El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, había adelantado que los salarios iban a empezar a recuperar poder adquisitivo a esta altura del año. El pronóstico oficial para generar expectativas positivas acerca de la marcha de la economía macrista no se cumplió. Una y otra vez, las promesas de Dujovne colisionan con la realidad, reiteración que levanta sospecha acerca de si se equivoca o es parte de la estrategia de la mentira planificada ordenada en la Jefatura de Gabinete. El último informe del Indec muestra que los salarios siguieron perdiendo respecto a la evolución de los precios. En mayo, el índice de salarios total subió nominalmente 2,8 por ciento, mientras que la tasa de inflación fue de 3,1 por ciento. El golpe a los ingresos de los trabajadores es fulminante . En doce meses, el alza nominal de los salarios de trabajadores formales e informales, de los sectores privado y público, fue de 38,4 por ciento , mientras que la inflación lo hizo en 57,3 por ciento. Una diferencia de 18,9 puntos porcentuales, lo que significa una caída en términos reales de 12 por ciento. Como el salario real venía siendo castigado en los dos años anteriores, hasta ahora el retroceso en el ciclo macrista es, como mínimo, del 15 por ciento promedio.
Ante resultados tan desastrosos en materia económica en casi todos los frentes, un debate que recorre en estos casi cuatro año de gestión de la Alianza Cambiemos gira acerca de si esa fuerza política está cumpliendo con lo que vinieron a hacer o los resultados negativos son consecuencia de su pésima administración. Con respecto al salario no hay espacio para la duda: han cumplido con éxito la misión propuesta.
No era secreto que los economistas de la ortodoxia y de la heterodoxia conservadora consideraban que la masa salarial era enorme en los años del kirchnerismo. Lo que era cierto, puesto que en esos años hubo un crecimiento casi constante del empleo y del salario real, constituyéndose en uno de los mejores ciclos de mejoras de las condiciones para el trabajador; los otros fueron en los primeros dos gobiernos peronistas y en el período 1964-1974.
La grey de la ortodoxia apuntaba entonces que había que intervenir en el mercado laboral por dos vías: por un lado, ajustar el salario medido en dólares, al que consideraban muy alto, y por otro, disminuir los costos laborales. Aseguraban que ambos factores afectaban la competitividad de la actividad privada, lo que no se ha probado en los hechos en estos años cuando perdió participación el salario en la estructura de costos de las empresas y hubo una reducción de costos laborales (cargas sociales, ART).
Ranking
El derrumbe de la capacidad de compra de los trabajadores en la economía macrista se suma al ranking de los cinco grandes golpes anteriores al salario real:
· 1958: la fortísima devaluación de Frondizi deprimió el salario real en 23 por ciento.
· 1976: en el primer año de la última dictadura militar, el salario real medio cayó 37,1 por ciento. Tras esa reducción, siguió un proceso de recuperación notable en el bienio 1979-1980 (13 por ciento anual en términos reales), pero aun así en 1980 el nivel salarial real era 23 por ciento inferior al pico de 1974. Con la enorme volatilidad de esta etapa, el saldo entre 1976 y 1982 fue una reducción del 41,5 por ciento.
· 1982: con el estallido de la tablita cambiaria, la crisis de la deuda de México y la Guerra de Malvinas, la caída fue de 17,1 por ciento.
· 1989: según un estudio de SEL Consultores de principios de este siglo, entre abril y septiembre, el salario real bajó 34 por ciento. Otros estudios calculan que el derrumbe en ese año fue de 59 por ciento.
· 2002: el salario real a diciembre bajó 22 por ciento.
La economía macrista se ha incorporado a ese ranking de castigo a los trabajadores . A la pérdida de poder adquisitivo le sumó la duplicación de la tasa de desempleo en apenas tres años. Este resultado revela además que el gobierno de la alianza Cambiemos ha provocado una de las grandes crisis económicas argentinas, incorporándose a ese lamentable registro. Es notable que con esta performance pueda intervenir en una contienda electoral con competitividad, y más aún que el establishment de economistas y el mundo empresario sigan acompañando lo que ha sido una de las peores administraciones de la economía. Pero existe una razón de peso para que esto ocurra.
Kalecki
En uno de los últimos documentos del CefidAr, centro de estudios financiado por la banca pública que el macrismo arrasó por exclusivas razones ideológicas, lo que fue una de las primeras muestras de su casi nula tolerancia al disenso académico y político, el economista Fabián Amico ofrece un recorrido interesante para analizar el comportamiento empresario. En “Los salarios reales en el largo plazo: surgimiento de un nuevo piso estructural de las remuneraciones en Argentina” se rescata el aporte de Michal Kalecki. Amico apunta que este economista polaco había sugerido que los empresarios podían estar dispuestos “a aceptar una rebaja de ganancias” a cambio de recuperar el control social, la disciplina laboral y la estabilidad política.
Kalecki se oponía a la idea simplista de que los empresarios sólo están interesados en la maximización de la ganancia . Presentó la hipótesis que los empresarios podían aceptar, o incluso provocar, una recesión para reducir el nivel de empleo y recuperar el control social y la disciplina laboral. El sendero transitado en la economía macrista confirma esa tesis.
Este comportamiento permitiría entender la fortísima resistencia de gran parte de los empresarios hacia el peronismo, no sólo en la etapa 1946-1955, sino también en el ciclo kirchnerista , debido a que consideran que el régimen “populista” es responsable del pleno empleo, de las políticas expansivas y de las “excesivas” demandas sindicales.
Amico explica que la motivación subyacente viene a ser la misma que planteara Kalecki en los años ´40: frente a “inaceptables” pujas inflacionarias por el ingreso, se instrumentan políticas macroeconómicas deflacionarias (contracción fiscal) que tienden a generar un nivel elevado y persistente de desempleo y terminan reduciendo el poder de negociación de los trabajadores, a fin de aliviar la presión sobre la distribución del ingreso y sobre la inflación.
El slogan de marketing del oficialismo “estamos haciendo lo que hay que hacer” se ajusta con precisión en el mercado laboral, como en ninguna otra área de intervención económica realizada por el macrismo. Por eso Macri reúne el apoyo para la reelección del establishment empresario, que se ha lanzado a una militancia feroz a favor del oficialismo. La más patética es la de los miembros del grupo de WhatsApp “Nuestras voces” que actúan como brazo ejecutor de las campañas de difusión y de presión diseñadas por el jefe de Gabinete, Marcos Peña.
Siguiendo el marco analítico de Kalecki para la realidad económica argentina, es evidente a partir de comportamientos pasados y presentes que la esencia del empresariado argentino no cambiará por las reuniones de CFK interpelando a Luis Pagani por sus quebrantos (Arcor cerrará otro año con pérdidas; sólo había contabilizado quebrantos en 2002 y 2018 en su historia de casi 70 años) o de Alberto Fernández con Marcelo Mindlin (revelada en la publicación Letra P).
Inflación
Los investigadores Juan Kornblihtt, Tamara Seiffer y Nicolás Villanova escribieron en “De la caída relativa a la caída absoluta del salario real en la Argentina (1950-2013)” que el ciclo de baja del salario real abierto en 1975, adopta diferentes características y va de la mano de transformaciones entre los asalariados. “El principal mecanismo de baja salarial que se implementa en la Argentina es la inflación”, sentencian, para indicar que el “Rodrigazo” de 1975 –con una inflación de más de 180 por ciento– constituye el punto de partida del ciclo de caída real del salario. Este retroceso tuvo su momento más agudo con la hiperinflación de 1989, mientras que el nivel histórico más bajo del salario real, para el conjunto de la economía, se alcanzó en 2001.
Afirman que en los últimos cuarenta años, se observa una importante transformación en las condiciones en las cuales se desarrolla el mercado laboral. Mencionan que el hecho más destacado es la caída del poder de compra del salario, aunque se mejore la diversidad de bienes que se pueden adquirir por los cambios tecnológicos. Apuntan que desde 1974 hasta la actualidad, la caída del salario real es cercana al 40 por ciento. Para concluir que se ha consolidado una fuerte fragmentación entre los obreros con la expansión del empleo no registrado (sin aportes), la llamada tercerización y un incremento de la población desocupada.
Disciplinadores
El naufragio de la economía macrista ha hecho estragos en el ingreso de los trabajadores. Los sindicatos que han empezado a reclamar la recomposición del salario lo hacen por cifras que no se acercarán a la tasa de inflación de este año, además con desembolsos en míseras cuotas.
El alza del desempleo y el derrumbe de la actividad actúan como potentes disciplinadores de las exigencias gremiales. El gobierno cumple así una de las pocas cosas que había postulado desde el inicio de la gestión . En las primeras semanas, el entonces ministro de Economía, Alfonso Prat Gay, había planteado el dilema perverso que el trabajador iba a tener que elegir entre mantener el empleo o mejorar el salario. Así avanzaron sobre el ingreso de los trabajadores, aunque para no pocos no hubo ni uno ni lo otro. De esa forma condicionaron hasta neutralizar las paritarias.
La caída del poder adquisitivo y el aumento de la precariedad laboral (más desocupados, más subempleados y más empleo informal) no sólo afectan la calidad de vida de las familias de trabajadores, sino que también genera un fuerte descenso de la actividad de empresas que dependen de la evolución del consumo interno. Esas firmas están padeciendo además el crujir de la cadena de pagos, la suba de costos fijos por los sucesivos aumentos de las tarifas (luz, gas y agua) y del combustible, y la imposibilidad de financiar el capital de trabajo con tasas de interés elevadísimas.
Herencia
Un grupo amplio de especialistas en temas laborales, convocados por la Fundación Friedrich Ebert-Stiftung, elaboraron una exhaustivo diagnóstico cuyo resultado fue el documento “Agenda urgente para una sociedad de trabajo” . La descripción que hacen de los efectos de las políticas del gobierno de Cambiemos sobre el mercado laboral es demoledora: más desempleo, más subempleo, más trabajo precario, menores salarios, menos protección social, más concentración económica y mayor desigualdad.
Indican que a fines de 2015 comenzó un proceso de fragmentación del mercado de trabajo y debilitamiento del tejido social; incluso en 2017, cuando la economía se expandió, los empleos creados fueron, en su amplia mayoría, precarios o inestables: dos de cada tres puestos de trabajo generados durante ese año fueron asalariados no registrados o cuentapropistas. Señalan que cuando el crecimiento se agotó y la economía entró en recesión, la desocupación creció de forma acelerada: entre los últimos trimestres de 2017 y 2018, la tasa de desempleo pasó del 7,2 al 9,1 por ciento; y ya en el primer trimestre de 2019 alcanzó los dos dígitos (10,1 por ciento).
Hacen un detallado inventario de la herencia en materia laboral que dejará el gobierno de Cambiemos, que consistirá en:
* Una estructura ocupacional precarizada, con incremento en la brecha de género y en la precariedad del empleo juvenil.
* La desocupación consolidándose nuevamente en torno a los dos dígitos, impulsada por permanentes ciclos de despidos colectivos tanto en el sector público como en el privado.
* El empleo no registrado otra vez en crecimiento.
* Los salarios reales por debajo de los niveles de 2015 y mayor desigualdad en los ingresos de las y los trabajadores.
* Un avanzado proceso de flexibilización laboral de hecho.
* Los fondos de la seguridad social y de las obras sociales afectados.
* Las pequeñas y medianas empresas fuertemente debilitadas.
* Las instituciones laborales desactivadas (como el Consejo del Salario Mínimo y la Paritaria Nacional Docente) y desjerarquizadas (como el ex Ministerio de Trabajo, entre otras).
* Las políticas activas de empleo desfinanciadas (formación profesional, inserción laboral y Repro, entre otras).
* En conjunto, 9 millones de trabajadoras y trabajadores atraviesan severos problemas de empleo (entre desempleo e informalidad) y perciben ingresos significativamente inferiores al promedio. Este grupo representa al 46 por ciento de la población económicamente activa.
En forma sintética, proponen que es necesario recuperar un horizonte de futuro que sitúe nuevamente al trabajo como un verdadero canal de integración social y de realización de expectativas, garantizando un nivel socialmente aceptable de derechos y garantías. Para ello es imprescindible entender que la destrucción y la precarización del empleo de ningún modo son tendencias inexorables hacia el futuro ni tampoco constituyen el resultado inevitable de la incorporación de nuevas tecnologías. Aconsejan recrear, reproducir y mejorar una institucionalidad que permita recuperar el trabajo de calidad, sin dejar a nadie afuera.
Estos no son objetivos del macrismo ni el establishment que lo apoya evalúa como convenientes, lo que exigirá una renovada alianza social, económica y política para avanzar en esa agenda, porque hace varias décadas Kalecki ilustró lo qué se puede esperar del núcleo duro de los empresarios en relación al salario de los trabajadores.