Desde Medellín
“Pablo Catatumbo” se llama Jorge Torres. Fue rebelde y comandante guerrillero por más de cuarenta años y aunque todos los recuerdan por su nombre de guerra, es el de pila el que aparece en la puerta de su oficina en el Parlamento colombiano. Pablo es congresista gracias a una de las 10 bancas que el Acuerdo de Paz otorgó a los integrantes de FARC a cambio de la dejación de armas. A las víctimas les arrebataron las 16 sillas a las que tenían derecho según lo pactado en La Habana: quienes se las quitaron son los que se oponen al acuerdo y siguen las órdenes del ex presidente Álvaro Uribe. Por eso, los que sufrieron la guerra hoy deben luchar a mano limpia las decenas de miles de votos que los podrían llevar a cargos públicos en las próximas elecciones. Luis Eladio Pérez es uno de los más de 8 millones de víctimas que ha dejado el conflicto en Colombia y uno de los miles que fueron secuestrados por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que hoy conservan su sigla como partido político. Ahora, cuando los años de unas FARC armadas están en las páginas del pasado, Pérez y la gente de Catatumbo se enfrentan en las urnas. O bien, se dan espaldarazos que buscan sumar en los comicios o, simplemente, enviar un mensaje de reconciliación.
Pérez pasó casi siete años en las selvas colombianas en un cautiverio cruel al que lo sometió la entonces guerrilla. Clara Rojas, una de sus compañeras de pesadilla, también política de la ciudad que resultó en manos de las FARC cuando salió de campaña junto a Ingrid Betancourt, ya pasó por los meses agitados de aspiración política. Rojas consiguió ser parlamentaria hasta el año pasado con 22 mil votos que obtuvo en Bogotá. Pero ya no quiere participar más en política. Recientemente renunció al Partido Liberal del cual también proviene Luis Eladio. Sin embargo, el hombre decidió lanzarse de manera independiente recolectando firmas que avalen su candidatura a la Gobernación de Nariño, una de las provincias más golpeadas por el conflicto y el narcotráfico, y también donde los gestos de paz y perdón son cuestión de cada día. En su aspiración, Pérez recibió el apoyo del ex candidato Gustavo Petro -que sorprendió porque se aleja incluso de su propio partido Colombia Humana- y uno todavía menos creíble: el de sus propios verdugos vino hace unos días a través de un comunicado firmado por el mismo Catatumbo.
"La reconciliación y la paz con justicia social, la implementación de los acuerdos de La Habana, son principios de reciprocidad compartidos con el candidato", escribió Jorge Torres Victoria junto a la rosa que simboliza a la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común."Si alguien tiene motivos para repudiar a las FARC soy yo, pero no quiero seguir siendo rehén de ellos a través del odio. Por eso acepto ese apoyo y rescato el mensaje que con este acto le quiero enviar a la Colombia del futuro que estamos construyendo", respondió Luis Eladio levantando aplausos, lágrimas, y también ataques de aquel sector que todavía se aferra a los fusiles y las bombas como forma de atacar a quienes piensan diferente.
En octubre próximo se celebrarán los primeros comicios regionales después de la firma del tratado de paz que, pese al respaldo internacional y su legalidad, sigue recibiendo ataques internos como el fallido intento de reforma a la Jurisdicción Especial de Paz de parte del partido del Presidente Iván Duque, o la disminución de recursos para ésta y la Comisión de la Verdad. Hasta la JEP llevó Luis Eladio Pérez el testimonio de su secuestro y su perdón. Y a sus audiencias están acudiendo poco a poco los comandantes de FARC, quienes deberán responder por el delito de secuestro y aportar a la verdad y la reparación.
Pérez dice que, lejos de considerar el gesto de las FARC como un acto oportunista, ve en el apoyo que brindan a su candidatura una muestra de reparación. La desesperación, la enfermedad y la zozobra lo llevaron a intentar fugarse, a atentar contra su vida, y a orar para encontrar la muerte con la que, creía, le daría descanso a su familia que luchó por su libertad y la de miles cada día de su cautiverio. Hoy Luis Eladio es abuelo y cree que sus nietos y las nuevas generaciones merecen un país donde el odio sea reemplazado por la reconciliación. Como embajador en Venezuela y Perú, y sobre todo como hombre y padre Luis Eladio enfoca hoy sus esfuerzos en cargos de poder para lograr las transformaciones que necesita Colombia para trascender las violencias. En el mismo camino están otras víctimas como Silvia Quintero, tía del futbolista Juan Fernando Quintero, y quien tiene a su hermano aún desaparecido. Silvia aspira al Concejo de Medellín también en una lista de independientes, y se disputa los simpatizantes con Fancy Orrego o “Erika Montero”, de las FARC, quien también se inscribió como candidata a esta corporación local.
En total, la Fuerza Alternativa postuló 80 hombres y mujeres en el país para los cargos de elección popular. Son 16 candidatos a las alcaldías, 226 a los concejos municipales y 21 a las asambleas de las provincias. También tienen 16 candidatos a las juntas administradoras locales, varios de ellos en coalición con Colombia Humana, el Polo Democrático Alternativo y movimientos de izquierda. Todo ello en 21 de los 32 departamentos del país: aquellos donde están ubicadas las antiguas zonas veredales donde inicialmente se concentraron las filas para dejar las armas y reintegrarse a la democracia.
Luis Eladio confiesa que el primer impulso que tuvo fue el de rechazar el apoyo del Partido de la Rosa. Imaginaba lo que después se vino, tal como le sucedió a Clara Rojas: acusaciones de padecer el síndrome de Estocolmo o de traidores, ataques y descalificaciones de quienes aún no aceptan el diálogo y la reconciliación como nuevas páginas de la historia de Colombia: una democrática donde todos los sectores tengan garantías y participación en la vida política y el poder. Bien sea en carreras de voto popular, o en espacios públicos como el que Rojas se prepara para realizar. En pocos días, la mujer se sentará junto a Pastor Alape, de FARC, Iván Roberto Duque, ex comandante paramilitar y la comisionada de la verdad, Lucía González, para dialogar el para qué de la verdad. Una de las respuestas quizá sea: para que se cierren las heridas y las cicatrices sirvan para recordar porqué es preferible apoyarse en las urnas a pudrirse en las selvas.