasta ahora por el Presidente y su gobierno fue menos de lo que esperaba, contra el 31,6 por ciento que sostuvo que está haciendo lo que esperaba y el 5,4 que dijo que superó sus expectativas.
- La imagen positiva de Macri, finalmente, cayó de 53,1 por ciento en octubre a 45,3 en febrero, mientras que la negativa escaló de 42,1 a 50,2.
El intento frustrado de recortar los aumentos de jubilaciones ocurrió después del cierre de la encuesta. Los números de la economía, y ahora también de los estudios de opinión pública, empiezan a mostrar los riesgos de tensar la cuerda hasta que explote.