Ocho horas me llevó recuperarme del mal despertar de hoy (agresión del del 10 a las 7AM), logré laburar, entre cuelgues y cuelgues de la PC, dobles auriculares con música New Age en las orejas, mientras yo lidiaba por no distraerme el pibe del 12 rompía de nuevo las pelotas, mucho, pero MUCHO, o sea: mucho, logré concentrarme en la música y en el trabajo, funciono pero me sigo preguntando: ¿cuánto duraré en estas condiciones?
16:17: En este preciso momento no logro evitar que me castañeteen los dientes de furia contenida.
En mis tiempos de juventud despreocupada, el año pasado, me parecía raro que las de enfrente no salieran nunca. ¡Ay!
Hoy ya ubiqué de dónde vienen los insultos que suenan al mediodía y a la tarde y que parecían provenir de enfrente, más arriba. Son voces de hombres más jóvenes que los archivillanos del fondo. No son evangelistas. Estas otras voces hostiles vienen de enfrente pero no desde el pasillo. Vienen desde la obra de Maipú y Cerrito, cruzando Cerrito, al lado de donde anduvo perdido el Colo el año pasado. Hoy los vi. Y vieron cómo los veía. Hasta saqué fotos, por si las moscas. Son los obreros que construyen el edificio en esa esquina y que me vieron merodear a toda hora por el lugar pegando carteles con mi número de teléfono, a quienes les pregunté cada día durante 39 jornadas por mi gato, y quienes ahora desde lo alto del tercer piso ya edificado me pueden ver salir al patio y a la terraza de mi casa. Salgo y me gritan, al instante, de a uno, en un efecto reloj cucú. Ahora que me vieron verlos, suman amenazas que a ellos les parecen graciosas. Sí, es así de escalofriante como suena. No es paranoia, es la realidad que vivimos las mujeres día a día, olvídense de todos los casos de manual. Estos tipos también le gritan a cualquier mujer que pase por ahí y por eso a veces los oigo cuando estoy adentro. Además me ven siempre porque construyen justo enfrente de la granjita donde hice algunas compras, y el edificio está a media cuadra y en la misma manzana de la veterinaria, es decir las escasas salidas obligadas que todavía me animé a permitirme desde mi autoencierro casi absoluto, a partir de la amenaza de los archivillanos del fondo el 18 de mayo, días en que hasta mi amado jardín de la terraza languideció medio descuidado hasta hoy, que salí a disfrutarlo un poco al sol y ni bien salí gritaron, no lo podía creer así que me puse a hacer un experimento: entré, volví a salir, volvieron a gritar, y así sucesivamente hasta que los vi. Así de predecibles. (Y sí, era conmigo nomás; si fuera paranoia lo hubiera creído desde el principio). Como sucede con los pájaros, hay un efecto de reconocimiento que se produce cuando ves cantar al ave que te venía rompiendo las pelotas y decís ha visto, no lo soñé, no es fantasía, no es histeria, como si el ojo gozara de más credibilidad que el oído. Obviamente, los histéricos son ellos. Su especie tiene nombre y se llama: machirulo.
7 de junio
HOY: PAZ.
8 de junio
Sábado, 20:05 a 20:08: los vecinos del 10 pasan y ladran. Sí, LADRAN.
9 de junio
Domingo al mediodía los del 10 han vuelto a romper las pelotas más o menos como siempre. Pero está de nuevo mi vecina del primer piso de enfrente, que tiene muy buena onda y aporta calor humano al lugar. Dice que en un mes y medio se viene a vivir de nuevo al pasillo. Prometo regalarle plantas.
11 de junio
El barrio sigue dando sorpresas: 18:30 salgo a comprar comida y me encuentro con un operativo policial en la esquina de Maipú y Cerrito, justo al lado de la obra en construcción, cuento al pasar dos patrulleros y como diez canas. Parece ser un desalojo de los okupas de la casa abandonada de Maipú y Cerrito. Un(a) periodista urgente, por favor.
11 de junio a las 18:45
Están desalojando gente en Maipú y Cerrito.