A mis 20 años asistir al Cine Arte era un refugio espiritual. El Arte junto a los divinos cines de las 3 “L”, templos para todo el que amara el cine, que gustara del de vanguardia. Cita obligada para empaparse con lo mejor del Nuevo Cine Británico, la Nueva Ola Francesa o el Cinema Novo Brasilero. Recuerdo que allí vi memorables films de grandes directores europeos como Karel Reiz, Lindsay Anderson o Tony Richardson. Los franceses de la Nouvelle Vague: Jean Luc Godard, Francois Truffaut ,Chabrol o Alain Resnais.
Epoca dorada en que estos míticos cines tenían diariamente una asistencia tremendamente popular. Una avenida Corrientes llena de disquerías y librerías. Luego esto se fue apagando, por esos erráticos cambios que se proponen “aggiornar” el centro de las ciudades, y entonces, espacios impregnados de nuestra personalidad son reemplazados por frías arquitecturas que tratan de estar al día de la moda. Esto es muy de Buenos Aires. Por suerte no sucede esto en Rosario, mis pagos.
Yo amaba el Cine Arte, por eso cuando llegó el momento de hacer mi primer recital con motivo de la aparición de mi álbum debut solista, al haberme separado de Los Gatos, naturalmente se me ocurrió hacerlo en el Arte. Se trata de los primeros conciertos que se hacían del Rock Argentino. No solo no había espacios para tocar, sino que la gente aún no estaba acostumbrada a permanecer horas escuchando a un intérprete joven haciendo lo suyo. Muchos menos en un cine céntrico. Finalmente todo se concretó, y allí toqué mi primer LP del ‘69, aquel que incluye la legendaria “Rosemary”. Fue emocionante y estaba lleno al mango por suerte. Era un cine confortable con una acústica beneficiosa para la música entre acústica y electrónica que hacíamos. Al ladito de la entrada nomás, había un simpático restaurant manejado por unos noruegos. Aquí siempre tomábamos una cerveza espectacularmente tirada, y otras veces comíamos la especialidad. Costilla glasé ahumada. Mientras, se oía el piano de un viejito que escapado de la guerra había llegado a nuestro país.
Hoy me entero que el lugar va a desaparecer. Seguramente para ser ocupado por algo que no será de mi agrado. Una verdadera pena que esto se entienda como una señal de “progreso”.
Al año siguiente nuevamente di un concierto, presentando mi disco de 1971, Nebbia´s Band. Estoy bastante acostumbrado a este tipo de cosas: donde estaba la mítica Cueva de Pueyrredón, ya ni se sabe qué negocio hay hoy día. El glorioso bar Ramos de Montevideo y Corrientes, al igual que la tradicional Perla de Once, hoy son pizzerías. Menos mal que la memoria y el afecto de las cosas queridas permanecen en el corazón de los argentinos. No en todos, pero yo estoy entre los que mantienen el recuerdo y el respeto por esos días. Para nada es nostalgia. Es tan solo recordar las cosas, para saber dónde estoy parado y adónde voy.
*Cantante, músico y compositor.
Recuerdos del Cine Arte
Este artículo fue publicado originalmente el día 4 de agosto de 2019