Acorde al espíritu musical que lo guía, "con el libro hicimos una suerte de ronda de presentaciones en el interior de Santa Fe, entre municipios y comunas, y estuvo buenísimo. Hemos ido hasta a La Gallareta, uno de los sitios donde estaba La Forestal, en una biblioteca pública que estuvo al palo. Fue una experiencia hermosa". Lo que dice Juan Aguzzi da cuenta de la sensibilidad que anida en La Rosa Trovarina: 35 años de historia de La Trova, el libro editado por Ciudad Gótica, con autoría compartida entre Aguzzi y Adrián Abonizio.

Presentado en su momento en la Feria Internacional del Libro Rosario, los autores continúan un raid que los llevará hoy a la 29º Feria Regional del Libro de Villa Constitución (a las 18 en Esc. Nº 208 Juan Bautista Alberdi, Santiago del Estero 369). "Si se quiere, el libro es una memoria sobre todos esos momentos que influyeron, para que muchos años después emergieran las cabezas más visibles, a los cuales se llamó luego La Trova. Pero antes hubo muchísimas situaciones, hechos, personajes", continúa Aguzzi.

Con la distancia que el tiempo permite, a la manera de un fortuito trabajo en etapas, La Rosa Trovarina tuvo su origen pionero "en unos fascículos que salieron hace años atrás en La Capital. La posibilidad había surgido a partir de la Secretaría de Cultura de Santa Fe (NdR: Jorge Llonch era entonces el Secretario de Cultura provincial). La idea con Abonizio nació porque nos tocó andar juntos en aquellos momentos, así que de alguna manera pude plasmar algunas cuestiones porque las viví. Ahí había un caldo dando vueltas que no se había contado. El único libro era uno de Sergio Arboleya (La Trova Rosarina, 1998), un libro serio, muy bien hecho. Pero, a partir de su distancia (él es de Buenos Aires) o escaso conocimiento de esta cocina que nos daba la localía, de alguna manera era fragmentario", explica el periodista.

Como todo movimiento que se precie, La Trova incluyó exponentes de ámbitos diferentes que confluyeron en un mismo ánimo. Como refiere Aguzzi, "había poetas, cineastas, escritores y músicos. Nos reuníamos en un espacio que nos cedía la Asociación Cristiana de Jóvenes, en calle Catamarca. Eran años de dictadura, e intentábamos por todos los modos conseguir espacios para hacer recitales de música y poesía. En realidad, era también la excusa para juntarnos. La cosa se ponía muy dura, a veces ni siquiera se podía encontrar un lugar de ensayo. De todo esto, algo apareció en esos fascículos, pero nos quedó un montón de cosas afuera".

Durante la investigación, Aguzzi refiere que fueron muchas las anécdotas que surgían pero también que "nos faltaban datos, así que fuimos haciendo una cadena. Y nos encontramos con algo que no sospechábamos: había fanáticos de La Trova. Tenían archivos de materiales fotográficos, las entradas a los primeros recitales, afiches, una cantidad de cosas enorme. Con todo ese material, fuimos también pensando en la posibilidad del libro".

La Rosa Trovarina integra un material diverso -textos, fotos, historietas, testimonios- que sistematiza desde una línea histórica en donde convergen voces plurales. Además, la calidad de impresión es notable. Tanto es así que al libro da gusto tanto leerlo como verlo: mérito atribuible al diseñador y maquetador Mauricio Chiaraviglio. A la vez, lo que surge es la reconstrucción de una época, congénita a la historia íntima de los autores. "Más allá de lo que pase ahora con el libro, éste es uno de los aspectos más importantes. Uno tiene determinados recuerdos, pero pasaron otras cosas también, durante esos mismos días. Eso es realmente impagable, porque es reavivar la memoria con otros. La memoria, de hecho, es una reconstrucción: a partir de esas fotos fijas o en movimiento que uno tiene, aparece una cantidad de otras cosas que uno no recordaba. Al buscar material de archivo, dábamos con alguien que nos aconsejaba ir a ver a otra persona. Así apareció el Citroën al que homenajeamos en el libro. Con ese Citroën se iba de ensayo en ensayo. ¡Y todavía existe! Está arrumbado en un galpón de Echesortu (risas)".

Desde ya, el libro invita al lector a completar con sus recuerdos. Al respecto, Aguzzi recuerda que "en la Feria del Libro aparecieron casos de gente que recordaba in situ. Había un flaco que había estado en el recital de Obras y contó su experiencia: fue a ver qué pasaba y no podía creer cuando vio tanta cantidad de gente yendo a ver unos todavía ignotos músicos". Entre los testimonios que participan figuran nombres como los de Litto Nebbia, Horacio González, Rep, Horacio Vargas, Raúl Carnota, Emilio del Guercio, Mario Piazza, Rodolfo García, "junto a impresiones de Nahuel Marquet, Popono, Coki Debernardi, Gonzalo Aloras, todos músicos de la generación que siguió, y está bueno porque cada uno dice lo que quiere sobre La Trova, cómo lo vivieron y cómo les influyó, si se quiere cuando estaban haciendo sus primeros pasos en la música". También destacan ilustradores e historietistas como El Tomi, Mosquil, Francisco Paronzini, Javier Armentano, Chachi Verona, y Roberto Fontanarrosa, "quien estuvo muy cerca de esa movida inicial", agrega Aguzzi.