Estado febril

El estado febril nos genera cierta sensación de traslado hacia una o varias dimensiones desconocidas de nosotros mismos.

Por lo menos eso es lo que experimento cuando me asalta, por fortuna, muy esporádicamente.

Los pensamientos mas extraños y peregrinos aparecen en esa particular situación de soñolencia de cuasi vigilia, que como bien decía el genial Macedonio Fernández: "no solo es vigilia la de los ojos abiertos".

Recuerdo que hace alrededor de cuarenta años por esas cuestiones del azar encontré en una librería de usados un libro de Tulio Carella titulado Cuaderno del delirio. Lo publicó el Centro Editor de America Latina. En el mismo, el autor, periodista y ensayista hace un racconto de su experiencia febril, de sueños con contenido inverosímil, insomnios y madrugadas tumultuosas.

Por esa época, yo estaba acercándome a las obras de Artaud: El pesanervios y El ombligo de los limbos. Durante esos años de plomo de la dictadura cívico militar no era lo más recomendable comentar en público esas lecturas. Sin embargo, espíritus transgresores en los intervalos que nos permitíamos en los grupos de estudio universitarios alternábamos el manual de Estadística aplicada y La Republica de Platón con simulacros de episodios de piezas teatrales de Artaud y lecturas de los poetas surrealistas.

En esta circunstancia, la del presente, cuando percibo que la fiebre me acecha procuro esquivarla con estas líneas.

Quizá sea irreversible la cuestión y una vez más me gane la partida como hace años. Le daré batalla.

Carlos A. Solero